El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) es una alteración psicológica que afecta a muchas personas con estilos de vida muy diferentes; se trata de un trastorno de ansiedad complicado de entender por quien lo sufre, pues no está vinculado a una fuente de miedo o de temor específica, sino a varias experiencias de la vida en general.
Por suerte, décadas de investigaciones en salud mental han permitido que los psicólogos especializados en psicoterapia hayan podido comprender el funcionamiento y las dinámicas en las que se basa el TAG, así como formas de intervención eficaces para darle solución. Por eso, en esta ocasión hemos entrevistado a una e estas expertas en bienestar emocional, la psicóloga Catalina Briñez, que nos hablará sobre la ansiedad generalizada.
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Catalina Briñez: el TAG, visto desde la perspectiva de una psicóloga
Catalina Briñez es Psicóloga General Sanitaria y fundadora y Directora de Brilo Psicólogos, centro de terapia ubicado en Benalmádena y que también ofrece servicios online por videollamada. En esta entrevista nos habla acerca de las características del Trastorno por Ansiedad Generalizada y su tratamiento, partiendo de sus años de experiencia profesional ayudando a pacientes.
¿Cuáles son las principales señales de que una persona no experimenta simple ansiedad, sino que está desarrollando o ha desarrollado Trastorno de Ansiedad Generalizada?
Para responder la pregunta, primero hay que aclarar que la ansiedad es un mecanismo adaptativo que tenemos los seres humanos para afrontar situaciones que suponen una alta demanda emocional porque surgen ante algo que interpretamos como un riesgo y necesitamos tener nuestros sentidos agudizados para ser más eficaces; para ello hay un cambio en la bioquímica neuronal y visceral, la cual nos permite reaccionar rápidamente según sea la demanda.
Sin embargo, cuando la ansiedad comienza a ser recurrente, constante y causa un malestar significativo ya no hablamos de “simple ansiedad” según has formulado tu pregunta, hablamos de un cuadro que incluye síntomas fisiológicos muy incómodos (tensión muscular, taquicardia, cansancio, dolor de cabeza, dificultad para respirar, para dormir), pensamientos que te producen mucho miedo, emociones relacionadas con la indefensión y conductas evitativas las cuales nos aíslan de los demás.
Dichas circunstancias son un motivo recurrente de consulta y suelen estar relacionadas sobre algún aspecto o desencadenante particular que se expresan principalmente como fobias o trastorno de pánico.
En el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), el malestar no obedece a un estímulo o experiencia vital concreta, sino a muchos aspectos de la vida que incluso llegan a abarcar todas las áreas vitales de una persona: preocupación por la familia, por la salud, por el vecindario, por el trabajo, por la economía del país, por el calentamiento global, por las guerras, por la pobreza... generando una intensidad y frecuencia del malestar muy elevados que no dan cabida a momentos de relajación, ya que la mente siempre tiene una preocupación de la que ocuparse. Como ves, es algo que causa mucho sufrimiento y conviene abordar.
Las 8 señales recurrentes que observo en personas que consultan y pueden presentar TAG son las siguientes: Preocupación intensa por más de 6 meses sin un evento concreto que la produzca, estrés, fatiga, irritabilidad, problemas para concentrarse, alteraciones en el sueño, inquietud al despertar, síntomas fisiológicos (dolor en el cuerpo, tensión muscular etc.).
¿Es relativamente fácil reconocer estos casos cuando las personas llegan a consulta? ¿Cuáles suelen ser los motivos por los que se quejan y refieren malestar en su día a día?
No cuesta reconocer los casos de TAG, ya que presentan unas características concretas que se pueden identificar rápidamente; lo que si es cierto, es que muchas veces se presentan en comorbilidad o a la vez que otro tipo de problemas. Por ejemplo, estados depresivos, experiencias traumáticas, conflictos familiares, desmotivación, inseguridad.... por mencionar algunos, por lo cual hay que realizar un buen diagnóstico diferencial para no confundir un TAG con las secuelas de otro trastorno de base.
Las personas que consultan suelen llegar animadas por algún miembro de su familia o algún amigo o amiga, que por lo general son quienes detectan que algo no va bien. Su queja principal es una preocupación constante que les oprime el pecho, que nunca están tranquilos y no saben muy bien el por qué, aunque cuando comienzan a hablar refieren un sin número de miedos. También comentan que dicha situación afecta sus relaciones interpersonales y la vida laboral, suelen sentirse incomprendidos.
Como psicóloga, ¿has detectado algún patrón común en las características de las personas que suelen desarrollar TAG? ¿Hay algún perfil concreto que tenga mayores probabilidades de sufrir esta alteración psicológica?
Suelen ser personas con un alto nivel de inhibición (lo que comúnmente llamamos personas tímidas o retraídas), tienden a la evitación del daño, y por lo tanto no suelen tomar riesgos o probar cosas nuevas. Suelen ser muy conscientes de sus sensaciones corporales (taquicardia, tensión, dolores...), personas dependientes con necesidad de protección y de proteger, así como dificultad para adaptarse a los cambios.
Tendrá más posibilidades de presentar TAG una persona que presente una predisposición o vulnerabilidad biológica a los estados de alerta, lo cual se ve reflejado en unos altos niveles de ansiedad como rasgo, lo cual medimos mediante test psicológicos. Dichas personas suelen tener una interpretación de la vida más aprensiva desde la infancia.
¿Qué metas sueles plantearles a estos pacientes una vez ambos reconocéis que su problema encaja con el cuadro clínico del TAG?
Por un lado, alcanzar autorregulación emocional. Muchas veces creemos que el problema es sentir miedo, pero la dificultad no es el sentimiento por sí mismo, sino la intensidad o el grado de malestar que genera. Cuando aprendemos a regular la intensidad de las emociones, podemos experimentar una emoción negativa sin que me cause un malestar significativo y por lo tanto ser más resolutivos.
Por el otro, analizar nuestro diálogo interno: detectar pensamientos que nos generan malestar y proponer alternativas de pensamiento que puedan explicar las mismas inquietudes pero que resulten más funcionales.
También es necesario aprender a desactivar las reacciones fisiológicas del cuerpo frente al miedo. Los pensamientos negativos suelen producirse a partir de una señal de incomodidad en el cuerpo, y esta a su vez viene dada por la bioquímica de nuestro cuerpo en relación al estrés. Los ejercicios de respiración o de tensión y distensión muscular, así como relajaciones guiadas, suelen resultar de gran ayuda.
Además hay que afrontar situaciones temidas. La evitación suele ser un componente de nuestro comportamiento que mantiene nuestra interpretación del mundo de manera aprensiva. Si por ejemplo mi temor entre muchos otros es ir a un centro comercial por miedo a que me de mareo o nauseas, aunque deba comprarme algo que necesito, si voy varias veces y no me siento mal, o puedo gestionar la ansiedad, le estoy dando información de eficacia a mi diálogo interno. Este paso se suele dar luego de haber desarrollado los puntos anteriores.
Finalmente, es fundamental fortalecer los vínculos emocionales. Las interacciones positivas y de calidad con los demás nos ayudan a salir de nosotros mismos, lo cual ayuda a quitar peso a las propia sensación de aprensión; las actitudes generosas y empáticas, así como sentir apoyo y afecto favorecen la inteligencia emocional.
¿Y de qué manera suele desarrollarse la psicoterapia, a partir del modo en el que trabajas?
Para mi lo más importante es conocer a la persona más allá de su diagnóstico, porque según sus características individuales, fortalezas y contexto, se plantea una estrategia terapéutica eficaz.
Así, el primer paso es la evaluación donde se conoce a la persona, sus necesidades, y se analizan los factores que generan el malestar. Luego en la intervención, se aplican técnicas que hayan demostrado eficacia para lograr los objetivos propuestos, pero estas se ajustan a los tiempos y características individuales. Un vez se alcanzan los objetivos, se tienen algunas sesiones de seguimiento.
Dentro de las sesiones las personas suelen encontrar alivio al sentir que pueden expresar todos sus pensamientos sin temor al juicio; es una interacción profunda donde la empatía es fundamental ya que esta te permite proponer soluciones que se ajustan realmente al consultante lo cual suele ser muy gratificante.
Dando por sentado que la psicoterapia es siempre un proceso personalizado, ¿qué consejos sueles dar a las personas con Trastorno de Ansiedad Generalizada para que los apliquen en su día a día y entre las sesiones en las que se reúnen contigo?
Las actividades que se realizan a nivel general en la vida cotidiana son fundamentales para que se consoliden las técnicas empleadas durante las sesiones psicológicas; como bien has dicho, hay diversas estrategias que solo se pueden emplear según las características individuales pero también en momentos específicos de la terapia y en circunstancias concretas.
Sin embargo a nivel general hay varias pautas que pueden ayudar a disminuir la ansiedad, y son las siguientes.
En primer lugar, realizar ejercicio físico: el que sea de preferencia, practicar pilates, yoga, baile, dar paseos especialmente en contacto con la naturaleza o el mar.
En segundo lugar, cuidar de la alimentación. Al alimentarnos de forma adecuada, nuestra energía y bienestar físico aumentará, por lo tanto los síntomas fisiológicos de la ansiedad y nuestra atención sobre los mismos se verán reducidos.
También hay que sociabilizar: compartir con personas positivas, afectuosas, realizar distintas actividades con ellos disminuye la carga negativa o catastrófica de los pensamientos.
Del mismo modo, es importante practicar un hobbie. Realizar algo que realmente nos gusta nos genera un afecto positivo y por otra parte nos ayuda a centrarnos en el presente. Puede ser leer, pintar, aprender algún instrumento, cocinar algún plato que disfrutemos... hay diversas maneras de focalizar nuestra mente en contenido relajante.
Finalmente, dedicar tiempo para respirar. Algo tan simple como realizar respiraciones respirar asegurándonos que el oxígeno llegue al abdomen (respiración diafragmática) ayuda a disminuir los niveles de cortisol (hormona que incide mucho sobre el estrés).
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