Todo el mundo tiene grandes sueños en esta vida. Sin importar la edad, el género, la cultura o la raza todos queremos llegar a ser felices y conseguir nuestras grandes metas vitales es una buena forma de acercarnos a la felicidad.
Pero de la misma manera que esas metas nos satisfacen enormemente una vez se cumplen, el camino que lleva a ellas, con sus esfuerzos y sacrificios, no es cómodo e, incluso, nos da miedo pero claro, si no nos atrevemos a arriesgarnos ni a sufrir en el camino que lleva a nuestro éxito simplemente no lo vamos a conseguir.
Muchas personas quieren conseguir sus metas pero temen el esfuerzo que viene antes de llegar a ellas. Se dicen “si esforzándome puedo conseguir lo que quiero y ser feliz entonces, ¿por qué no lo hago? ¿Por qué tengo miedo a la vida?” A continuación abordaremos a fondo esta cuestión.
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¿Por qué tengo miedo a la vida?
Temerle a la vida es algo bastante común pero curiosamente pasa mucho desapercibido. Prácticamente todo el mundo lo ha sentido en algún momento de sus vidas, manifestándose con sentimientos muy profundos, con una sensación desagradable en el pecho y viendo el mundo peor de lo que realmente es. El miedo a la vida no es, en sí mismo, tenerle miedo a vivir, sino a empezar el tormentoso camino que nos lleva a poder disfrutar de ella.
La vida no es un camino de rosas. Para poder disfrutarla, para poder vivir con todas sus letras, es necesario arriesgarnos en las decisiones que tomemos, invertir en nuestra felicidad poniendo esfuerzo y sacrificando algunos placeres inmediatos para conseguir nuestros objetivos a largo plazo. Son cambios que no son cómodos y la incertidumbre que los acompaña da miedo, sobre todo si nos alejamos mucho de nuestra zona de confort pero debemos entender que si no cambiamos de hábitos no cambiaremos nuestras vidas, teniendo que resignarnos con nuestra situación actual.
Es cierto que el miedo puede actuar como protector de tomar decisiones demasiado alocadas, sin embargo, tenerle miedo a cualquier cosa que se aleje de lo que estamos acostumbrados, pese a que sabemos que de hacerlas nos acercará a aquello que nos hemos propuesto, nos limita mucho. Sentir miedo es natural, pero dejar que nos frene para lograr nuestros sueños y metas puede convertirse en una auténtica tragedia. Si el miedo nos controla y nos convence que esforzarnos no servirá de nada no vamos a avanzar. Nos habremos dado por vencidos antes de dar el primer paso.
Pero vivir no únicamente significa conseguir grandes metas vitales, sino ser felices siendo tal y cómo somos. Tenerle miedo a la vida puede significar también hacer lo mismo que los demás, “ir sobre seguro”, seguir la corriente temiendo que si mostramos cómo realmente somos los demás nos juzgarán. Nadie quiere sentir que no encaja pero es mucho peor engañarnos a nosotros mismos para contentar a los demás que mostrar como realmente somos y que los demás no lo entiendan. No podemos ser felices si no arriesgamos y nos comportamos cómo realmente queremos viendo a ver qué pasa.
Entendiendo el miedo a la vida
El miedo, como emoción en general, es necesario para nuestra supervivencia. Cuando sentimos miedo es porque sentimos que algo malo nos puede ocurrir y deberíamos ir con cuidado. Tanto los seres humanos como el resto de animales sentimos miedo ante peligros que nos hacen o luchar o huir. Se haga lo que se haga, el miedo nos motiva a proteger nuestra integridad física y mental y, en esencia, sobrevivir con el mínimo daño posible.
Sin embargo, una peculiaridad de los seres humanos es que podemos sentir miedo ante algo que todavía no ha pasado, además interpretarlo como más amenazante de lo que realmente es y, por lo tanto, evitarlo cuando puede que no sea necesario. Lo que interpretamos como “peligroso” puede no serlo en absoluto o, si afecta a nuestra integridad física y emocional, puede que lo haga de una forma más suave y temporal de lo que creíamos. Puede que nos estemos privando de una gran experiencia pensando que es una potente amenaza.
Como decíamos, sentir miedo a la vida nos limita, nos impide avanzar. Por ejemplo, pensemos en alguien que quiere ponerse en forma porque no está cómodo con su cuerpo y esto hace que esté baja su autoestima. Considera que estando en forma se verá bien en el espejo, se sentirá seguro de sí mismo y tendrá más éxito en sus relaciones sociales y por este motivo decide apuntarse a un gimnasio para cumplir su sueño.
Pero pese a que se dice que va a ir tres veces a la semana y hará ejercicios de fuerza, como levantamiento de pesas o apuntarse a “body pump”, no lo cumple. Se pone excusas diciendo que es por falta de tiempo o porque tiene otras tareas más importantes que hacer pero, si estar en forma es su sueño, algo que piensa que le hará feliz ¿acaso ir al gimnasio no es una prioridad? Su situación actual le hace tener baja la autoestima y no disfruta de la vida, con lo que está alargando su sufrimiento actual.
Indagando más descubrimos que aunque mantenerse en su zona de confort actual le hace sentirse mal, él se imagina que ir al gimnasio le podría suponer más sufrimiento emocional del que ya siente, pese a ser consciente de que es necesario para ponerse en forma. Sí, sí que quiere estar en forma, pero tiene miedo de que al ir al rincón de las pesas haga mal los ejercicios y los demás usuarios lo miren raro, burlándose de él para sus adentros. Su miedo es ese, sentirse humillado, aunque sea un miedo imaginario.
Como podemos ver con este ejemplo, los pasos que nos llevan al éxito podemos percibirlos de una forma tan amenazante que nuestra reacción natural es evitarlos. El problema es que en muchas ocasiones, como no nos hemos enfrentado a esos pasos necesarios para conseguir lo que nos hemos propuesto, no sabemos cómo de “peligrosos” son. De hecho, ni siquiera comprobamos si la situación que nos hemos imaginado es remotamente real o meramente producto de nuestra sesgada mente.
Con este caso que acabamos de comentar, ¿hasta qué punto es real su miedo a ser juzgado por los demás usuarios? No sabe cómo de real es porque para empezar no lo ha comprobado, el miedo lo bloquea. El miedo a lo que no conocemos es algo natural y hasta que no lo probemos no sabremos si había motivos para temerlo. Por este motivo es necesario salir de nuestra zona de confort para poder vivir la vida porque, como hemos comentado, sin arriesgarse ni esforzarse no es posible saber hasta qué punto la situación es tan grave cómo nos hemos imaginado.
Posibles causas
Uno de los motivos detrás del miedo a la vida son las propias experiencias que tiene la persona, además las percepciones que tiene de sí misma. Él o ella ha tenido experiencias en las cuales ha “aprendido” que no lo vale, que el éxito es para otras personas o que de intentarlo tiene muchas posibilidades de que le vaya a salir mal. Y aunque no le fuera a salir mal también puede pensar que no lo va a hacer perfecto y claro, para hacerlo a medias mejor no hacerlo.
El miedo a la vida puede limitarnos tanto que no únicamente damos por imposibles nuestros sueños actuales, sino que además dejamos de fijarnos en todo aquello bueno que sí hemos logrado. Puede pasar que hayamos tenido tantos fracasos recientes que nos creamos absolutos perdedores, dejando de hacer nada nuevo suponiendo que también saldrá mal. Como pone el centro de atención en los fracasos recientes ignora o menosprecia los éxitos que ha tenido en su vida siendo víctima de un potente sesgo de negatividad, una visión negativa de nuestra historia personal que hace que nuestra autoestima sea más baja de lo que ya de por sí es.
Otro de los factores que contribuye a que no nos pongamos manos a la obra en nuestro camino para conseguir nuestras metas es el miedo a fracasar. Todos sabemos que el fracaso es algo muy desagradable, percibido por muchos como un auténtico dolor físico. Muchas personas tienen tanto miedo a sentir el dolor de los fracasos que hacen todo lo posible para evitarlos, siendo la forma más “segura” directamente no iniciar el camino hacia su objetivo. Si no se empieza el camino no hay sufrimiento, pero tampoco hay éxito. Por esto mismo el miedo a fracasar es un gran obstáculo para conseguir nuestras metas.
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¿Cómo superar el miedo a la vida?
Todo el mundo conoce historias de personas famosas que han conseguido aquello que se han propuesto, grandes triunfadores a los que envidiamos porque sentimos que ellos han conseguido metas y sueños que los han hecho felices. Pese a que sabemos que esas personas son de carne y hueso les atribuimos capacidades y habilidades especiales, pensamos que son muy distintas a nosotros. Como nos convencemos de que están hechos de otra pasta ellos triunfan de forma natural, mientras que nosotros simplemente no lo vamos a conseguir.
Es cierto que cada persona es diferente y tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Habrán cosas que se nos den mejor y peor pero esto no significa que las personas sean unas mejores que otras, sino que destacan en diferentes habilidades. Como personas reales que son las personas triunfadoras, ellas también han tenido miedo a la vida como cualquier otro, solo que con la diferencia que han sabido manejarlo, han superado el miedo a la vida y simplemente se han puesto a vivirla. Saben que sin riesgos, sufrimiento y esfuerzo no hay ganancias y se deshicieron del miedo que los obstaculizaba.
De la misma manera que ellas aprendieron cómo manejar su miedo a la vida nosotros podemos hacer lo mismo. Básicamente son dos aspectos los que se tienen que tener en cuenta a la hora de superar el miedo a la vida, siendo uno cambiar la actitud y el otro dejar de centrarse en el pasado, además de tener muy claro que todo en esta vida implica sufrir un poco, un sufrimiento necesario para poder tener éxito después.
Cambiar la actitud
Para vivir sin miedo a la vida es preciso cambiar la actitud frente al día a día. Es fundamental dejar de lado la negatividad que hace que veamos las cosas peor de lo que realmente son, además de dejar de convencernos de que nosotros no lo valemos. Para poder hacer esto es necesario que nos preguntemos y averigüemos de dónde surgieron los sentimientos de miedo, cuál es el origen de los temores a iniciar el cambio tan necesario para lograr ser más felices y conseguir aquello que queremos lograr.
Puede que nos criáramos en una familia muy estricta en donde los errores se veían como síntomas de debilidad e inutilidad. Es posible que en nuestra mente nuestro deseo por conseguir lo que nos hemos propuesto choque con un miedo en el que se piense que cualquier fallo es sinónimo del más absoluto fracaso, una sensación que como hemos comentado antes algunos sienten como un auténtico dolor físico.
También puede pasar que hemos tenido últimamente tantas decepciones que no nos vemos capaces de iniciar un cambio porque no estamos dispuestos a vivir nuevas. Aunque tengamos el antecedente de haber tenido algunos triunfos nos pasa que llevamos una racha tan mala que no queremos sentir más dolor y, por eso, nos quedamos paralizados, estáticos. Pero como hemos insistido antes, si no hacemos algo no podremos progresar.
Sea como sea la forma en la que percibimos el fracaso debemos cambiar nuestra actitud ante él. Lejos de ser sinónimo de la más absoluta incapacidad debemos verlo como algo de lo que se puede aprender, algo que nos enseña cómo no se deben hacer las cosas o que nos motive a intentarlo más veces. Como decíamos la vida no es un camino de rosas y, si nos quedamos parados no vamos a triunfar. No es posible tener éxito sin sufrir y nunca hay que rendirse. Si se falla una quinta vez, se intenta una sexta.
Si nuestra forma de ver el mundo es demasiado pesimista y por mucho que nos esforcemos no conseguimos cambiar nuestra forma de ver nuestros pequeños fracasos lo más adecuado es acudir a un profesional. Los psicólogos son expertos en fomentar cambios de hábitos, ayudando a sus pacientes a progresar en la vida. De hecho, la mayoría de los triunfadores valoran muy positivamente la terapia psicológica puesto que ha sido eso lo que les ha hecho cambiar el rumbo de sus vidas, un cambio que también está a nuestro alcance.
Centrarse en el presente
En muchas ocasiones pasa que estos temores son el resultado de tener una mente demasiado enfocada en lo hipotético y no centrarnos en el momento presente. La mente muchas veces nos pone trampas, intenta que nos pongamos en la peor de las situaciones, nos agobia con todo tipo de pensamientos intrusivos e irracionales que pese a ser muy poco probables nos agobian, haciendo que todo el rato pensemos en todo lo malo que podría ocurrir. Por esto una de las mejores estrategias para hacerles frente es simple: vivir en el aquí y ahora.
De hecho, la experiencia de vivir en el aquí y ahora es un factor protector para nuestra salud mental. Solamente existe un momento en el que podemos actuar para cambiar nuestro futuro: el ahora. En vez de pensar en lo malo que hicimos en el pasado y en las supustas situaciones desagradables del futuro, lo mejor es intentar iniciar cambios ahora mismo. Si tenemos la oportunidad de disfrutar de la vida ahora, ahora es el momento para ello.
En cambio, si es necesario hacer algo desagradable para poder disfrutar mucho de la vida después, lo apropiado es también hacerlo. Sea lo que se tenga que hacer ahora debemos pensar en que nuestros comportamientos presentes influyen en cómo será el futuro, no la forma en cómo nos imaginemos cómo será.
Referencias bibliográficas:
- Hofmann, S.G., Dibartolo, P.M. (2010). "Introduction: Toward an Understanding of Social Anxiety Disorder". Social Anxiety. pp. xix–xxvi.
- Goleman, D. (1996). La práctica de la inteligencia emocional. Barcelona: Kairós
- Oñate, M. (1989). El autoconcepto. Formación, medida e implicaciones en la personalidad. Madrid: Narcea.
- Schiraldi, G.R. (2016). The Self-Esteem Workbook. Second Edition. Oakland, CA: New Harbinger.