La ansiedad suele ser descrita como un fenómeno perteneciente al ámbito de las emociones; un conjunto de procesos psicológicos que nos lleva a sentir angustia, estrés ante posibles fuentes de peligro, e incluso nerviosismo ante la idea de dar una buena primera impresión al conocer a alguien. Ninguna de estas apreciaciones está muy desencaminada, pero por sí solas, tan solo explican parte de lo que realmente supone estar ansiosos.
Y es que la ansiedad va más allá de lo emocional: afecta también a cómo pensamos, cómo tomamos decisiones y, en definitiva, a cómo razonamos. Y es que aquello a lo que llamamos “razón” no es una parcela de nuestra mente totalmente separada de nuestros sentimientos y estado de ánimo, por mucho que existan metáforas acerca de la lucha entre “el cerebro y el corazón”.
A la hora de la verdad, elementos como la ansiedad están totalmente entrelazados con nuestra manera de hilvanar pensamientos y de extraer conclusiones de aquello que sabemos sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Por eso, en este artículo vamos a poner el foco en cómo la ansiedad afecta a la toma de decisiones de las personas.
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La interacción entre la ansiedad y la razón
La ansiedad es, sobre todo, un producto de ciertos mecanismos de adaptación al medio que fueron desarrollados por nuestros ancestros como respuesta a la necesidad de sobrevivir en entornos cambiantes y potencialmente peligrosos. Prácticamente todos los animales con sistema nervioso complejo tienen la capacidad de experimentar ansiedad, a diferencia de las plantas o de los que apenas se mueven (como las anémonas), porque para existir necesitan poder reaccionar rápidamente a las señales de que corren algún riesgo.
Actualmente, nuestro bienestar como seres humanos no depende tanto de la evitación de situaciones físicamente peligrosas sino del hecho de no dejar escapar oportunidades para mantener o mejorar nuestro nivel de vida, material y psicológicamente a través de la autorrealización. Sin embargo, la capacidad de sentir ansiedad sigue estando ahí, llevándonos a ser conscientes de aquellos problemas o riesgos que deben ser atendidos cuanto antes.
Y como la ansiedad es una respuesta a situaciones que requieren de nosotros tomar cartas en el asunto con rapidez, no se puede decir que sea un problema, o una experiencia desagradable; en la mayoría de los casos, es mucho más que eso, y nos resulta útil. Por ejemplo, forma parte de aquellas cosas nos motivan a darnos prisa para no llegar tarde a una entrevista de trabajo, o a estudiar para un examen, etc.
Así pues, no sorprende que la ansiedad vaya de la mano de la toma de decisiones y de nuestra manera de pensar generando nuevo conocimiento o hipótesis desde las que comportarnos. Este elemento psicológico y emocional nos orienta hacia ciertos valores o hacia otros, influye a la hora de decidir nuestras prioridades, nos lleva a tener una visión más o menos optimista de nuestras habilidades y aptitudes, etc. Veámoslo con más detalle a continuación.
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¿Cómo influye en nuestras decisiones un alto nivel de ansiedad?
La ansiedad interactúa con nuestra manera de razonar y tomar decisiones de muchas maneras, sobre todo teniendo en cuenta que cada individuo vive esta experiencia de un modo algo distinto al resto de la humanidad. Pero, si ampliamos el foco y nos centramos en los patrones de comportamiento generales y habituales, se observa que las interacciones más frecuentes entre ansiedad y toma de decisiones son las siguientes.
1. Nos lleva a centrarnos en los problemas a corto plazo
La ansiedad facilita que nuestra atención esté puesta en lo que nos puede ocurrir a minutos, horas o días vista, dejando relegados los asuntos que nos pueden afectar en la escala temporal de los meses y los años.
Esto es así porque nos predispone a estar en un estado de atención a las señales de que podamos hacer algo rápidamente para evitar una determinada situación (perdernos una llamada telefónica importante, no escapar de un lugar a tiempo, etc.).
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2. Nos predispone a permanecer en la duda
La ansiedad se basa sobre todo en la evitación del daño o la pérdida, y por eso, cuando estamos muy ansiosos puede costarnos mucho tomar una decisión importante, porque eso podría llevarnos a sufrir un fracaso.
Es habitual que aplacemos una y otra vez el momento de elegir una de las opciones que barajamos y pasemos de las ideas a la acción.
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3. Facilita que pensemos en nuestros defectos
La ansiedad nos lleva a centrar la atención en nuestras inseguridades, para no confiarnos y relajarnos. Esto hace que muchas veces nos infravaloremos, o que incluso nos comportemos dando por sentado que se nos da mal aquello que intentamos hacer.
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4. Hace que prefiramos evitar pérdidas a tener opciones de ganar
Por lo general, cuando estamos muy ansiosos, adoptamos una mentalidad conservadora, contentándonos con la idea de no perder. Por eso, en este estado (y en comparación con otras personas menos ansiosas) solemos rechazar oportunidades de ganar mucho bajo el riesgo de perder también mucho.
5. Preferimos pensar a solas
Al estar muy ansiosos, las interacciones sociales suelen resultarnos molestas, por “sobrecargarnos” en una situación que ya de por sí nos desborda emocionalmente. Por eso, cuando la ansiedad es alta, por lo general preferimos pensar a solas, sin tener que llegar a una conclusión consensuada con los demás (lo cual no significa que no les pidamos consejos de manera puntual).
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¿Qué hacer?
Estos son algunos consejos que te pueden ayudar ante la ansiedad:
- Asegúrate de dormir las horas suficientes para poder afrontar los retos del día a día con tu sistema nervioso al 100%.
- No tomes bebidas con cafeína pasada la media tarde.
- Estructura tus tareas y responsabilidades asignándoles horas del día.
- Haz ejercicio de manera regular.
- Practica Mindfulness.
- En caso de que notes que la situación te supera, acude a psicoterapia.
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