“El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”, decía el filósofo Roulet; y es que a veces nos cuesta aprender de nuestra experiencia. Cometemos una y otra vez los mismos errores, y nos decepcionamos siempre de nuevo.
Todos nos hemos sentido decepcionados alguna vez en la vida. Puede haber sido por una persona (incluido nosotros mismos), por una situación, o por la sociedad en sí misma. Cuando esto ocurre, tendemos a buscar culpables y sumirnos en nuestro dolor y pensamientos.
Sin embargo, en vez de eso, podríamos buscar posibles soluciones o pensar en las ventajas futuras que podemos aprender si nos fijamos bien. ¿Y por qué no lo hacemos? ¿Y cómo podríamos? Sigue leyendo este artículo y podrás saber qué es la decepción, porqué nos cuesta aprender de ella y cómo podemos aprender de las decepciones.
¿Qué es la decepción?
La decepción es una emoción compleja, ya que engloba otras más primarias, como la tristeza o el enfado, junto con sentimientos de insatisfacción, desilusión y engaño. Además, se define como decepción a la misma situación que provoca esta emoción, lo cual ocurre cuando nuestras expectativas, esperanzas o metas se ven truncadas.
Como todas las emociones, la decepción es adaptativa, siempre y cuando esté ajustada a los hechos. Nos ayuda a reevaluar nuestras expectativas y objetivos en función de nuestra experiencia, lo que implica también cambiar nuestras decisiones y acciones. Así, a pesar de ser una emoción desagradable, nos permite disfrutar en un futuro y poder alcanzar nuestras metas.
Aunque en un principio parezca que la decepción solo es causada por culpa de los demás, realmente nosotros mismos contribuimos a su aparición, ya que es provocada por nuestras expectativas y nuestra valoración de los hechos. Esto no quita responsabilidad a otra persona si ha sido quién nos ha decepcionado, ni mucho menos.
Las expectativas y la interpretación de lo sucedido, a su vez, dependen de nuestras creencias básicas, nuestra visión de la vida y valores morales. Estos tres factores determinan qué esperamos de los demás, de nosotros mismos y de la vida en general. En cuanto ocurre algo que va en contra de ellas, nos sentimos decepcionados.
La decepción puede ser provocada por muchos sucesos, clasificables según quién sea el responsable: la decepción con uno/a mismo/a, cuando tenemos las expectativas muy altas sobre nosotros mismos y no las alcanzamos; con nuestros conocidos, por ejemplo, quién ha dado mucho de sí mismo/a, y espera recibir a cambio el mismo esfuerzo, pero no ocurre; y con la sociedad, cuando se cree en una utopía y nos sentimos desalentados con la realidad.
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¿Por qué nos cuesta aprender de una decepción?
Las expectativas nos nublan la razón si son demasiado altas, no permitiéndonos ver lo bueno de la situación. Por ejemplo, puede que nos centremos demasiado en cómo nos sentimos e intentemos luchar contra la realidad o la emoción, causándonos más sufrimiento. También puede pasarnos que nos fijemos solo en lo negativo de lo que ha pasado y en quién tiene la culpa, buscando en quién descargar nuestra ira y si podemos sentirnos como víctimas.
Al mismo tiempo, tendemos a ser más destructivos que constructivos. Ya sea nuestra responsabilidad o la de otros lo que ha ocurrido, nos echamos las culpas por haber esperado tanto de la situación y nos criticamos duramente, a la vez que nos sentimos enfadados con otros por no haber cumplido nuestras expectativas irreales. Todo esto puede impedirnos analizar qué podemos sacar de la situación, mejorar de nosotros mismos y cómo podemos cambiar nuestras expectativas.
A veces, nos cuesta ser realistas, y tendemos a ser algo soñadores o a tener esperanza injustificada. Estas ideas vienen muchas veces por convencionalismos sociales, como que la familia ofrece un amor y cuidado incondicional, y que el amor de pareja puede por encima de todo. De esta manera, nuestras expectativas son moduladas en gran parte por las creencias sociales, y nos resultan difíciles de cambiar.
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¿Cómo puedo aprender de las decepciones?
Para poder aprender de las decepciones, necesitamos hacer un análisis profundo de nosotros mismos, nuestras creencias, valores y expectativas en general. Puedes hacerlo incluso por escrito, lo más probable es que te ayude verlo en papel. Te dejo a continuación una serie de pasos para reconvertir la decepción a una emoción constructiva y que te ayude a conseguir tus objetivos.
1. No le des más vueltas a lo negativo
Si no te está funcionando darle vueltas una y otra vez a lo que ha pasado, es porque solo te estás centrando en lo negativo sin una visión constructiva. No busques más culpables, y si el problema ya no tiene solución y no tienes la oportunidad de conseguir lo que querías, no tiene sentido seguir pensando en ello y construir castillos en el aire.
Si solo te centras en tus pensamientos y emociones, únicamente vas a conseguir el doble de sufrimiento, agotamiento y frustración. Recuerda que no tenías toda la información antes de lo que ha pasado, de manera que es posible que no pudieras preverlo ni aunque quisieras.
No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos controlar en cierta medida el futuro. Acepta lo sucedido, sin juzgar duramente ni a ti ni a los demás. Date un tiempo igualmente, porque cada decepción es un pequeño duelo por algo que esperábamos tener o dábamos por hecho que no íbamos a perder.
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2. Analiza la situación de forma objetiva
Una vez cumplido el paso anterior, analiza la situación más calmadamente. Puede que la decepción no sea tan grande como pensabas, que no haya habido una traición o un daño intencionados por parte de nadie, o que incluso sí hayas conseguido cumplir parte de tus expectativas y objetivos, aunque no sea al nivel que esperabas en un principio. Menos da una piedra.
3. Piensa en cómo podrás evitar la decepción en el futuro
Los dos pasos anteriores no son aprendizajes como tal, pero sí te permiten realizar los siguientes y aprender a través de ellos. Por ejemplo, ahora que ves la situación de forma objetiva, piensa cómo podrás hacerlo de otra manera en el futuro. Ten en cuenta que el futuro puede ser impredecible y solo tenemos el control de nuestras acciones y decisiones, además de moderar en cierta medida nuestros pensamientos y expectativas.
Trabaja con esos factores y plánteate que ocurriría si vuelves a vivir exactamente la misma decepción. ¿Harías todo igual? ¿Has cambiado tus expectativas sobre esa persona o ese objetivo? ¿Cómo podrías evitar que ocurra la decepción en sí, el suceso? Estas solo son algunas preguntas de las que tienes que plantearte, las demás dependen de la decepción que hayas vivido.
4. Ajusta tus expectativas
Puede que te hayas dado cuenta con el paso anterior que tu mayor error era haberte creado unas expectativas muy altas. Por tener una única forma de ver las cosas, tendemos a pensar que los demás harán y pensarán todo igual que nosotros, y que son de la misma manera, pero nada más lejos de la realidad. Cada persona tiene su propia idiosincrasia. Esta visión nos crea unas expectativas sobre los demás que nunca se van a cumplir.
Además, si dependemos de los demás al cien por cien para ser felices, nuestras expectativas sobre los demás estarán muy altas. Si no conseguimos hacernos felices por nosotros mismos, nuestra única fuente de felicidad serán nuestros conocidos, y teniendo en cuenta que no podemos controlarlos, es fácil que no cumplan nuestras expectativas.
También es importante ajustar las expectativas sobre nosotros mismos. Existe la creencia de que siempre tenemos que ser nuestra mejor versión, pero tenemos que ser conscientes de nuestras propias capacidades y límites, y no exigirnos muy por encima de ellos. Poder desarrollarnos como personas, pero respetando nuestras características y ritmo.
5. Busca nuevas formas de conseguir lo que quieres
Si la decepción es por otra persona, puede que tengas que ser asertivo/a. Las personas no pueden conocer tus necesidades si no se las dices expresamente, ni siquiera cuando las consideres muy básicas (a veces hay que dar facilidades y no dar por hecho que te entienden). Sé comprensivo/a con las limitaciones de esta persona, puede que no sea suficientemente empático para haber supuesto que necesitabas o no ha sabido dártelo.
En cambio, si eres tú quien te has decepcionado a ti mismo/a, permítete equivocarte, todos cometemos errores de vez en cuando, eso nos hace humanos. Y lo más importante, no dejes que la decepción limite tu vida. Si no has cumplido tus expectativas la última vez, ahora que las vas a ajustar a tus capacidades para desarrollarlas poco a poco, es más probable que lo consigas en el próximo intento. Vuelve a probar a pesar del miedo.