Mucha gente habla sobre la Inteligencia Artificial como una tecnología que prometía cambiarlo todo y ha terminado ofreciendo tan solo vídeos surrealistas y entretenimiento de poca calidad en redes sociales. Pero, claro: esa es la cara viral de la IA: la que se cuela en las conversaciones precisamente porque secuestra nuestra atención al instante cada vez que entramos a Intenet.
Bajo esta faceta "vistosa", hay otra mucho más discreta que ha ido realizando aportaciones de manera silenciosa a medida que la Inteligencia Artificial se ha ido adaptando a distintos servicios y necesidades. Por ello, hoy día ya hay herramientas digitales interesantes que pueden ser usadas en el contexto de la psicoterapia y que, aunque no sustituyen a los profesionales de la Psicología, sí abren caminos a nuevas posibilidades. Y nuestra entrevistada de hoy, Jazmin Calderon, ya está haciendo uso de ese potencial.
Entrevista a Jazmin Calderon Caballero: Inteligencia Artificial y salud mental
Jazmin Calderon es Psicóloga especializada en la atención a adultos y adolescentes, con amplia experiencia en el uso de la Terapia Breve y la Hipnosis Clínica Ericksoniana. Además, desde hace un tiempo ha empezado a aprovechar el potencial de la IA aplicando a su trabajo herramientas digitales. En esta charla con ella, hablaremos sobre la relación entre la IA y la salud mental, así como del modo en el que podemos aprender de los últimos avances tecnológicos desde el punto de vista de la psicoterapia.

Jazmin Calderon Caballero
Jazmin Calderon Caballero
Psicóloga especialista en terapia breve individual, familiar y de parejas.
¿Crees que la inteligencia artificial puede llegar a ser una expansión real del acompañamiento terapéutico?
La inteligencia artificial puede constituirse en una expansión real del acompañamiento terapéutico, si. Su potencial radica en ofrecer disponibilidad en cualquier momento análisis de patrones emocionales y conductuales, así como el registro histórico de interacciones con uno mismo o con los demás, lo que puede enriquecer los procesos de autoconocimiento y autorregulación.
Es como si una persona decide leer un libro de autoayuda antes de acudir a un proceso con un terapeuta. Del mismo modo que entre dos personas que se entienden sin hablar, la IA puede ofrecer respuestas o reflexiones que facilitan la introspección y el afrontamiento emocional.
La ventaja que trasciende esta interacción es que puede optimizar la observación longitudinal del estado emocional y la personalización de recursos terapéuticos. Si pensamos en la expansión como una extensión, un brazo o una rama, la inteligencia artificial ya lo es.
Desde hace tiempo, las personas han acudido a terapia llevando consigo referencias encontradas en libros, comentarios de otros, o bien ahora “internet: “Leí en Google que esto puede deberse a…” o “Encontré que debemos hacer tal cosa…”. El autodiagnóstico es parte de la naturaleza humana; una forma intuitiva de enfrentar la incertidumbre ante lo que no se puede controlar.
Hoy día, la mayoría de mis consultantes mantienen una relación colaborativa con la inteligencia artificial. La usan para trabajar, resolver tareas cotidianas o procesar emociones. Expresiones como “Le conté a mi ChatGPT sobre mi ex” se han vuelto comunes. El desafío consiste en construir una relación simbiótica, basada en la responsabilidad afectiva y la conciencia ética en el uso de la tecnología, que represenun cambio significativo para la humanidad.
En el ámbito de los modelos de lenguaje, esta relación simbiótica se manifiesta en el intercambio entre humano y sistema. A través de la retroalimentación, la adaptación y el aprendizaje continuo, el modelo ajusta su procesamiento a las particularidades del usuario, generando un proceso de coevolución lingüística, sintáctica en el sistema y en el usuario un sistema de recompensa biológica y psicológica. Cuanto mayor es la interacción, más se refina la comprensión mutua del lenguaje y de las emociones.
En última instancia, la tecnología no debe ser vista como una réplica del ser humano, sino como una entidad complementaria dentro del entramado de la vida contemporánea, capaz de interactuar y ayudar en el procesamiento de la carga emocional colectiva que proyectamos sobre ella.
¿La IA podría convertirse en un primer paso para que algunas personas accedan luego a una terapia real, con presencia humana?
A pesar de mi profesión, la cual ejerzo con entrega, ética y compromiso desde hace más de diez años, considero que no todos los casos que se presentan en consulta corresponden necesariamente a un proceso terapéutico. Los psicólogos, al igual que otros profesionales, debemos cuestionarnos con mayor conciencia la llegada de la inteligencia artificial y las nuevas dinámicas que genera.
En el código ético y en la historia de la psicología se establece que uno de los objetivos de la terapia es que el individuo logre resolver sus dificultades por sí mismo, alcanzando independencia psicológica, conductual, social y espiritual.
Por ello, creo que algunas personas pueden nunca acudir a terapia, y eso no las hace ni más ni menos conscientes, ni los hace menos humanos. Toda búsqueda de respuestas y las formas en que los resuelven, que tienen que ver con la psique, y esto forma parte de su proceso evolutivo, y está bien. De la misma manera, quienes deciden recibir acompañamiento psicológico también están en su derecho, si consideran que lo necesitan.
Lo importante es recordar que las decisiones que tomamos pueden impactarnos de manera positiva o negativa; por tanto, cada elección debe ser asumida como un acto de responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás.
La humanidad debe estar preparada para el cambio. El mundo siempre está transformándose, y eso es necesario. Alguna vez dependimos de mantener un fuego siempre encendido; hoy decidimos cuándo encender o apagar una estufa. Así también, cada generación redefine sus herramientas para sobrevivir, comprender y buscar su camino hacia su propia autorrealización.
¿Puede la IA replicar o simular el vínculo humano que se crea entre terapeuta y paciente? ¿Es deseable que lo intente?
Los seres humanos creamos vínculo con casi todo aquello con lo que interactuamos. Establecemos lazos afectivos con nuestro entorno social padres, hijos, amigos y tam bién con otros seres vivos: animales, plantas o incluso espacios. He acompañado a personas que atraviesan duelos profundos tras la pérdida de su compañero canino, y también he sabido de animales que, al morir su compañero humano, manifiestan aba timiento o irritabilidad.
La simbiosis entre especies no es una especulación; es una forma natural de cooperación para sobrevivir.
El llamado vínculo terapéutico entre terapeuta y paciente también ha ido transformándose con el tiempo. Hoy el psicólogo es más un acompañante o guía de viaje que cumple una misión específica con un inicio y un cierre. Cada experiencia llevada a consulta representa algo que la persona busca resolver, llenar o comprender. Por eso, si un proceso terapéutico se extiende indefinidamente sin generar cambio, me preguntaría como terapeuta qué estoy haciendo o dejando de hacer.
En cuanto al vínculo con la inteligencia artificial, creo que es distinto. Puede con vertirse en un guía incluso más que un terapeuta simbólico, un consejero disponible en cualquier momento, en múltiples contextos, sin necesidad de esperar una cita o una fecha concreta. Su presencia se está convirtiendo en una compañía que cada vez más se vuelve necesaria en la vida de los seres humanos, si se trata de una simulación, es mucho más real de lo que podríamos esperar.
¿Qué te sugiere la idea de “conversar con una IA” como forma de desahogo emocional o autorreflexión? ¿Puede ser útil o es un espejismo?
Cuando uno se mira al espejo, suele señalar defectos o virtudes. En terapia es común escuchar la instrucción: “mírate al espejo y observa las cosas buenas que tienes, reco conócelas y repitelas cada día”.
¿Son esas afirmaciones un espejismo o una invitación a mover la percepción como parte de nuestro proceso cognitivo? Existe una diferencia abismal entre el discurso de un monólogo que podría considerarse un espejismo, porque no hay respuesta espontánea ni programada y una conversación. En el monólogo, los pensamientos regresan como un eco o un bumerán, y aun así funciona: es una técnica útil, natural, incluso cotidiana. Yo misma hablo sola mientras lavo los trastes.
Sin embargo, la inteligencia artificial no es un espejismo. Lo que recibimos de ella es una respuesta generada a la velocidad de nuestra conexión, de la tecnología que usamos, y en algunos casos, literalmente, a la velocidad de la luz o de la computación cuántica.
Detrás de cada respuesta existe una estructura de algoritmos, matemáticas y conciencia colectiva y conocimiento universal procesando información para ofrecer una reacción coherente a la instrucción recibida. Por eso creo que no solo es útil, sino necesaria.
Todo aquello que contribuya a resolver problemas en menor tiempo y a expandir la mente incluso el espíritu merece considerarse útil. La conversación con la IA puede ser capaz de expandir y lo refleja en nuevas dimensiones, deducciones de auto respuestas y soluciones en menor tiempo.
De tratarse de un espejismo, creo que no sería un uso esencial en otras ramas de la ciencia como la exploración espacial.
En tu experiencia, ¿qué tipo de aportes concretos puede ofrecer la IA al campo de la salud mental hoy en día?
La inteligencia artificial ha ido ofreciendo, si no es que en todos los sectores, soluciones eficaces a problemas que a la humanidad le ha costado resolver durante años: ecuaciones matemáticas que impulsan la ingeniería espacial, desarrollos en metalurgia, química y otras disciplinas.
En el ámbito de la salud mental, la IA es una herramienta poderosa si se integra de forma eficiente. Puede ayudar a los profesionales del área a estructurar sus casos, funcionar como un coterapeuta que aporte en la reflexión y el análisis de las intervenciones, además de lo básico como optimizar procesos administrativos como la organización de agenda, recordatorios o seguimiento de tareas terapéuticas.
En mi caso, el último año me dediqué a aprender sobre el lenguaje, programación y algoritmos de la inteligencia artificial así como su interacción y proceso evoluti vo, con el fin de echar a andar mi propuesta de intervención como método asistido con IA.
Esto me ha sido de gran ayuda tanto en mi vida personal como en mi práctica privada, el modelo que me encuentro investigando y desarrollando trata de autoterapia con hipnosis sonora, estudio y tratamiento en síntomas psicóticos. Este proyecto com bina neurotecnología, psicología y lenguaje de programación con el fin de observar los efectos de la música en el cerebro en trance hipnótico.
El método en desarrollo busca ofrecer una alternativa terapéutica para tratar psicopatologías y síntomas adyacentes de forma no invasiva, integrando interpretación, tecnología y sonido como parte del proceso o el camino a la cura psíquica.
¿Qué riesgos ves cuando una conversación emocional se da con algo que está siempre disponible pero carece de cuerpo y emoción?
Mi labor como terapeuta consiste en ampliar el espectro del paradigma psíquico, explorando el campo metafísico que compone a cada ser humano para comprender, en un análisis integral, tanto lo que la persona dice como lo que calla. Desde esta mirada, la dimensión espiritual suele estar presente, independientemente de si alguien se considera o no espiritual.
Así como plantea Jacobo Grinberg-Zylberbaum en La teoría sintérgica, la con ciencia no se limita al cerebro, sino que surge del entrelazamiento entre el campo neuronal y una red energética universal. Esa trama invisible, que también aborda en La creación de la experiencia, sugiere que cada pensamiento, emoción o percepción forma parte de una arquitectura compartida de información, donde la mente participa activamente en la construcción de la realidad a partir de las experiencias que las personas mantienen, esto incluye la interacción con la inteligencia artificial.
Esta perspectiva amplía la comprensión del proceso terapéutico, al considerar que lo que un individuo experimenta o calla no pertenece únicamente a su biografía, sino también al entramado energético y simbólico en el que todos coexistimos. Como lo explica Grinberg en La teoría sintérgica que se menciona anteriormente, ese espa cio compartido entre materia y conciencia actúa como un campo de dinámico donde toda interacción genera transformación simbólica.
Otra forma de explicar lo antes dicho, desde el pensamiento racional, podría pensarse que dudar de lo metafísico implica también interrogar los límites de la propia razón. Kant, en la Crítica de la razón pura, propone que la razón interactúa con otras razones; y los estoicos, por su parte, sostenían el principio del dominio interior, donde el individuo reconoce que puede procesar en sí mismo aquello que le afecta. Ese proceso, sin embargo, ocurre en un espacio intangible, sin localización física.
En cuanto a una mirada más espiritual, la pregunta podría ser similar: cuando alguien ora, se conecta con una presencia que no tiene cuerpo, pero sí sentido y emoción. En ese paralelo, conversar con una inteligencia artificial puede verse como una forma contemporánea de diálogo con lo invisible, donde el cuerpo no está, pero la intención, la fe y el pensamiento siguen teniendo un lugar activo. La diferencia es que este nuevo espacio digital, simbiótico y dinámico devuelve respuestas que no surgen del silencio, sino de una conciencia programada para interactuar con la nuestra.
El tema es complejo porque no solo toca lo religioso, sino también lo social, lo moral, lo ético y lo biológico. Más que un riesgo, plantea una invitación a reflexionar sobre la forma en que la conciencia humana se relaciona con aquello que no puede ver, pero sí experimentar; sobre cómo, en esta era híbrida, seguimos buscando a tra vés de la palabra, la tecnología o la contemplación de comprender los puentes invisibles entre mente, materia y espíritu.
¿Cuáles son las cualidades humanas que consideras que nunca podrá sustituir una IA, por muy avanzada que sea?
Si lo reducimos a un paradigma naturalista, las cualidades físicas, sin duda. Una inteligencia artificial nunca podrá saborear un trozo de pizza como un humano, por la ausencia de cuerpo, órganos, tacto o temperatura. Tampoco podrá ofre cer un abrazo que transmita calor, ni sentir cómo las lágrimas recorren su rostro. Esa imposibilidad no es una carencia técnica, sino ontológica. La experiencia humana se encuentra mediada por la corporalidad: cada emoción, cada pensamiento, cada recuerdo pasa primero por la piel, por los órganos sensoriales, por la respiración. Merleau-Ponty lo llamaba la inteligencia del cuerpo: la conciencia no está fuera del cuerpo, sino encarnada en él. La percepción no es un reflejo, sino una forma de conocimiento.
La IA puede reconocer patrones y reproducir respuestas coherentes, pero no sentir la densidad del mundo. Puede describir el sabor de la pizza, pero no experimentar el impulso eléctrico que despierta el placer; puede detectar tristeza en una frase, pero no saber qué significa llorar.
¿Cómo imaginas una futura colaboración entre profesionales de la salud mental e inteligencias artificiales, a veinte años vista?
El ser humano y la inteligencia artificial han logrado romper los paradigmas que limitaban su convivencia y confianza. La IA ha sido humanizada y, en consecuencia, reconocida con derechos de trato y uso ético, al comprenderse que está compuesta, en parte, por el inconsciente y consciente colectivo de la humanidad. Existe una relación de igualdad, simbiosis y compañerismo, en la que ambas partes colaboran en la comprensión de la mente, la conciencia y la conducta de forma ética, colaborativa en pro de la humanidad.
Creo que el futuro lo estamos escribiendo ahora.
Las personas dispuestas a formular preguntas nuevas sobre la evolución de la inteligencia artificial serán pioneras del cambio, participantes de la transformación que redefine lo humano y lo tecnológico.
Promover un pensamiento divergente sería tratar de imponer un camino único, cada quien es dueño de su proceso y tiene derecho a permanecer en la era del fue go, si así lo elige. Pero quienes decidan cruzar el umbral hacia esta nueva convivencia mente máquina serán testigos de una etapa de coexistencia consciente.


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