Ante la toma de una decisión que, aparte de tener repercusiones para nuestro propio bienestar puede afectar a los demás, podemos encontrarnos ante un dilema social en el que entrarán en juego los beneficios de la decisión y los costes propios y ajenos de la misma.
Aunque en un principio pueda parecer que va a primar siempre nuestro propio interés, esto no es así, porque en ese caso nos encontraríamos en un estado de caos social.
El dilema del prisionero
El llamado “dilema del prisionero” ha sido muy empleado en los estudios de psicología donde se muestra una situación de conflicto de intereses entre dos personas. A los participantes se les presentaba una situación ficticia en la que debería imaginarse que es un ladrón que ha sido arrestado, junto a su compañero, por la policía. Ambos son interrogados por un abogado por separado, que les propone el siguiente dilema:
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Si ambos permanecen en silencio, es decir, cooperan, sólo tendrán que pagar una pequeña multa.
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Si los dos ladrones se delatan, es decir, se traicionan, ambos irán dos años a la cárcel.
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Si uno delata y el otro permanece en silencio, el delator quedará en libertad pero el delatado irá 5 años a la cárcel.
Obviamente, si nosotros delatamos a nuestro compañero, quedaremos en libertad y sería la opción más adecuada para nuestro propio bienestar. Si los dos nos traicionamos acabaríamos en la cárcel. Así que la opción más acertada sería cooperar, donde ambos obtendríamos el mismo beneficio y el mismo coste, pero ahí está el dilema: ¿podemos confiar en que nuestro compañero no nos delate? Entonces, ¿Cómo nos comportamos?
Posibles reacciones ante este dilema
Bien, diversos estudios experimentales de laboratorio y de campo han extraído que tenemos cuatro opciones:
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Ser individualistas, es decir, buscamos maximizar nuestro beneficio personal, sin tener en cuenta cómo esto puede influir en los demás (para bien o para mal).
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Optar por el altruismo, el polo opuesto a lo anterior, donde sólo nos importará el beneficio de los demás.
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Mostrarnos competitivos tratando de ser mejores que los demás a pesar de los costes personales del proceso.
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Cooperar, por lo que buscaríamos que nuestra decisión fuese igual de beneficiosa para nosotros y para los demás.
Competitividad y cooperación, las opciones más empleadas
En otros juegos de dilemas se ofrece más de una oportunidad de elegir, en estos casos los sujetos suelen empezar cooperando entre sí y, en la siguiente opción, harán lo mismo que ha hecho su compañero. Es decir, son fieles al refrán “hoy por ti, mañana por mí”. Pues bien, las conclusiones de los estudios nos revelan que las opciones más empleadas por la mayoría son la competitividad y la cooperación, existiendo diferencias entre géneros (siendo ellas más cooperativas que ellos) y culturales (vivir en una sociedad individualista o colectiva).
Sin embargo, hay que tener en cuenta otros factores importantes, como el contexto en el que se produce el dilema, siendo algo muy importante el tipo de relación que nos une con las otras personas implicadas. No es lo mismo que estas sean completos desconocidos o que guarden con nosotros algún vínculo de afecto.
Recomendaciones para enfrentarnos al dilema social
Para concluir, propongo una serie de recomendaciones para enfrentarnos a un dilema social ante el que no sabemos cómo actuar:
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Seamos empáticos y centrémonos no sólo en nuestro beneficio sino también en el de los demás.
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La cooperación mejora la reputación dentro de nuestro grupo y, además, puede ayudar a forjar lazos de afecto. Pensemos que tener buenas relaciones sociales repercute en nuestro sentimiento de bienestar personal.
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Comunicarnos. A veces, es recomendable intentar llegar a un acuerdo con las demás personas implicadas. La evolución nos ha “regalado” la facultad del lenguaje, usémosla.
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Hagamos un feedback personal, pensando en los pros y en los contras de nuestras acciones, podemos escribirlos si es necesario e imaginar mentalmente las consecuencias para los demás y para nosotros mismos.
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