Hay personas que interpretan la vida como si todo se tratase de una lucha de egos. Esto siempre ha ocurrido, pero en un contexto como el actual, en el que tanto la rivalidad como las apariencias son elementos muy valorados, es muy frecuente que aparezcan esta clase de individuos, educados para llegar a ser de este modo.
Las personas orgullosas, en definitiva, se ven recompensadas fácilmente por la sociedad, y eso hace que se refuerce ese estilo de comportamiento y de personalidad.
- Artículo relacionado: "¿Eres empático? 10 rasgos típicos de las personas empáticas
Las características típicas de las personas orgullosas
A continuación veremos cuáles son las características y rasgos propios de las personas orgullosas que los definen y los distinguen del resto.
1. Se engañan a sí mismas
El carácter altivo de las personas orgullosas tiene varios costes, y uno de los más claros es la necesidad de mantener una autoimagen falsa, hinchada. Como consecuencia, estos individuos pueden llegar a asumir riesgos demasiado altos, o directamente inasumibles, y por ello pasar por una serie de penurias y dificultades totalmente evitables.
Por ejemplo, un padre que cumpla con esta característica psicológica puede acceder a la petición de su hija de construirle en un par de semanas una barca de madera a tamaño real, a pesar de no haber hecho antes nada parecido.
- Artículo relacionado: "Falsa autoconfianza: la pesada máscara del autoengaño"
2. Tienen que decir la última palabra
Tanto dentro como fuera de las redes sociales de Internet, las personas orgullosas sienten la necesidad de dejar claro que ganan todas las discusiones en las que participan. En ocasiones esto será cierto, y el uso que harán de sus argumentos será el adecuada para desarmar dialécticamente a su contrincante… sin embargo, en otras ocasiones no les quedará más remedio que escenificar una supuesta victoria que en ningún momento se ha llegado a producir.
¿Y cuál es la mejor manera de hacer ver que se ha ganado una discusión cuando realmente no es así? Fácil: diciendo la última palabra. Este patrón de comportamiento típico de las personas orgullosas puede dar pie a situaciones surrealistas en las que quienes han empezado a discutir alargan la conversación añadiendo frasecillas cortas y que no aportan nada, intentando que su contribución sea la que cierre el debate.
Esta no solo es una actitud claramente antipática, sino que entorpece enormemente el progreso de cualquier intercambio de opiniones. Es decir, echa por tierra el potencial constructivo de esta clase de diálogos.
3. Les cuesta pedir perdón
Ofrecer una disculpa a los demás puede suponer todo un reto para las personas orgullosas. No es un simple problema de mostrar las propias imperfecciones a los demás, con el riesgo estratégico y la descompensación que poder que esto implica en algunos conflictos. Es algo que va más allá de las consecuencias objetivas de pedir perdón.
El asunto está, más bien, en el malestar que produce reconocer los errores a causa de una autoimagen muy idealizada. Y es que la incongruencia entre un autoconcepto hinchado y el reconocimiento de que se ha cometido un error son ideas que chocan entre sí, producen lo que en psicología se conoce como disonancia cognitiva.
Así pues, cuando se dan las circunstancias de que una persona orgullosa tiene que disculparse, lo hace a través de una escenificación, dejando claro que no es algo espontáneo y honesto, sino algo similar a un teatrillo.
- Artículo relacionado: "El perdón: ¿debo o no debo perdonar a quien me hirió?"
4. Sienten amenazado su ego fácilmente
Para alguien que le da mucha importancia a mantener su ego intacto, la vida es una constante competición en la que constantemente aparecen posibles rivales… incluso aunque no se presenten como tales ni se esté en un contexto explícitamente competitivo.
Por ejemplo, en cuanto detectan a una persona que destaca en alguna cualidad de una manera que alguien puede pensar que es más hábil que ellas en un dominio de la vida, este tipo de personalidad las lleva a adoptar una actitud defensiva (no siempre abiertamente hostil) y tratan de hacer gala de sus propios dones y aptitudes.
5. Hablan frecuentemente de sus logros pasados
Las personas orgullosas mantienen su autoimagen grandiosa, en parte, rememorando aquellas experiencias del pasado en las que lucieron sus habilidades o quedaron patentes sus talentos especiales. Esto se nota, por ejemplo, al forzar un cambio de tema en las conversaciones de manera que el diálogo derive hacia lo que ocurrió en ciertos momentos de su pasado.
- Quizás te interese: "El “Porqueyolovalguismo”: la filosofía del narcisista aplicada a la vida diaria"
6. Intentan no pedir ayuda nunca
El mito de “la persona hecha a sí misma” es muy fuerte en la mentalidad de las personas orgullosas, que se consideran algo similar a una fuerza independiente del resto de cosas que ocurren en la naturaleza, como si estuviesen desconectadas del resto y todo lo que hubiesen logrado fuese únicamente por méritos propios.
Así, cuando la situación requiere que otros colaboren con sus proyectos, se sienten invadidas y cuestionadas, algo que muchas veces las lleva a adoptar una actitud a la defensiva.
7. Sienten la voluntad de tener el control
Para las personas marcadamente orgullosas, los círculos sociales sobre los que se tiene influencia son como una extensión del propio cuerpo, un lugar en el que hay que procurar mantener un cierto orden y armonía en su funcionamiento.
Es a causa de esta lógica de pensamiento que, cuando se detecta algo que podría amenazar esa estabilidad, es visto con recelo siempre que exista la posibilidad de que el poder que se tiene sobre parte de esas personas (amigos, familiares, etc.) se desvanezca o se debilite.