¿Vivir con incertidumbre? ¡Mejor aliarte con ella!

Una reflexión acerca de cómo nos influyen las diferentes maneras de afrontar la incertidumbre.

¿Vivir con incertidumbre? ¡Mejor aliarte con ella!

Hoy me gustaría hablarte del concepto de “incertidumbre”, cómo podemos relacionarnos con él y desde dónde se aborda desde el coaching como disciplina de gestión del cambio.

¿Qué es la incertidumbre y qué son las creencias?

Una buena definición para “incertidumbre” puede ser “falta de certeza”. Y si lo vemos desde ese prisma, podemos preguntarnos: ¿de qué tenemos realmente “certeza”? Yo tan solo puedo declarar con rotundidad dos certezas: la primera, que nuestra vida es finita. Y la segunda, que no podemos volver a vivir hechos que acontecieron en el pasado.

Aparte de estas dos verdades, el resto serán opiniones, juicios, que estarán más o menos fundamentados. Y aquí es donde surge ese concepto de “creencias”.

Las creencias; ¿qué son? ¿Cómo influyen en nuestra vida? Suelo definir las creencias como opiniones al cuadrado. Es decir, serían opiniones, juicios, a los que atribuimos cierto carácter de verdad. Ahora bien, si algo tienen las creencias, es que no son verdades.

Las creencias pueden estar fundamentadas, por ejemplo, en hechos del pasado, en la educación recibida, en las modas, en investigaciones o datos empíricos. Y la veracidad que atribuimos a cada creencia está determinada por la autoridad que conferimos a la persona que la declara.

Incertidumbre

Así, tendemos a creer en lo que dice una persona que consideramos experta en una determinada materia. Por cierto, no por ser compartidas, las creencias ganan en veracidad. Es decir, que una opinión no es más verdadera porque haya más personas que opinen así.

Las creencias simplifican nuestra vida, nos ayudan a circular por el mundo de una manera más eficaz. Ya sabes, a nuestro cerebro le gusta facilitarnos la vida. Y las creencias suelen ser muy útiles para resolver situaciones o atajar camino hacia algunos objetivos. La mayoría de nuestras creencias nos ayudan, nos posibilitan a conseguir aquello que nos proponemos. Ahora bien, en algunos casos, determinadas creencias pueden suponer una limitación importante para conseguir ciertos objetivos.

Vamos a un ejemplo fácil

Supongamos que tengo 56 años, estoy en transición de carrera y tengo la creencia de que “a partir de los 50 años es imposible conseguir un nuevo empleo”. Esa creencia será para mí una limitación importante en mi objetivo de encontrar una nueva oportunidad profesional. ¿Pero es cierta la afirmación de que “tras pasar de los 50 años no es posible conseguir un trabajo”? No, no lo es. No es una verdad, hay personas que con más de 50 años han conseguido un trabajo.

¿Qué pasará conmigo si a esta edad consigo un trabajo? Posiblemente, abandonaré esa creencia y la modificaré por otra. Incluso algo como: “a partir de los 50 años, si consigues un trabajo es porque has tenido suerte”. ¿Es eso más verdad? No, no lo es.

Cuestionando lo que dábamos por sentado

En ocasiones, vivimos acontecimientos que ponen en tela de juicio nuestras creencias. Y cuando una creencia primaria desaparece, deja al descubierto todo un sistema de opiniones; empiezo a cuestionarme muchas de las cosas que hasta entonces había considerado verdades. Y mi mundo interior, todo mi marco de referencia, no vuelve a ser el mismo.

Esas antiguas creencias y opiniones se van a ir modificando por otras nuevas que a medida que las “entrenamos” van a ir ganando consistencia en nosotros.

Creencias que nos limitan

Albert Ellis (1913 - 2007), psicoterapeuta cognitivo, nos habla de las once creencias irracionales, que a su parecer resultan en muchos casos una fuerte limitación para nuevas acciones. Él las agrupa en lo que llama los tres “monstruos”, que son estas tres creencias:

  • “Debo hacer las cosas bien y merecer la aprobación de los demás”.
  • “Los demás deben actuar de forma considerada y justa”.
  • “La vida debe ofrecerme unas condiciones buenas y fáciles para que pueda conseguir lo que quiero”.

¿Dónde está eso escrito? ¿Son eso “verdades”? Y entonces, ¿qué sucede con nosotros si tomamos esas tres creencias como “ciertas”?

Ellis nos invita a aliarnos con la falta de certezas, con darnos cuenta de que vivimos en una incertidumbre constante, en un mundo en el que las certezas son escasas y nuestras creencias pueden modificarse. Y si eso fuera así, resulta que la clave está en cómo nos relacionamos cada uno de nosotros con esa falta de certezas, con cómo vivimos esa incertidumbre.

Hay personas que se amigan con esa incertidumbre y se sienten confortables en ese entorno. Y hay personas que se sienten muy incómodas en esa situación. Ahí surge la insatisfacción, la duda ante la toma de decisiones, la inseguridad, cierta confusión, y en situaciones más extremas, el estrés, la ansiedad o la angustia.

Una actitud proactiva ante la incertidumbre

Y entonces, si no puedo cambiar el ayer… ¿Qué sí puedo hacer para resolver esas situaciones de la mejor manera?

El coaching, esa disciplina de gestión de cambio, promueve una actitud proactiva delante de las situaciones, especialmente de las situaciones en las que surge la insatisfacción de la persona; promueve la responsabilidad de preguntarnos qué está en nuestra mano hacer para resolver aquello que nos está sucediendo.

En un proceso de coaching, el coach profesional va a acompañar a su cliente a encontrar nuevas oportunidades para su futuro a través de conversaciones estructuradas y a través de preguntas que inviten a la evocación de nueva conciencia.

Las 5 preguntas clave

Veamos cinco preguntas de coaching que nos pueden ser útiles para transitar con mayor eficacia en situaciones de incertidumbre:

La primera de las preguntas es: ¿qué está en mi mano hacer y/o dejar de hacer? El concepto que hay detrás de esta pregunta es el de la “responsabilidad”, ese hacerse cargo de mi parte de responsabilidad en cada situación. Stephen Covey ya nos regalaba ese concepto del área de influencia y nos advertía de los riesgos de estar enfocados en el “círculo de preocupación”, esas personas que se preocupan en vez de ocuparse.

La segunda pregunta pone el foco en un concepto muy interesante, el aprendizaje: ¿qué puedo aprender de esto que está pasando? Relacionado con el concepto de aprendizaje, está también esa distinción entre “error” o “fracaso”. Elbert Hubbard nos decía que “un fracasado es un hombre que ha cometido un error, pero no es capaz de convertirlo en experiencia”.

La tercera pregunta va algo más allá y es la siguiente: ¿qué necesitamos para que funcione?. Es un tema relacionado con un concepto ligado al anterior, que es el aprendizaje compartido y esa perspectiva sistémica y las consecuencias en mí y en los demás.

La cuarta de las preguntas abre a la posibilidad, ¿qué oportunidades identifico? El concepto que nos trae esta pregunta es el de la “oportunidad”. ¿Cómo ver oportunidades en vez de amenazas? ¿Cómo poner el foco en lo que sí tengo y no en lo que me falta? El coaching promueve que eso va a ser posible cuando la persona hace un “cambio de observación”, cuando cambia el punto de observación, la perspectiva desde la que mira, cuando se produce un cambio en esas metafóricas “gafas de ver el mundo” que todos nosotros llevamos puestas. Gafas que cambian de visión cuando cambian mis emociones, mis creencias, mis valores y especialmente mi propósito.

Y el propósito es el gran concepto que hay detrás de la quinta de estas preguntas, que es la siguiente: ¿cuál es mi para qué, mi propósito? Indagar en qué me va a sostener, qué me va a dar la energía suficiente para lograr lo que quiero va a ser fundamental en ese proceso. La motivación es el motor de los cambios, es la gasolina para transitar de manera más decidida ante la incertidumbre y la falta de certezas. La motivación está hecha de deseo, de ilusión, de ganas, también de esperanza y de compromiso. Cuando encontramos la motivación adecuada para nosotros, cuando nuestras acciones están alineadas con nuestro propósito, todo gana sentido, más allá de conseguirlo o no.

Y cuando damos respuesta a esas cinco preguntas, en muchos casos ese “problema” que teníamos pasa a convertirse en un “reto”. Y con esa palabra, “reto”, pueden surgir emociones más posibilitadoras, como la ilusión, la esperanza, la confianza. Y también se puede abrir la puerta a pasar de creencias limitantes como “no puedo” o “no soy capaz” a creencias mucho más posibilitadoras como “tengo los recursos para lograrlo” o “necesito aprender”.

Adaptándonos a una realidad cambiante

Yo creo que vivimos constantemente rodeados de cambios, que somos seres en continua transformación y que podemos cambiar nuestros comportamientos para adaptarnos a esos cambios. Y me parece que hacerlo de manera más eficaz va a estar relacionado con esa actitud responsable de hacerse cargo, de establecer retos propios y poner compromiso en avanzar hacia ellos a través de nuevas acciones que generen aprendizajes. Y eso es lo que promueve la disciplina del coaching y el trabajo de acompañamiento que hace un coach a sus clientes. Como ves, la gran pregunta que hará girar ese círculo virtuoso está al inicio: ¿Qué quieres conseguir? O, planteándolo de otra forma, ¿cuál es tu objetivo? Y eso no siempre es tan sencillo de responder…

Una buena manera de responder a esta pregunta es iniciar un proceso de coaching con un coach profesional en el que ahondarás en tu autoconocimiento, indagarás en tus necesidades, tus deseos, tus motivaciones y tu propósito y podrás saber mejor qué te gustaría conseguir. Desde la Escuela de Coaching EDPyN, con sedes en Barcelona y en Madrid, ofrecemos servicios de coaching personal y profesional de la mano de coaches expertos y acreditados. También impartimos formación en coaching (en formato presencial y online en streaming) para todos aquellos que quieren dar un «giro» en su vida, ya sea para iniciarse en una nueva profesión, enfocada en impulsar un crecimiento personal o su carrera profesional incorporando nuevas habilidades.

Autora: Montse Altarriba, Directora de Escuela de Coaching EDPyN

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Escuela de Coaching EDPyN es un centro de formación especializado en los ámbitos del desarrollo personal y profesional, ubicado en Madrid.

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