Actualmente se escucha mucho acerca de la “zona de confort” se menciona la importancia de salir de ella y los retos que implica dejarla a un lado. Tendemos a pensar en la “Zona de Confort” como un espacio cómodo y seguro, un lugar en el que nos gusta estar porque nos trae bienestar y sin embargo, existen muchas ocasiones en las que esta zona está muy lejos de ser saludable para nuestra estructura psicológica.
Las zonas de confort dañinas: una realidad paradójica
Lo curioso acerca de las zonas de confort es que los seres humanos somos muy capaces de acostumbrarnos al malestar. Nos acomodamos en espacios mentales de incomodidad de una forma muy automática e inconsciente y la “toxicidad” se convierte en una realidad normal que vivimos en el día a día.
Nos conformamos fácilmente con hábitos dañinos, adicciones sutiles, relaciones destructivas y conductas negativas y sin darnos cuenta, la “zona de confort” termina siendo de todo, menos cómoda. Preferimos aferrarnos a lo conocido sin importar la auto destructividad que represente, de todas maneras, eso es lo que conocemos y a lo que hemos estado adaptados.
Todo hábito negativo se mantiene porque tiene valor. Cuando la ira, la dependencia, la ansiedad instalada o el aislamiento han sido el único recurso que has aprendido a utilizar para afrontar el malestar, la mente genera la costumbre de poner en práctica estas herramientas para hacerle frente a cualquier adversidad de la vida. Mantener una zona de confort dañina no te convierte en una persona “loca”, vas a utilizar las técnicas que conoces en base a tus experiencias y los eventos pasados que has tenido que enfrentar.
Cuando tus síntomas son “útiles” para mantenerte en pie, los mantienes porque no conoces otra forma de responder a tu realidad. El problema es que las formas de afrontamiento dañinas son insostenibles en el tiempo. Nuestra mente necesita bienestar real y llega un punto en el que va a gritar para ser escuchada en su necesidad de obtenerlo. Los hábitos que antes te servían dejan de ser suficientes y las estrategias negativas se vuelven cada vez más pesadas de sostener.
¿Cómo salir de esta zona tóxica?
Muchos se han acostumbrado a sufrir. Piensan que la vida no puede ofrecer nada mejor que lo que ya han experimentado y por lo tanto, se aferran con todas sus fuerzas a lo que ya han logrado alcanzar hasta el momento.
Salir de lo conocido siempre implica un reto. Incluso los hábitos más dañinos se vuelven algo a lo que nos cuesta renunciar, todos le tememos a lo desconocido, aun cuando sabemos que nos espera algo mucho mejor al otro lado del camino. Tendemos a escoger quedarnos en la zona de confort que nos lastima por el miedo al dolor que implica el cambio. Preferimos sostener un dolor “crónico” y menos intenso que enfrentar el impacto agudo que puede tener romper con lo que llevamos manteniendo por años.
Soltar tu zona de confort es un proceso y es muy probable que requieras acompañamiento para caminar en esta búsqueda hacia tu nuevo espacio seguro. Se trata de generar nuevos recursos, de encontrar las herramientas más saludables que pueden reemplazar a cada una de las estrategias de afrontamiento que llevan años lastimándote. Se trata de separarte de relaciones y formas de pensar que en lugar de construir tu identidad real, la minimizan.
La búsqueda de bienestar consiste en romperse por completo, flexibilizar lo que tenías tan rígido como parte de tu realidad para buscar lo que realmente te encamina hacia una experiencia de vida en plenitud. Soltar no implica que ahora todo será bueno y funcionará de forma perfecta o ideal, pero sí que encontrarás una forma más digna y consciente de vivir experiencias tanto positivas como negativas.
Podrás ver las mismas realidades de adversidad o conflicto desde un nuevo pedestal más estable que aquellas cosas que antes utilizaban para afrontar. Recuerda que no tienes que acomodarte a sufrir, que el malestar sostenido no es normal y que existen alternativas nuevas en tu interior que aún puedes atreverte a conocer.