Obesidad y Salud Mental: el círculo silencioso que no siempre se ve

Así es como los problemas de obesidad se retroalimentan con las alteraciones psicopatológicas.

Obesidad y Salud Mental: el círculo silencioso que no siempre se ve

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Es fácil hablar de “perder peso” como si fuera una decisión que se toma de un día para otro. Basta con cambiar lo que comes, moverte un poco más y tener fuerza de voluntad. Pero la realidad siempre es más compleja de lo que una persona se imagina. Y no, no todo se reduce a contar calorías o seguir la dieta de moda del momento.

Para muchas personas, el exceso de peso no solo se siente en el cuerpo, sino también en la mente. La relación entre obesidad y salud mental es mucho más estrecha de lo que solemos admitir. A veces una lleva a la otra, a veces es al revés. Y en medio de todo eso, está la frustración, el juicio social y la sensación de que, hagas lo que hagas, no es suficiente. Este artículo no va sobre “cómo adelgazar rápido”. Va de entender lo que hay detrás, lo que no se ve. Y por qué atender tanto al cuerpo como a la mente puede marcar la diferencia.

Cuando el peso se vuelve una carga emocional

Hay comentarios que suelen repetirse. Quien vive con sobrepeso o con obesidad muchas veces ha oído más consejos de los que ha pedido. “Deja el pan”, “haz más ejercicio”, “lo que te falta es fuerza de voluntad”. Pero pocas veces se preguntan cómo se siente esa persona consigo misma.

El estigma hacia el peso sigue muy presente. Comentarios disfrazados de preocupación, bromas “inocentes”, ropa que no encaja ni en tallas ni en estilos… todo eso se va acumulando. Y no se queda en la superficie. La autoestima sufre, la imagen corporal se distorsiona, y con el tiempo, pueden aparecer la culpa, la vergüenza o incluso la ansiedad social.

Y no es una suposición. Los estudios, como American Psychological Association, asocian la obesidad con mayor riesgo de depresión y ansiedad. No por el peso en sí, sino por todo lo que implica vivir con él en una sociedad que premia muchísimo la delgadez y penaliza lo diferente.

Comer para calmarse y no para nutrir

Otra cosa que también pasa más veces de las que se dice, comer para calmar el hambre. Para silenciar el estrés, llenar el vacío emocional o simplemente buscar algo de placer en un día que va torcido.

Este tipo de relación con la comida, a veces impulsiva, a veces compulsiva, no tiene que ver con el hambre real. Tiene que ver con emociones no gestionadas. Y claro, después llega la culpa. “No debería haber comido esto”, “otra vez lo he hecho”, “no tengo control”.

Este ciclo de comer para calmar la emoción, culparse y volver a repetirlo es muy común. Y, sin embargo, rara vez se trata desde la raíz. Cambiar lo que uno come ayuda, sí, pero entender por qué comemos y cómo comemos es igual de importante.

Cuando la mente no nos ayuda

A veces el punto de partida no es el cuerpo, sino la salud mental. Muchas personas con depresión, ansiedad o altos niveles de estrés se ven arrastradas a un estilo de vida más sedentario. Con patrones de sueño irregulares, menos motivación y, a menudo, una alimentación más desordenada.

Y a eso se le pueden sumar los efectos secundarios de ciertos medicamentos. Como algunos antidepresivos, que pueden provocar aumento de peso. Todo suma. Y muchas veces, sin darnos cuenta, se forma un círculo que cuesta mucho romper: me siento mal, como peor o me muevo menos, me siento peor, sigo ganando peso.

Hay salida pero no es lineal

Lo primero que conviene saber es que no hay una sola manera de abordar este tema. Cada persona vive su relación con el cuerpo y con la comida de forma diferente. Pero lo que sí está claro es que cuidar la salud emocional es parte esencial del proceso.

No se trata solo de ir al gimnasio o contar calorías, macros, micros, etc. A veces, lo que se necesita es hablar. Entender qué hay detrás de esa ansiedad por comer. Ese malestar con el cuerpo, esa sensación de que ya nada funciona. Y para eso, el acompañamiento psicológico puede ser un antes y un después.

Cuando hace falta un empujón físico o médico

Para algunas personas, incluso con acompañamiento emocional, el cuerpo sigue resistiéndose. Y ahí es cuando aparece la frustración: “lo estoy haciendo todo bien, ¿por qué no veo resultados?”.

Puede ser útil considerar opciones médicas. Una de ellas es el balón gástrico Spatz3. Un dispositivo ajustable, que se coloca mediante endoscopia (sin cirugía) y que reduce la cantidad de comida para sentirse saciado. Lo interesante es que se puede ajustar durante el tratamiento, lo que permite adaptarlo a cada etapa de la pérdida de peso y así evitar el estancamiento.

No es una solución mágica. Pero puede ser una herramienta válida para personas que necesitan un apoyo físico real. Mientras trabajan al mismo tiempo la parte emocional y conductual.

Abordar cuerpo y mente a la vez

Hay algo que conviene repetir, ni la obesidad es solo un tema físico, ni la salud mental se resuelve solo hablando. El cuerpo y la mente están conectados, se influyen mutuamente y necesitan ser atendidos en conjunto.

Por eso, lo ideal es buscar un enfoque que no se quede en la superficie. Uno que combine nutrición, movimiento, salud emocional y si hace falta intervención médica. Sin culpas, sin prisas, sin soluciones extremas.

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Psicología y Mente. (2025, diciembre 3). Obesidad y Salud Mental: el círculo silencioso que no siempre se ve. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/clinica/obesidad-salud-mental-circulo-silencioso

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