El sistema inmune del ser humano se define como una red compleja de células, tejidos, órganos (y las sustancias que estos producen) que ayudan al cuerpo a combatir las infecciones y otras enfermedades. No solo hablamos de virus y bacterias: esta maquinaria nos defiende de elementos externos en alergias, de productos nocivos y de fallos propios dentro del organismo, como la aparición de células cancerígenas.
Concebir la existencia de la vida tal y como la conocemos a día de hoy sin el sistema inmune sería imposible. En cualquier momento dado, ya se estima que el 95% de los seres humanos de la Tierra presentan algún tipo de patología, y casi 150.000 personas mueren cada 24 horas alrededor del globo. ¿Te imaginas cómo serían estas cifras si no contáramos con la maquinaria de defensa tan intrincada que supone la inmunidad?
Hoy venimos a mostrarte uno de los tipos celulares esenciales para comprender la inmunidad adquirida en el ser humano: las células T o linfocitos T. Si quieres saberlo todo sobre ellas, continúa leyendo.
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Generalidades sobre el sistema inmune
Hablar de los linfocitos T sin asentar previamente ciertas bases es como empezar a construir una casa por el tejado. Por ello, en las siguientes líneas te contamos algunas generalidades de gran interés sobre el sistema inmune.
Históricamente se ha considerado que presentamos dos tipos de inmunidad: la innata y la adquirida. La primera es aquella con la que nacemos, y que responde de forma general a la posible entrada de patógenos en el organismo. Dentro del sistema inmune innato no solo encontramos cuerpos celulares, pues las mucosas, epitelios, piel, secreciones como el sudor o la saliva y el propio reflejo de la tos también forman parte de él.
Por ejemplo, las lágrimas contienen sustancias bactericidas, el pH del sudor impide la colonización de agentes patógenos y los ácidos gástricos limitan el sobrecrecimiento bacteriano patógeno al mínimo. Las barreras biológicas se basan en componentes físicos, químicos y biológicos (la flora intestinal, por ejemplo, impide que otras bacterias crezcan).
Los cuerpos celulares más famosos del sistema inmune innato son los neutrófilos y los macrófagos. Son los primeros en llegar al sitio de infección, y responden de manera general fagocitando las bacterias. Los macrófagos además presentan antígenos a otros componentes inmunes (componentes del microorganismo que causan respuesta inmune).
Por otro lado, tenemos a la inmunidad adquirida, que se perfecciona cuanto más se exponga el individuo a potenciales patógenos. Hablaremos de ella en más detalle en las siguientes líneas, pero debes tener en cuenta lo siguiente:
- El sistema inmune innato activa al adquirido en respuesta a las infecciones.
- El sistema inmune adquirido utiliza los organismos efectores de la inmunidad innata para eliminar los microorganismos patógenos.
Por ambos motivos, realizar una distinción entre estos tipos de sistema es útil a nivel divulgativo, pero no tanto desde un punto de vista fisiológico. Estamos ante dos caras de la misma moneda con un fin común: la protección a corto y largo plazo del individuo.
¿Qué son las células T?
Las células T o linfocitos T se definen como un tipo de glóbulo blanco que se forma a partir de las células madre en la médula ósea. Sus funciones principales, a rasgos generales, son proteger al organismo de forma adaptativa de las infecciones y procesos endógenos deletéreos, como puede ser el cáncer.
Los linfocitos son un subgrupo dentro de los leucocitos, un conjunto heterogéneo de células sanguíneas que no contienen pigmentos típicos, de ahí que se conozcan como glóbulos blancos. En general, se estima que un ser humano sano presenta unos 4000-11 000 glóbulos blancos por microlitro. De todas formas, esto supone apenas un 1% del volumen sanguíneo total, pues los glóbulos rojos los superan en gran medida.
Los linfocitos T se producen en la médula ósea, migran al timo (donde maduran) y se diferencian en otros subtipos. Antes de adentrarnos de lleno en el mundo de las células T, vemos de interés compartir una serie de datos que son comunes a los tipos B y T por igual. Vamos a ello.
Generalidades de los linfocitos
Los linfocitos son agranulocitos, es decir, no presentan gránulos en su citoplasma, pero sí un gran núcleo compartimentalizado. Tienen unos 8-10 micrómetros de diámetro de media (aunque los hay más grandes y más pequeños) y su forma es redondeada. Se distinguen 3 tipos de linfocitos: los B, los T y las células nulas. Generalmente el 80% de los linfocitos circulantes son células T, un 15% células B y el porcentaje restante cuerpos celulares nulos.
Como hemos dicho, su núcleo es de gran tamaño (ocupa la mayor parte de la célula), rico en heterocromatina y con una colocación algo desajustada con respecto al centro celular. Estos tipos celulares presentan poco citoplasma periférico, pero el escaso que hay alberga mitocondrias, un aparato de Golgi pequeño y unos pocos perfiles de Retículo Endoplasmático Rugoso (RER). También presenta una alta cantidad de ribosomas y unos pocos lisosomas.
Dentro de los linfocitos (ya sean B o T), existen dos grandes tipos celulares. Estos son los siguientes:
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Células de memoria: no participan directamente en la respuesta inmunitaria, pero permanecen circulantes y se dividen cuanto entra un patógeno ya conocido en el sistema.
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Células efectoras: son los linfocitos inmunocompetentes capaces de llevar a cabo la respuesta inmunitaria propiamente dicha. Son los que eliminan a los patógenos, junto a otros cuerpos celulares.
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Tipos de células T
Es necesario destacar que existen 4 grandes tipos de células T, aunque existen algunas más. Te contamos sus particularidades a continuación.
1. Linfocitos T citotóxicos
También conocidas como CD8+ (por la naturaleza de sus moléculas de superficie de membrana), las células T citotóxicas detectan los péptidos presentados por moléculas MHC de clase I y destruyen las células infectadas. Traducido a un lenguaje más amable, se podría definir esta funcionalidad en que reconocen células infectadas o transformadas y las destruyen mediante mecanismos que provocan la apoptosis, es decir, su destrucción.
2. Linfocitos T cooperadores
También conocidas como células CD4+, estos cuerpos celulares se encargan de iniciar la cascada de la respuesta inmune. Su función es activar la funcionalidad y acción de otras células inmunitarias mediante la secreción de citoquinas, proteínas involucradas de forma directa en la eficacia de la respuesta.
3. Linfocitos T de memoria
Lo que define a este tipo de células T es su capacidad de mantenerse quiescentes tras la eliminación del antígeno (de la bacteria patógena). Gracias a ellas, se permite una respuesta más eficaz ante el mismo antígeno en futuras exposiciones, en comparación con la potencia de respuesta brindada por los vírgenes. Mientras que una célula T virgen tarda de 5 a 7 días en diferenciarse en células efectoras frente a un antígeno desconocido, las de memoria adquieren su función en 1-3 días máximo.
Tienen una vida larga, son leucocitos funcionalmente inactivos, y pueden permanecer circulantes en sangre durante meses e incluso años. Las vacunas se basan en esta premisa: se busca que existan linfocitos tanto T como B de memoria activados de forma permanente en el individuo, con el fin de que se genere una inmunidad al patógeno que se ha inyectado en el paciente.
Linfocitos T reguladores
Tal y como indica su propio nombre, son encargados de regular la respuesta inmune del individuo, poniendo fin a la reacción autoinmune y eliminando las células T que pueden suponer un problema.
Estas células T problemáticas se conocen como auto-reactivas, es decir, que pueden identificar como antígenos peligrosos a moléculas de células esenciales para nuestra supervivencia (como glóbulos rojos), eliminándolas por error. Por suerte, existe una selección negativa en el timo que se “deshace” de estos linfocitos antes de que puedan causar perjuicios. Cuando escapan esta maquinaria, las células T reguladoras son la maquinaria final de contención.
Resumen
El mundo de las células T (y por extensión las B también) es extremadamente complejo, pues hay muchísimos términos que deben ser comprendidos y reacciones fisiológicas abstractas que no se pueden observar de forma directa. Si queremos que te quedes con una idea, esta es la siguiente: las células T son una parte esencial del sistema inmune adquirido, y se presentan en forma tanto de linfocitos de memoria como efectores, que benefician de diversas formas al organismo.
Los antígenos son partes de los microorganismos que suscitan en nosotros una respuesta inmune. Cuando uno de ellos entra a nuestro cuerpo, las células lo reconocen y activan distintos mecanismos. Gracias a las células de memoria, cuanto más nos expongamos a un antígeno concreto, más tolerancia desarrollaremos frente a él a largo plazo.
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