Convertirse en coach supone, cada vez más, una opción atractiva para quienes quieren dedicar su carrera profesional a ayudar a los demás en varias áreas de sus vidas. Sin embargo, como hace relativamente poco tiempo que existe el coaching, algunos toman la decisión equivocada, ya sea por no atreverse a dar el paso o por intentarlo para luego descubrir que no es lo que esperaban.
En esta entrevista con la coach Ana Calvo, ex alumna de la escuela de coaching InnerKey, hablamos sobre cómo se vive esta preparación para trabajar ayudando a coachees.
Entrevista a Ana Calvo: la satisfacción de ser coach
Ana Calvo es exalumna de InnerKey y Coach Profesional. En esta charla con ella, nos habla sobre el proceso de profesionalizarse en el mundo del coaching.
¿Cómo es la curva de dificultad de convertirse en coach?
Supongo que la respuesta será distinta según a quién preguntes. En mi caso, cuanto más tiempo dedicaba a ampliar conocimientos, más crecía mi interés. Así que la dificultad no estuvo tanto en la asimilación de conceptos o el desarrollo de habilidades, sino en confiar en mí y en que un modo de vida diferente es posible, sorteando mi impaciencia.
Generalmente, cuando uno decide “qué quiere ser de mayor”, el coaching no suele estar entre sus opciones. Al fin y al cabo, esta oferta formativa no se presenta en universidades o centros de formación profesional. Y aunque hoy en día, casi todo el mundo ha escuchado la palabra coaching alguna vez, posiblemente no tantos conocen en qué consiste.
Con esto quiero decir que convertirse en coach, suele ser algo que llega después. Cuando uno siente que algo falla en su vida. Y para entonces, normalmente ya cuenta con cierto recorrido profesional y una estabilidad económica. Y aunque estudiar coaching y embarcarse en este viaje introspectivo, requiere de coraje, a la hora de apostar y confiar, aparecen el miedo y la duda. Y ahí reside en mi opinión, la verdadera dificultad.
Enfrentarse a la incertidumbre, a lo desconocido, a empezar de nuevo, a soltar lo viejo, al síndrome del impostor, a las creencias limitantes… y a todo lo que conlleva salir de la zona de confort. Y si aflora el sentimiento de soledad, puede dificultar aún más dar el paso definitivo.
Y muchas veces lo hace. Porque cuando empiezas a trabajar en ti, suceden cambios que no siempre se comprenden o aceptan desde fuera. La buena noticia es que todo eso se ve luego compensado con creces por la satisfacción de ser coach.
¿Cuáles son las áreas del coaching que más te gustaban en un principio, al plantearte esta salida profesional?
Sin duda el coaching personal, porque considero que es la base de todo. Puede aplicarse a cualquiera de las facetas de nuestra vida; relaciones, trabajo, crecimiento personal… Y más concretamente el coaching transpersonal, que es capaz de llegar a unos niveles de profundidad muy interesantes y lograr resultados sostenibles.
Y aunque no estaba en mi planteamiento inicial, después de enamorarme por completo del coaching transpersonal, decidí ampliar horizontes y formarme también en el área de coaching de equipos. Que, junto al transpersonal, creo que conforma un tándem muy potente.
El coaching educativo es otra de las áreas que me invita a seguir creciendo como profesional. Especialmente tras hacerme más consciente del impacto que tienen nuestra infancia y adolescencia en la vida adulta.
¿Y cuáles son las áreas del coaching que más te han sorprendido en el proceso de aprendizaje?
La metodología del coaching de equipos en sí me sorprendió bastante. Ya que se trabaja de manera muy distinta al transpersonal y supone un gran reto para el coach, que de inicio desconocía.
Y dentro del terreno del coaching transpersonal; la gratitud y el perdón han sido la mayor de las sorpresas para mí. Ser capaz de transformar el sufrimiento en gratitud. Y comprender que perdonar es sinónimo de liberación personal, son ideas que antes me parecían impensables.
Por otro lado, profundizar en las emociones, las creencias limitantes y las subpersonalidades, me han resultado pistas clave también, para guiarme en la búsqueda de respuestas.
¿Qué aspectos del día a día trabajando como coach te motivan más?
Mi motivación, en general, se alimenta principalmente de retos y aprendizajes. Y este es uno de esos trabajos en los que el cielo es el límite.
Poder trabajar con infinidad de personas tan diferentes, además de un reto constante, supone un aprendizaje continuo a través de todas ellas. Y sumado a que no existe un día igual que otro, resulta perfecto para impedir el paso a la monotonía.
Por otro lado, ser testigo de cómo se superan y transforman los coachees, es uno de los mayores regalos que ofrece esta profesión. Me siento muy afortunada por ello. Y si hoy puedo disfrutarlo, es gracias a que alguien antes, también me acompañó en mi evolución.
Me motiva mucho la idea de seguir expandiendo ese legado, compartiendo el agradecimiento que siento, a través de mi labor con otras personas.
¿Has descubierto algo acerca de ti a medida que has ido aprendiendo sobre coaching?
¡Constantemente! Como dicen “mis maestros”, esto no termina nunca. Es cierto que no todos los descubrimientos se viven igual. Al menos en mi caso, ha habido algunos que han supuesto un repentino tsunami interior (y necesario también).
Otros que han servido para dar luz y confirmar algunos aspectos que ya sospechaba.
Y en otros casos, el descubrimiento ha sido algo más parecido a resolver un enigma. Como si tuviera unas piezas de puzzle que parecían no encajar en ningún lugar y de repente, no sólo encuentran su sitio, sino que le dan sentido a todo. Es mágico cuando eso sucede.
¿A qué tipo de persona le recomendarías formarse para dedicarse al coaching?
Bueno, si hay algo que creo que tenemos en común las personas que nos dedicamos a esto, es la necesidad de contribuir al mundo aportando nuestro granito de arena con algo que consideramos útil. Y en este caso, la forma de hacerlo es compartiendo aquello que nos ha funcionado a nosotros. Aquello que nos ha ayudado a vivir la vida de forma mucho más plena.
Tener esa inquietud y ser una persona empática, mentalmente abierta, que sabe escuchar y con tendencia a ayudar a los demás, pueden ser algunas pistas. Pero con esto no quiero decir que sean las únicas. La intuición aquí es esencial.
Independientemente de si luego se dedica a ello o no, es el mejor regalo que puede hacerse.
Por supuesto querer mirarse dentro, es requisito indispensable para que funcione. Pero todo aquel que esté dispuesto a hacerlo, con o sin intención de dedicarse al coaching, ya sea a través de un proceso o de una formación, vivirá una experiencia que puede cambiarle la vida.