¿Por qué, si nos queremos, a veces no nos entendemos?
Esta pregunta se repite —con matices distintos— en la voz de muchas personas que vienen a consulta. Relatos de vínculos donde falta humor, cumplidos escasos, diálogo rígido o casi inexistente. Relaciones donde se comparte techo o mensajes, pero no siempre mirada, presencia o escucha real.
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No es falta de amor. No es cuestión de suerte. Muchas veces, es nuestra sombra.
No me refiero a algo oscuro o amenazante, sino a esa parte de nosotros que dejamos fuera de escena: por miedo, vergüenza o costumbre, y que, sin darnos cuenta, se cuela en nuestras relaciones y les quita brillo.
Tu sombra no es solo lo que temes: También es lo que no te atreves a mostrar
Cuando hablamos de “la sombra”, nos referimos a una parte de nuestro mundo interior que guarda todo aquello que preferimos no ver por temor a ser descubiertos. Por ejemplo, nuestros defectos, nuestras heridas y nuestras inseguridad. Pero en la sombra también hay algo más sutil: talentos que no desplegamos, sensibilidad que tapamos, alegría que reprimimos para no incomodar.
Hay quien aprendió a ser fuerte todo el tiempo y entonces su sombra es la ternura. O quien siempre es el gracioso puede estar ocultando en la sombra su lado serio o el cansancio de tener que estar siempre bien. Hay quien se pasó la vida cuidando a otros y no sabe cómo recibir un elogio sin incomodarse.
La sombra no es solo lo que reprimimos por percibirlo “inaceptable”, sino todo aquello que creemos que no está permitido mostrar. Por eso la sombra es tan humana. Y por eso se activa… sobre todo en los vínculos más íntimos.
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Lo que no mostramos también nos aleja
La sombra no aparece con pancartas. Se infiltra en lo cotidiano. Especialmente cuando hay conexión. Porque cuando alguien nos importa, se activan nuestras alertas más profundas: miedo a no ser suficiente, a perder el control, a ser vistos de verdad.
Muchos clientes me cuentan que sienten una desconexión rara:
- “Ya no nos reímos como antes”
- “Me encantaría decirle que me gusta cómo se ha vestido, pero me sale seco”
- “No sé por qué, pero ya no me nace hablar de lo que siento”, “No me comprende”
Esto no ocurre porque no haya amor. A veces, es porque amar nos confronta con partes nuestras que no sabemos manejar. Esas partes que yacen en nuestra sombra. Y en lugar de mostrarlas, las tapamos. Nos cerramos. Proyectamos.
Piensa en el orgullo que esconde una profunda vulnerabilidad, en la necesidad de control que surge del miedo a perder al otro, o el silencio que oculta el dolor o la inseguridad para evitar discusiones.
Lo mismo ocurre cuando evitamos lo positivo —un gesto tierno, un elogio sincero, una caricia inesperada— todas pueden ser una forma de protegernos. Nos defendemos tanto de ser rechazados, juzgados o malinterpretados… que dejamos de entregarnos.
Y sin ese intercambio cotidiano de gestos pequeños —un abrazo, mirarnos a los ojos, un beso sin motivo,— la intimidad empieza a secarse. No de golpe, sino como se apagan las brasas: en silencio. Y cuando la sombra se activa: en lugar de abrirnos, nos cerramos más. Se instala el silencio o el reproche, cuando en realidad, lo que hay detrás, es casi siempre lo mismo: ganas de acercarnos a la otra persona y miedo a no lograrlo.
Recuperar la conexión sin fórmulas mágicas
Cultivar una relación consciente no significa tenerlo todo claro ni hablar de emociones todo el día. Significa estar dispuesto a mirar lo que se mueve en nosotros, sobre todo cuando algo se bloquea.
Algunas preguntas pueden ayudarnos a reconectar con nuestra pareja:
- ¿Qué dejo de mostrar por miedo a la malinterpretación?
- ¿Qué me gustaría decir y no digo, aunque lo pienso?
- ¿Qué pequeño gesto podría abrir el diálogo de nuevo?
No todo se resuelve con grandes charlas. A veces basta con una mirada sostenida, una pregunta sincera, una broma compartida, un elogio que no busca nada. Actos que parecen pequeños, pero que son grandes señales de presencia.
Y si algo nos incomoda, en lugar de reaccionar con juicio o distancia, podemos preguntarnos: ¿Qué parte de mi se está activando aquí? ¿Estoy hablando yo, o está hablando mi sombra?
Amar sin disfraz
Las relaciones no solo terminan por falta de amor. Muchas veces, terminan por falta de visibilidad. Cuando dejamos de ver al otro, y dejamos de dejarnos ver. Cuando escondemos no solo lo que nos duele, sino también lo que nos emociona.
Recuperar la común unión en la pareja no requiere fórmulas mágicas. Pero sí un acto de valor: el de volver a mostrarnos.

Georgina Hudson
Georgina Hudson
Terapeuta Transpersonal, Coach Vida Y Estrategia, Coach Transformacional
Desde mi experiencia personal y profesional, sé que esto no se logra de un día para otro. Pero siempre empieza por lo mismo: una decisión silenciosa, a veces imperceptible, de dejar caer una capa. Y en esa rendija, volver a encontrarnos.


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