Convertirse en emprendedor no es fácil, y a la hora de dar el gran salto nos abordan montones de miedos e inseguridades típicas. Como emprendedor y mentor de emprendedores voy a contarte los secretos que he aprendido a lo largo de estos años.
El miedo a la inestabilidad económica
Probablemente, el miedo más común a la hora de emprender es el miedo a no poder estabilizar los ingresos y no poder “sostener” el estilo de vida que deseamos ahora que estamos emprendiendo. Lo he visto cientos de veces, lo escucho constantemente, y puedo decirte que es normal, a la vez que puede trascenderse.
Básicamente, tiene que ocurrir un cambio en nuestra forma de pensar, en nuestra mentalidad o mindset: un cambio de la mente de empleado a la de emprendedor (o mejor aún, empresario). Mientras que el empleado suele basar su seguridad en el cheque que recibe a fin de mes, el emprendedor debe aprender a basar su seguridad en las propias cualidades y capacidades internas. Para eso, deberemos trabajar continuamente en el desarrollo de nuestra seguridad, autoestima, autoconfianza, resiliencia, entre otros factores cruciales. ¿Difícil? Sí. ¿Imposible? Para nada. ¿Y la recompensa? Enorme.
Además, debemos entender que cuando trabajamos para una empresa, la misma hace las veces de “filtro” de la realidad exterior y sus condiciones. Es como un velo, que permite al empleado desentenderse, al menos en forma parcial, de la realidad financiera de la organización a la que pertenece: ¿tuvo la empresa un mes bueno de ventas? ¿Un mes malo? ¿Hay una crisis nacional, mundial, o propia del rubro? Muchas de estas cuestiones pasan desapercibidas para el empleado, no así para el emprendedor o dueño de negocio.
Entonces, si queremos contar con un “piso” de ingresos garantizado, es preciso comprender que como emprendedores tendremos que crecer varios niveles por encima de ese umbral para que el promedio de ingresos, de naturaleza oscilatoria, quede más elevado que nuestro “mínimo aceptable”.
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El miedo a perder la libertad
En mis cursos para emprendedores primerizos suele aflorar este otro miedo, tan común, a quedar aprisionados por todas las tareas del propio negocio y perder así la libertad que, usualmente y para muchos, había sido uno de los principales motores del cambio a nivel laboral.
Lo cierto es que sí, muchas veces cuando comenzamos a emprender, somos como el hombre o la mujer orquesta. Hacemos todo, de todo. Pero también es cierto que si queremos crecer tendremos que aprender a sistematizar, delegar y supervisar. Crear estructuras que trabajen por nosotros. Con la ayuda de algún mentor que nos guíe, podemos acelerar este proceso y finalmente acceder a esa libertad de tiempo y recursos que soñamos cuando pensamos en emprender en primera instancia.
Después de todo, dar el paso para emprender es decidir quitarnos el techo que teníamos impuesto como tope para nuestro sueldo, para abrirnos a una realidad sin límites en la que nosotros mismos podemos determinar hasta dónde queremos llegar. La clave aquí es desarrollar nuestro pensamiento estratégico para hacer que nuestro tiempo valga cada vez más: tenemos que aprender a hacer más con menos, o como suelo decir: construir maquinarias (empresas) para aportar valor al mundo mientras dormimos.
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El miedo a la responsabilidad
Después de todo, cuando tenemos una empresa ofrecemos un producto o servicio al mundo, es decir a nuestros clientes, y establecemos compromisos con ellos por los cuales nos retribuyen monetariamente. Un poco más adelante comenzamos a necesitar ayuda para crecer, contratamos a nuestros primeros empleados y de nuevo la responsabilidad crece. Entonces empiezan a asomar los miedos a hacernos cargo de todo eso, y si seremos capaces, si realmente tenemos “madera de emprendedor”.
De nuevo, es un tema recurrente en mi programa máster para emprendedores. Lo cierto es que emprender va a ponernos cara a cara con nosotros mismos y con cuánto deseamos realmente hacer lo que estamos haciendo, a la vez que para qué lo hacemos y a quiénes estamos ayudando con nuestro producto o servicio. Por este motivo, es tanto más fácil emprender como fruto del propósito personal, porque es un punto al cual podemos volver para dar sentido a lo que hacemos y superar las dificultades del proceso. Los emprendimientos con una misión clara llegan más lejos y aceptan mayores responsabilidades.
Además, emprender es fabuloso para desarrollar nuestras capacidades internas. Sí, al principio puede sentirse como un proceso de mayor toma de responsabilidad, pero a fin de cuentas: ¿no es así como crecemos? En mi trabajo como coach lo veo constantemente. A medida que maduramos, somos capaces de tomar mayores responsabilidades, sostener con mayor soltura, y elegir mejor nuestros compromisos. Emprender es un entrenamiento hermoso para ello.
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Conclusión: destinados a emprender
Para finalizar, me gustaría compartirte una reflexión que hago usualmente con mis estudiantes, cuando les digo que “todos estamos destinados a emprender”. Si bien entiendo que no todos terminarán siendo emprendedores (de hecho, sólo un pequeño porcentaje lo hará) lo digo porque en verdad así lo creo: en mi propia experiencia y la de otros que he podido mentorear he visto que el momento de emprender llega cuando desde dentro nuestro pulsa un deseo capaz de brindar al mundo algo distinto, diferente, algo que nos represente más íntimamente, y casi nunca ocurre que la empresa actual en la que nos encontramos sea el medio o superestructura adecuada para ello.
Quiero decir que, filosóficamente hablando, todos estamos llamados a descubrir nuestra propia estructura, una que nos represente para aportar nuestro valor intrínseco al mundo. Y eso… eso es justamente nuestra propia empresa: una plataforma para aportar, para dar. Citando al célebre Khalil Gibran: “el trabajo es el amor hecho visible”.