Cuando hablamos acerca del estrés, podemos caer en la tentación de centrarnos únicamente de sus síntomas a nivel fisiológico: el aumento de la tensión muscular, la segregación de sudor, el aumento del ritmo cardiaco, etc. Sin embargo, no podemos olvidar que otra de las facetas más importantes del estrés tiene que ver con nuestras emociones y sentimientos, aquello que nos pasa por la cabeza.
Y es que del mismo modo en el que cuando estamos estresados eso tiene un impacto en toda clase de órganos repartidos por nuestro cuerpo, también nuestro cerebro da lugar a una determinada forma de pensar y de sentir cuando las hormonas del estrés son liberadas en grandes cantidades… Y si además sufrimos un exceso de estrés, ese impacto en lo psicológico es aún más acentuado.
En este artículo veremos precisamente cuáles son esas consecuencias emocionales de los problemas estrés, algo básico para conocer mejor este fenómeno y saber mitigarlo.
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¿Qué es el estrés?
El estrés consiste en un estado psicológico y fisiológico que nos prepara para reaccionar rápidamente a las primeras señales de que algo va mal o de que, si no nos damos prisa, perderemos oportunidades importantes. Surge a partir de un mecanismo que ha sido tallado a lo largo de millones de años de evolución, y es por eso que una gran cantidad de animales (tanto vertebrados como invertebrados) experimentan estrés: tal es la utilidad de este recurso para asegurar la supervivencia de muchas clases de formas de vida.
Sin embargo, y aún asumiendo que la posibilidad de entrar en estado de estrés suele resultar útil, es cierto que a veces se convierte en un problema que nos genera un malestar injustificado; esto ocurre cuando “aprendemos” a sentir estrés en situaciones que no lo merecen, exagerando posibilidades de que nos pase algo malo.
Además, los problemas vinculados a un exceso de estrés no tienen solo que ver con el malestar subjetivo que eso nos hace sentir: si nos sentimos muy estresados cuando no toca, el modo en el que intentamos aliviar esa sensación puede llevarnos a desarrollar otros problemas psicológicos derivados de este. Por ejemplo: la costumbre de discutir con los demás atribuyéndoles la culpa de lo que nos pasa, consumo de drogas para “distraernos”, atracones de comida sin tener hambre de verdad, etc.
Estas dinámicas de comportamiento pueden llegar a estar tan interiorizadas en nosotros que a veces ni siquiera somos conscientes de ellas, las realizamos yendo en “modo automático” y sin cuestionarlas ni identificarlas como algo dañino.
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Las 4 principales consecuencias emocionales del estrés
El estrés puede plasmarse emocionalmente de diferentes maneras, y esto depende mucho tanto de las características de cada individuo como de su entorno y contexto de vida. Sin embargo, algunas de las más frecuentes son estas que veremos aquí.
1. Aumento de la irritabilidad
Una persona que sufra un exceso de estrés tendrá una menos capacidad para adoptar una actitud de cordialidad y amabilidad ante los demás cuando urjan peticiones inesperadas, malentendidos, y en general, situaciones sociales capaces de generar frustración.
Surge una tendencia a mostrarse irritable, dado que al malestar producido por el propio estrés hay que sumarle el producido por esta clase de “baches” a los que hay que adaptarse sobre la marcha.
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2. Tendencia a alimentar los pensamientos catastróficos
Como el estrés nos predispone a prepararnos para situaciones que nos pueden perjudicar, es fácil que las personas demasiado estresadas entren en una mentalidad pesimista y empiecen a darles vueltas a pensamientos que anticipan catástrofes. De este modo, interpretan casi cualquier hecho, por ambiguo que sea, como un aviso de que algo malo ocurrirá.
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3. Malestar por la falta de control sobre lo que se siente
Otra de las consecuencias emocionales del exceso de estrés tiene que ver con el modo en el que la persona se relaciona con su lado emocional. En situaciones así, surge le deseo de controlar cuanto más mejor, incluyendo lo que ocurre en la mente de uno, y el hecho de no conseguirlo genera malestar y preocupación: la persona se siente desbordada por sus emociones.
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4. Deseo de realizar acciones de chequeo una y otra vez
Como la persona con exceso de estrés se ve empujada a tratar de controlar lo que le ocurre pero a la vez adopta una mentalidad pesimista, es fácil que se sienta mal si no comprueba una y otra vez ciertos elementos que, en caso de fallar, le meterían en un problema.
Algunos ejemplos: contar varias veces las páginas del informe que se está redactando, comprobar varias veces que la puerta de casa está cerrada con llave, mirarse en el espejo varias veces seguidas antes de salir a la calle, etc.
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