El término “crisis de ansiedad” es algo que probablemente todos conocemos. De hecho la mayoría de las personas han experimentado una o ha visto a alguien hacerlo a lo largo de su vida. Pero en algunos casos estas crisis se dan con relativa frecuencia y generan un gran miedo a volver a sufrirlas, lo que a su vez hace que se eviten situaciones. Estamos hablando de aquellas personas que padecen un trastorno de pánico.
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El trastorno de pánico
El denominado trastorno de pánico es uno de los tipos de trastorno mental más comunes, que se caracteriza por la aparición recurrente de ataques de pánico súbitos e imprevistos (pudiendo el sujeto estar calmado o en una situación de ansiedad antes de su aparición).
Los ataques de pánico, también conocidos como crisis de angustia, son la aparición de episodios súbitas y temporales de sensaciones de angustia, malestar y miedo de elevada intensidad que pueden tener una duración variable y que suelen generar un pico máximo de activación a los pocos minutos y resolverse en alrededor de quince minutos (si bien en ocasiones pueden llegar a durar horas).
Durante dichos ataques aparecen una gran variedad de síntomas, entre los que destacan la taquicardia, sudoración profusa, temblores, hiperventilación y sensación de estar asfixiándose, hipertermia, entumecimiento, dolor en el pecho, molestias intestinales y síntomas psicológicos tales como el miedo a morir o estar sufriendo un infarto, la idea de estar perdiendo el control sobre el propio cuerpo o incluso de estar volviéndose loco y posiblemente de síntomas disociativos como la desrealización (sensación de que lo que está ocurriendo no es real) o la despersonalización (extrañeza con la propia existencia del sujeto).
Tras la o las crisis de ansiedad aparece durante un mes o más la preocupación porque puedan volver a darse o por que se vuelvan a experimentar en algún momento las mismas sensaciones. El sujeto anticipa la ocurrencia de dichos ataques y ello le genera un gran temor y angustia, un miedo que provoca un estado de gran tensión en el sujeto y puede llegar a provocar la puesta en marcha de mecanismos y conductas que permitan evitar o dichas sensaciones o la posible aparición de nuevos ataques. Así, si por ejemplo el ataque de pánico nos dió en el metro es probable que evitemos usar de nuevo el transporte público.
Ello generará consecuencias de diferente magnitud que alterarán su día a día en mayor o menor medida, tanto a nivel personal como social y laboral. La funcionalidad y la vida cotidiana de la persona con esta problemática van a verse limitadas por el pánico y la evitación de circunstancias que lo puedan generar. De hecho, es habitual que el sujeto acabe padeciendo también problemas depresivos o incluso de consumo y abuso de sustancias.
Las crisis de ansiedad como algo no patológico
Experimentar un ataque de pánico es ciertamente una experiencia extremadamente desagradable y aversiva. Como hemos dicho, es habitual que llegue a aparecer el miedo a morir o a volverse loco. Además, muchos síntomas recuerdan en cierta medida a los de un infarto, lo que refuerza la idea de que está pasando algo muy grave y se aumenta el pánico y la ansiedad y refuerzan los síntomas antes descritos.
Pese a ello hay que tener en cuenta que los ataques de pánico no son indicio per se de ningún trastorno a menos que se den de forma muy recurrente y que generen evitaciones ante la anticipación de su ocurrencia. De hecho, un porcentaje relativamente elevado de la población mundial va a sufrir en algún momento a lo largo de su vida alguna crisis de ansiedad o ataque de pánico. Ello es especialmente frecuente en sociedades demandantes y con un alto nivel de exigencia, cosa frecuente en la actualidad.
Pero a pesar de lo dicho sí que se deben tener en cuenta cuando se evalúa psicopatología, dado que no es infrecuente que aparezcan tanto en el trastorno de pánico como en otros problemas mentales.
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Relación con la agorafobia
El trastorno de pánico se ha visto tradicionalmente muy ligado a otro problema psicológico denominado agorafobia, en que se da temor y ansiedad ante la idea de exponerse a lugares en los que escapar sería difícil o podría no recibir ayuda en el caso de sufrir un ataque de pánico u otras situaciones embarazosas (si bien la mayoría de la población considera es que es el miedo a los espacios abiertos, en realidad el temor subyacente y lo que provocaría evitación de estos y otros tipos de espacios sería este).
Ello es debido a que es muy frecuente que sujetos agorafóbicos anticipen la ansiedad y los ataques de pánico y eviten dichas situaciones. De hecho, aunque en la actualidad se diagnostican por separado hasta hace pocos años se distinguía entre trastorno de pánico con o sin agorafobia.
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Confusión con problemas cardíacos
Uno de los miedos más habituales que surgen en el momento de sufrir un ataque de pánico es el de estar apunto de morir debido a un ataque al corazón. Se trata de una confusión lógica, teniendo en cuenta que muchos de los síntomas son similares a una angina de pecho o a un infarto de miocardio: taquicardia, dolor en el pecho, sudoración…
Sin embargo, hay que tener en cuenta que existen diferencias entre ataque de pánico e infarto. Entre ellas destacan que en el infarto, a menos que aparezcan otras problemáticas o surja ansiedad, no hay hiperventilación ni sensación de pérdida de control corporal. El dolor es diferente y suele ser más generalizado, además de que mientras en el infarto hay vinculación con la realización de esfuerzo, en la ansiedad no ocurre esto. También es diferente la duración de los síntomas. En cualquier caso es recomendable acudir a un centro médico.
¿Cuál es la causa?
Al igual que con otros trastornos, la causa exacta de porqué unas personas desarrollan un trastorno de pánico y otras no no son totalmente conocidas.
La aparición de la primera crisis puede deberse a factores situacionales, mientras que algunos autores proponen que la recurrencia, anticipación y preocupación por los ataques de pánico se dan ante la generación de interpretaciones negativas y aversivas de sensaciones corporales no vinculadas a la ansiedad.
El hecho de que se interpreten como ansiógenas algunas sensaciones genera que aparezca miedo y ansiedad, lo que en último término acaba por generar la aparición de una crisis.
Asimismo también se especula con la posible influencia de los genes, siendo los trastornos de ansiedad por lo general más frecuentes en familias con casos previos. También puede tener cierta influencia el aprendizaje de modelos de comportamiento o las experiencias previas.
Tratamiento y terapia
El trastorno de pánico es un problema altamente incapacitante para quien lo sufre y suele tener una tendencia a ser crónico si no es tratado. Afortunadamente, los estudios llevados a cabo sobre este trastorno de ansiedad indican que los tratamientos disponibles más habituales y recomendados suelen tener una muy elevada eficacia, concretamente de más de un 80% de recuperaciones.
Uno de los tratamientos más frecuentes y con mayor eficacia es, al igual que ocurre con las fobias, la exposición. Esta técnica se basa en poner al sujeto en situaciones en que experimente poco a poco situaciones que evite y le generen ansiedad para que pueda ir reduciendo el nivel de miedo y ansiedad ante estas y la evitación que suelen suponer.
Es importante tener en cuenta que la exposición debe ser gradual, siendo necesario pactar con el paciente una jerarquía de situaciones temidas para ir poco a poco logrando reducir la ansiedad generada. En el caso del trastorno de pánico, estamos hablando tanto de situaciones que eviten por miedo a sufrir un ataque de pánico como de trabajo a nivel interoceptivo, incluyendo la exposición a sensaciones vinculadas al pánico (por ejemplo la hiperventilación).
Otro de los tratamientos más eficaces, que puede darse junto con el anterior, es la reestructuración cognitiva. En este caso pretendemos combatir los pensamientos y creencias disfuncionales que han generado y/o mantienen el problema. Se busca descatastrofizar la situación y lograr cambiar las interpretaciones negativas de las sensaciones corporales de manera que no se atribuyan al acontecimiento de una crisis de ansiedad. También se emplean experimentos conductuales en los que se pide al paciente que realice pruebas para comprobar si sus pensamientos e hipótesis sobre lo que ocurre (siendo en cierta manera una pequeña exposición) se ajustan o no a la realidad.
Enseñar técnicas de relajación pueden servir para rebajar el nivel de ansiedad y angustia o aprender a controlarlo, resultando de gran utilidad para el paciente.
Uso de fármacos
En ocasiones se emplean también psicofármacos, siendo habitual que se prescriban benzodiacepinas y tranquilizantes o incluso algunos antidepresivos como los ISRS. El uso de estos fármacos puede ser útil para reducir el nivel de ansiedad, pero es necesario combinarlo con psicoterapia de manera que el sujeto aprenda a modificar sus creencias y deje de evitar situaciones y sensaciones, de manera que no se produzcan recaídas tras la retirada del fármaco.
Referencias bibliográficas:
- American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Quinta edición. DSM-V. Masson, Barcelona.
- National Institute of Mental Health (s.f.). Trastorno de pánico: cuando el miedo agota. [publicación online]. Disponible en: https://www.nimh.nih.gov/health/publications/espanol/trastorno-de-panico-cuando-el-miedo-agobia/index.shtml#pub8