El árbol de las pre-ocupaciones

Una reflexión sobre cómo el árbol de las pre-ocupaciones ayuda a entender las preocupaciones.

El árbol de las pre-ocupaciones

Quiero presentar aquí mi analogía del “árbol de las pre-ocupaciones”. Todos sabemos que un árbol está constituido de tres partes principales: sus raíces, su tronco y sus ramas.

Lo que tardamos en descubrir es que el volumen de las raíces es similar al de sus ramas. Así, un árbol presenta una doble copa: una aérea y visible y otra subterránea y disimulada.

Necesidades versus preocupaciones

Nuestras preocupaciones están íntimamente ligadas a nuestras necesidades. De hecho, si consideramos la famosa pirámide de necesidades de Maslow, su autor nos explica que uno no se preocupa por intentar satisfacer una necesidad de un nivel superior si no están cubiertas sus necesidades de nivel inferior. Esto se traduce de la siguiente manera: es más apremiante respirar que beber, beber que comer y sentirse seguro que auto-realizado…

Por esta razón, parece que la gradación de las preocupaciones se presenta de manera diferente a la de las necesidades. Así por ejemplo, nuestra necesidad más inmediata, la de respirar, salvo circunstancias extraordinarias, no nos preocupa en absoluto.

Una necesidad, entendida como falta o carencia, es algo pasivo, mientras que la preocupación es proactiva, prepara para la acción. La preocupación es literalmente una pre-ocupación, es decir, una preparación a ocuparnos de satisfacer una necesidad o de resolver un problema.

La preocupación se diferencia de la necesidad por su carácter anticipatorio. Uno puede no tener hambre porque acaba de comer pero preocuparse por lo que va a comer mañana a pesar de tener la necesidad fisiológica de alimentarse cubierta.

Lógica y cronología

La pirámide de Maslow se establece sobre un criterio lógico: el hecho de que unas necesidades sean más necesarias que otras. Pero el árbol de las pre-ocupaciones se entiende también siguiendo un punto de vista cronológico o evolutivo. Lo primero que vemos del árbol es su copa aérea que representa las condiciones del disfrute de la vida:.

Al bebé le preocupa superarse en cada momento, está en la pura auto-realización buscando cada día nuevos movimientos corporales (girarse, sentarse, gatear,…), sonidos. La preocupación del bebé es su auto-realización mientras que sus necesidades básicas no le preocupan en absoluto, está en la inmediatez, se encarga de manifestarse para ser atendido cuando algo le hace falta, pero no anticipa nada. Son los padres o cuidadores los que se preocupan de prepararle la comida, la ropa... El bebé sólo se preocupa de su superación personal porque tiene sus otras necesidades cubiertas.

De niños seguimos preocupándonos por jugar y satisfacer nuestras necesidades de movimiento y curiosidad.

Más adelante en la adolescencia nos preocupan las relaciones con los amigos que nos aportan afiliación y reconocimiento.

Con el fin de la infancia termina una edad dorada de despreocupación y disfrute. Y finalmente, tomamos consciencia de que nuestras condiciones de disfrute (eso que hace que la vida valga la pena ser vivida), están asentadas sobre unas raíces hasta entonces escondidas a nuestra vista: las condiciones de posibilidad de la vida que vivimos.

En la edad adulta es cuando empezamos a hacernos cargo de nosotros mismos y a preocuparnos de cosas que tienen que ver con esas condiciones de posibilidad de nuestra vida: pagar el alquiler, conseguir comida, abrigo y para ello remuneración… Cuando decimos que a unos niños se les roba su infancia suele ser porque tienen que preocuparse por sus necesidades básicas de seguridad y/o fisiológicas en ausencia de un adulto que asuma esa responsabilidad.

Árbol de las preocupaciones

¿Hasta dónde profundizan las raíces...?

Aún siendo adultas muchas personas suelen preocuparse únicamente por las cosas que les tocan de cerca, mientras que delegan en otros preocupaciones más lejanas. Por ejemplo, nos solemos preocupar de repostar el depósito del coche antes de quedarnos sin carburante, pero no nos preocupamos de si el petróleo es un recursos no renovable, cada vez menos disponible o contaminante.

Nos preocupamos de rellenar la nevera de comida, pero no de que se pierden cada año miles de hectáreas de suelo cultivable por la erosión debida a la agricultura intensiva moderna. Nos preocupamos de llevar a nuestros hijos de manera puntual a la escuela pero no de la utilidad del programa escolar. Nos preocupamos de pagar nuestras facturas, pero no de la economía del país en el que vivimos. Nos tomamos las medicinas que nos recetan sin preocuparnos de los intereses lucrativos tras las políticas sanitarias.

Compramos bienes de consumo sin preocuparnos por la sostenibilidad de nuestra forma de vida. En todos estos casos damos por sentado que preocuparse por ello es el cometido de personas que asumen esa responsabilidad y que consideramos competentes.

Cuando no preocuparse no es una opción

Cuando unas personas empiezan a preocuparse las condiciones de posibilidad de su existencia, por ejemplo: acerca del cambio climático, de la necesidad de ahorrar energía, de la eventualidad de una guerra, o porque las personas responsables son incompetentes, se produce una toma de consciencia y un proceso de maduración a menudo doloroso. Podemos sentirnos impotentes al descubrir esas nuevas preocupaciones, un poco como si el árbol de la metáfora hubiera extendido sus raíces para descubrir que las condiciones de posibilidad de nuestra vida se asientan sobre realidades no tan firmes como confiábamos.

Para unos estas preocupaciones fundamentales, dejarán de serlo a través de la distracción o del entretenimiento. Para otros, la toma de consciencia puede dar lugar a ansiedad, eco-ansiedad o angustia y necesitar que se lleven a cabo cambios prácticos reales y profundos pero inmediatamente imposibles en la manera de vivir, para asegurar la capacidad de satisfacer necesidades de manera duradera. Gobernar su vida es prever y actuar para que no nos falte de nada indispensable, es preocuparse en el buen sentido de la palabra.

En conclusión

Si te sientes preocupado por amenazas de cambios drásticos en tu vida, tus preocupaciones pueden ser legítimas y merecen ser escuchadas y tenidas en cuenta. Puede ser complicado compartir ciertas preocupaciones, incluso en terapia, pero te animo a hacerlo para encontrarle una solución.

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