«Vacaciones con adolescentes? Escuchad el doble de lo que hablais y negociad acuerdos desde el principio»

Charlamos con la professora y divulgadora Diana Al Azem sobre cómo connectar con los jóvenes.

Vacaciones con adolescentes? Escuchad el doble de lo que hablais y negociad acuerdos desde el principio

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Diana Al Azem (Granada, 1977) es profesora de educación secundaria, divulgadora y autora de varios libros sobre adolescencia, entre los que destacan AdolescenteZ, de la A a la Z y ¡Quiero entenderte! Fundadora del proyecto y web Adolescencia Positiva, acompaña a miles de familias a través de cursos, pódcast y talleres dedicados a la educación emocional. Atiende a Psicología y Mente para hablar sobre cómo conectar con los jóvenes y cómo aprovechar las vacaciones y establecer normas sin morir en el intento.

Vienes del aula, de la educación secundaria. ¿Qué viste ahí que te llevó a crear Adolescencia Positiva? ¿Cuál fue ese clic interior?

En las tutorías con padres me di cuenta de que lo que me contaban sobre sus hijos no coincidía con lo que yo veía en el aula. No eran casos aislados: era muy común. Los padres veían a sus hijos como adolescentes desconectados, apáticos, cuando yo veía chicos y chicas con estrés, miedos e inseguridades. Había una enorme falta de comunicación, una desconexión emocional entre ambos mundos. Sentí que debía hacer algo para tender ese puente.

¿Recuerdas algún momento en que te dijeras: esto lo tienen que saber las familias?

Sí. Cuando un padre me decía "mi hijo pasa de todo” y yo acababa de ver a ese mismo chico llorando, presionado, agotado por querer hacerlo bien. Ese tipo de situaciones me hicieron pensar que había una gran falta de comprensión real sobre lo que sienten los adolescentes.

Has acompañado a más de 78.000 familias. ¿Qué ha cambiado en ti como profesional desde los primeros acompañamientos hasta hoy?

La experiencia. Llevamos 5 años con este proyecto y para mí ha supuesto un cambio de paradigma: de trabajar con alumnos en el aula a hacerlo con las familias. Estas formaciones suponen un antes y un después. Todos compramos libros sobre lactancia, sobre el parto, sobre los primeros pasos, pero poco sabemos de lo que supone ser adolescente, de los cambios que se producen y las necesidades que se generan. Empezar a acompañar a las familias me ha dado paz, puesto que veo que muchos padres están entendiendo a sus hijos. Ser testigo de eso es maravilloso.

¿Cómo ha influido tu faceta de madre en tu mirada hacia la adolescencia?

Venía de ser la típica madre exigente con sus hijos cuando eran pequeños y, sin embargo, luego fui relajándome. A medida que me fui formando en crianza positiva, en la adolescencia y los cambios que se producen a nivel cerebral y el acompañamiento, empecé a ver la adolescencia como una etapa retadora pero donde hay que disfrutar y no sufrir. Gracias a mi trabajo en secundaria me he llevado mucha energía de los adolescentes. Y he tratado de extrapolar en casa lo que he aprendido como profesora.

¿Qué es lo que más te emociona de este camino?

Cuando estoy hablando con las madres y les dices algo que no sabían sobre la adolescencia a nivel cerebral o de comportamiento y hacen un gesto como de entenderlo. Ese gesto me sigue emocionando.

Uno de los pilares de tu enfoque es la conexión emocional. ¿Qué significa conectar con un adolescente?

Siempre digo que tenemos dos orejas y una boca para escuchar el doble de lo que hablamos. Es tan fácil y a la vez tan difícil como el simple gesto de escuchar activamente. Esto significa escucharlos sin interrumpirles, sin querer corregirles inmediatamente, y una vez nos planteen lo que sea, hacer preguntas, darles consejos. Y es muy, muy importante no juzgar, que no se sientan juzgados, para no dañar su autoestima y que nos sigan contando las cosas.

¿Qué diferencia hay entre poner un límite y ejercer control?

Los límites son algo que tiene que estar ya reflexionado anteriormente, para que nuestros hijos no pongan en peligro su salud o el respeto a las demás personas. ¿Por qué les decimos que el móvil lo pueden utilizar solo unas horas al día? Pues porque hay un riesgo para su salud visual, su salud mental, etc. Y eso, sin embargo, no quiere decir que en un momento determinado pueda flexibilizar ese tiempo por una situación concreta. Ejercer el control es estar todo el tiempo encima de ellos, corrigiéndoles absolutamente todo lo que hacen: que si no han recogido las zapatillas, que si la cama está mal hecha, que si se tienen que poner a estudiar... Y aquí también entra el tratar de manipular siempre sus opiniones o el tratar de que hagan las cosas simplemente por el hecho de que yo soy su madre. Hay que poner límites pero no podemos controlar todo lo que hacen.

En tu método, también los padres tienen que hacer su trabajo interior. ¿Qué tipo de cambios personales ves en ellos?

Se trabaja la herida emocional de la infancia que todos llevamos, esos pequeños traumas que hemos podido vivir, los patrones educativos heredados, como solucionarlo todo con gritos o la zapatilla. Trabajamos la autoestima de los propios adultos, que también necesitan sentirse valorados y por eso tienen esa necesidad de controlarlo todo. Eso pasa especialmente con las madres, que queremos dar lo mejor de nosotras pero cargamos con una mochila muy pesada, y no nos damos cuenta de que cuando rebajamos esa autoexigencia, las cosas van mucho mejor en casa.

Muchas familias te agradecen que les ayudaras a dejar atrás los gritos y castigos. ¿Qué alternativas das cuando todo parece desbordado?

Siempre digo que lo mejor es salir de ahí, salir de la discusión porque ahí nunca se soluciona nada. Tanto el adolescente como el adulto están desconectados de la parte racional del cerebro y, por lo tanto, lo mejor es salir, dar una vuelta, dar un paseo o contar hasta diez. Bajar la intensidad de la emoción y poder recapacitar y reflexionar sobre cómo queremos responder a determinadas situaciones.

Las vacaciones van ligadas a la sensación de “todo vale”. ¿Cómo pueden las familias mantener límites sanos sin entrar en luchas de poder?

La clave está en establecer pocos límites pero muy claros y siempre desde el diálogo, no desde la imposición. En lugar de imponer esas normas unilaterales es mejor explicar el porqué de cada decisión, escuchar también las necesidades de los hijos y buscar acuerdos razonables. Esto va a fomentar el respeto mutuo y reducir esas luchas de poder, ya que el adolescente va a sentir que se le tiene en cuenta.

¿Qué recomendaciones prácticas darías para negociar salidas, horarios o el uso del móvil en vacaciones?

Siempre recomiendo anticiparse con una conversación, desde el principio, pactar esos horarios, pactar el uso del móvil, las salidas… Obviamente, teniendo en cuenta la edad del adolescente, no es lo mismo con 13 que con 17 años, y depende también de su nivel de responsabilidad y del contexto (si estamos en un pueblo pequeño o en una ciudad, por ejemplo...). Establecer acuerdos por escrito también puede ayudarnos a la hora de definir consecuencias si se saltan esas normas.

¿Es sano flexibilizar normas en vacaciones o puede mandar un mensaje equivocado? ¿Cómo equilibrar libertad y responsabilidad?

Creo que flexibilizar puede ser positivo, si se hace con criterio. Las vacaciones invitan al descanso y al disfrute, y está bien darles algo más de autonomía. Pero siempre debe ir acompañado de responsabilidad. Si cumplen los acuerdos, pueden disfrutar de más libertad. Y si no, también deben asumir sus consecuencias. Lo importante es que tengan claro que todo privilegio conlleva un compromiso.

¿Qué errores suelen cometer los padres en este periodo y cómo pueden reconducirlos?

Uno muy frecuente es pasar del control total a la permisividad absoluta. Por cansancio, para evitar conflictos o por no saber cómo gestionar ciertas situaciones. Pero esto genera confusión en el adolescente. Lo ideal es mantener límites sostenidos desde una firmeza serena, sin gritar ni culpabilizar. Y si algo no ha funcionado, siempre se puede volver al diálogo y buscar nuevas formas de convivencia. Ser flexible no es ser permisivo.

Las vacaciones también permiten reconectar. ¿Qué tipo de actividades familiares ayudan a fortalecer el vínculo sin que parezcan una obligación?

Hay actividades o intereses comunes entre padres e hijos y que no se imponen. Puede ser desde cocinar juntos una receta que nos guste a todos, a ir al cine, hacer alguna escapada, quizás con más amigos, o los juegos de mesa. En el caso de viajes más largos, el momento en el coche, en que nadie puede escapar, también es una buena oportunidad para fortalecer el vínculo. En todo caso, es importante que se haga de manera relajada, sin presiones y que el adolescente sienta que él también forma parte de esa elección de actividades.

Para terminar: si tuvieras que dar cinco consejos esenciales a una familia con hijos adolescentes, ¿cuáles serían?

Escuchad el doble de lo que habláis, negociad acuerdos desde el principio, respetad su necesidad de espacio, buscad momentos informales de conexión y sed un ejemplo, especialmente en el equilibrio entre responsabilidad y disfrute.

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Natalia Pérez. (2025, julio 31). «Vacaciones con adolescentes? Escuchad el doble de lo que hablais y negociad acuerdos desde el principio». Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/entrevistas/vacaciones-con-adolescentes-escuchad-negociad-acuerdos

Periodista

Natalia Pérez es licenciada en comunicación audiovisual, tiene un máster en periodismo y una extensa formación en documental social. A lo largo de sus 20 años de experiencia profesional se ha especializado en la búsqueda de contenidos diferenciales de actualidad política y social y ha trabajado en la producción de artículos para prensa y televisión con un amplio currículo en cuestiones centradas en la salud mental y la psicología.

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