Dermatofagia: síntomas, causas y tratamiento

Este trastorno lleva a la persona a morderse la piel, y comparte características con el TOC.

Dermatofagia
Un trastorno del control de los impulsos y de la ansiedad.

La dermatofagia es un trastorno psicológico que implica el hecho de morderse la piel. Normalmente, lo que se muerde la persona con dermatofagia es la piel que envuelve las uñas (alrededor de las yemas de los dedos), aunque también hay casos en los que la persona se muerde los labios y el interior de la boca.

Estas pequeñas lesiones que originan las mordeduras, acaban causando el enrojecimiento de la piel, que puede sangrar, y la aparición de heridas. En este artículo conoceremos los síntomas de la dermatofagia, las consecuencias, causas y tratamientos.

¿Qué es la dermatofagia?

La dermatofagia suele asociarse con personas con un temperamento más bien nervioso y/o ansioso; también se relaciona con estados o momentos de tensión y estrés. Además, presenta características del espectro obsesivo-compulsivo y de los trastornos del control de los impulsos.

Es decir, es un trastorno con tres tipos de síntomas o componentes: los relacionados con el control de los impulsos, los ansiosos y los obsesivo-compulsivos.

Síntomas

Estos son los principales síntomas y señales de la dermatofagia.

1. Control de los impulsos: impulsividad

La dermatofagia se relaciona con la impulsividad y con el control de los impulsos. Un acto impulsivo implica no poder resistir la tentación de realizar una acción determinada, así como su consiguiente alivio y sensación de placer que experimenta la persona.

Las conductas impulsivas también se relacionan con el hecho de no pensar en las consecuencias de nuestros propias acciones; es decir, sería algo así como “actuar sin pensar”. Así, la impulsividad implica perder el control, y puede hacer que cometamos errores ya a mayor escala, llegando al caso extremo de hacer daño a alguien.

En el caso de la dermatogafia, las consecuencias directas de las conductas de morderse afectan al propio sujeto que padece el trastorno.

2. Ansiedad

La ansiedad también es muy característica en las personas con dermatofagia. Puede ocurrir que aparezcan episodios de ansiedad aislados (como desencadenantes de las conductas impulsivas de morderse la piel), o bien que aparezcan las conductas de morderse dentro de un trastorno de ansiedad más global (por ejemplo Trastorno de Ansiedad Generalizada, fobia social, trastorno por ansiedad de separación, etc.).

Así, cuando la persona siente esa inquietud interna, junto al nerviosismo y a los síntomas fisiológicos propios de la ansiedad, buscará aliviar ese estado mediante una acción impulsiva (o compulsiva, como veremos más adelante), mordiéndose la piel. Es decir, sería una especie de mecanismo de afrontamiento desadaptativo, ya que el sujeto se acaba haciendo daño a sí mismo.

3. Obsesiones y compulsiones

La dermatofagia también se ha relacionado con los Trastornos Obsesivo-Compulsivos (TOC) y relacionados (grupo de trastornos de nueva creación en el DSM-5). Sin embargo, realmente no pertenece a esta categoría dentro del manual, aunque quizás podríamos ubicarla en la subcategoría de “Otros TOC y relacionados especificados/no especificados” (donde se agrupan trastornos que no reúnen todas las pautas o criterios para poder diagnosticarse un TOC).

Sí figura en el DSM-5, en cambio, el trastorno por excoriación, un trastorno parecido pero que no debemos confundir con la dermartofagia; en él, la persona se rasca la piel (no se la muerde).

Así, siguiendo con el espectro del TOC, sí es cierto que podemos encontrar conductas obsesivas en la dermatofagia; por ejemplo, es posible que la persona tenga ciertas imágenes o pensamientos “negativos” recurrentes en la mente (obsesiones) que le originen un estado de ansiedad, y eso le lleve a realizar la conducta de morderse la piel.

En este caso, dicha conducta sería similar a una compulsión, o al menos realizaría su función, la de reducir el estado de ansiedad de la persona).

Causas

Generalmente, la dermatofagia se origina como consecuencia de momentos de estrés y de la necesidad de afrontar dichos momentos, sumado a una falta de habilidades de afrontamiento adaptativas.

Así, una persona que ante momentos de nervios, incertidumbre, incomodidad, estrés, etc., opta por morderse la piel que envuelve las uñas (u otras zonas del cuerpo como la boca), y esto lo acaba haciendo de forma sistemática durante los momentos de estrés, puede acabar “aprendiendo” a responder así (según las teorías conductistas).

Pero, ¿cómo se aprende una conducta así? A través del reforzamiento; es decir, estas conductas propias de la dermatofagia, se reforzarían por el placer que siente la persona al “descargar” la tensión a través de la acción de morderse.

Así, la sucesión de acciones/estados se convertirían en el siguiente círculo vicioso: situación de estrés → morderse la piel → sentir placer → reforzamiento de la acción (y vuelta a empezar).

Sin embargo, a veces la persona no busca sentir ese “placer”, sino más bien lo contrario; sentir dolor. Así, otra posible causa de la dermatofagia se relaciona con un dolor emocional que esté sintiendo la persona; para combatirlo, esta optaría por morderse la piel y generarse un dolor físico que le permitiera descentrarse del dolor emocional. Sería una especie de conducta autolesiva, aunque no con el fin real de hacerse daño, sino más bien de “distraerse” del dolor o el malestar emocional.

Consecuencias

Si estas conductas se perpetúan en el tiempo, las lesiones en la piel, la boca y los dedos, pueden ser cada vez más importantes.

Además, si la dermatofagia no se detiene, la persona tiene el riesgo de asumir esta estrategia de afrontamiento al estrés como la preponderante, y eso impediría que desarrollara estrategias realmente adaptativas y funcionales (como por ejemplo utilizar técnicas de respiración para calmarse, ejercicios de relajación, practicar deporte, etc.).

Tratamiento

El tratamiento psicológico de la dermatofagia se centrará en buscar conductas alternativas e incompatibles con morderse la piel. Un tratamiento conductual puede venir bien en los casos de dermatofagia; es decir, utilizar técnicas de modificación de conducta, que permitan la eliminación de la acción inapropiada y la instauración de una conducta adecuada.

1. Conductas incompatibles

Para aplicar una técnica que busque instaurar una conducta incompatible, será importante primero detectar cuándo, cómo y ante qué antecedentes se desarrolla la conducta de morderse la piel. Una vez realizado el análisis de la conducta aplicado, podremos conocer los antecedentes previos a la aparición de la conducta indeseada (por ejemplo cuando el padre regaña al niño y este se siente en tensión, o cuando uno/a se siente ansioso por otra situación determinada).

El hecho de conocer los antecedentes nos permitirá prevenir la conducta. En el caso de que no se pueda prevenir o de que existan dificultades para hacerlo, se optará por buscar una conducta incompatible y alternativa, como decíamos (por ejemplo utilizar las manos para realizar otra acción, o la boca, evitando la mordida).

Muchas veces ocurre, y especialmente en niños, que es difícil eliminar una conducta si en su lugar no se instaura otra. Pensemos por ejemplo en la gente que fuma; muy a menudo estas personas optan por mascar chicles, comer caramelos, fumar cigarrillos eléctricos, etc. (son conductas alternativas e incompatibles).

2. Psicoeducación

Además de todo esto, también estará indicado para tratar la dermatofagia educar al paciente en estrategias de afrontamiento alternativas y funcionales (psicoeducación), para poder aplicar en los momentos de estrés.

Como mencionábamos anteriormente, algunas de ellas pueden ser: técnicas de respiración, de relajación, practicar deporte, hacer yoga, salir de la situación estresante y buscar un sitio tranquilo, etc.

3. Psicofármacos

Finalmente, se puede optar por el uso de fármacos ansiolíticos (o antidepresivos, en el caso de que exista depresión comórbida) para paliar los síntomas ansiosos o depresivos, pero siempre deberá considerarse el tratamiento farmacológico como una alternativa más bien puntual, y siempre complementaria a la intervención psicoterapéutica.

Al final, lo importante será resolver la situación a largo plazo y produciendo cambios profundos y duraderos, y eso solo se consigue a través de una terapia psicológica adecuada.

Referencias bibliográficas:

  • American Psychiatric Association. (2013). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. 5ª ed. Arlington, VA: APA. (trad. cast.: Madrid: Editorial Médica Panamericana, 2014).
  • Belloch, A.; Sandín, B. y Ramos, F. (2010). Manual de Psicopatología. Volumen I y II. Madrid: McGraw-Hill.

Graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona, con Máster en Psicopatología Clínica Infantojuvenil por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializada en Trastornos del Neurodesarrollo. Actualmente trabaja como Psicóloga infantil en la Associació Catalana del Síndrome X Frágil. Autora del libro "Vivir de memoria" (Editorial Círculo Rojo, 2018). Aficionada del deporte y la lectura.

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