Las últimas décadas han dado visibilidad a formas de orientación sexual que no tienen por qué casar perfectamente con la heterosexualidad y han permitido que otras que ya se conocían, como la homosexualidad, se hayan normalizado más socialmente. De todos modos, algunas opciones sexuales, como por ejemplo la pansexualidad, sigue siendo bastante desconocida.
Asexualidad, la no-orientación sexual
Sin embargo, a menudo parece que esta apertura a las diferentes sensibilidades y experiencias relacionadas con lo sexual sigue siendo insuficiente, porque la posibilidad de que ciertas personas no sientan deseos sexuales no acostumbra a estar contemplada.
¿Qué pasa cuando hablamos no ya de diferentes orientaciones sexuales, sino de casos en los que no existe ninguna orientación sexual en absoluto? Cuando nos referimos a esto estamos hablando de un fenómeno que ha recibido el nombre de asexualidad.
Ni ideología ni orientación sexual
Una persona asexual es, simple y llanamente, una persona que no experimenta deseo o atracción sexual y que por lo tanto no se siente movida a tener relaciones sexuales de ningún tipo. La asexualidad, en resumidas cuentas, es la falta persistente de deseo sexual que no está motivada ni alimentada por hábitos de raíz religiosa o cultural. El celibato movido por razones religiosas, por tanto, es otra cosa.
La asexualidad no puede ser considerada una forma de orientación sexual, porque consiste justamente en la ausencia de una preferencia de este tipo, pero tampoco es una ideología que lleve a reprimirse sexualmente de manera más o menos consciente. Sin embargo, eso no significa que no existan colectivos de personas asexuales que se hayan asociado con fines políticos, tal y como ha pasado con colectivos LGTB.
Actualmente es normal que hombres y mujeres que se identifican como asexuales reivindiquen la necesidad de construir un mundo en el que el deseo sexual no sea algo que se presupone y en el que no sea obligatorio tener sexo para recibir aprobación social. Con este fin existen comunidades como AVEN (Asexual Visibility and Education Network) que se encargan de dar voz a estas personas y a divulgar conocimientos y experiencias acerca de la asexualidad. AVEN, por cierto, cuenta con más de diez mil inscritos.
¡Faltan datos!
Aunque las personas asexuales tienden a querer visibilizarse sumando esfuerzos de manera colectiva, la asexualidad en sí es un fenómeno del que se sabe muy poco. Son muy escasas las investigaciones que lo abordan directa o indirectamente.
De hecho, la mayoría de estudios se limita a basarse en encuestas, como el que dio pie a un artículo publicado en el Journal of Sex Research en el que se afirma que entorno al 1% de los británicos podría ser asexual. Dada la falta de información, no existe ninguna teoría bien consolidada que explique las bases de la asexualidad, por qué se produce y qué tipo de personas son más propensas a ser asexuales.
Y también falta sensibilidad
Parte de la manera en la que se enfoca esta falta de información sobre la asexualidad, más que científica, es profundamente ideológica. Por ejemplo, no resulta raro que se hable de la asexualidad como si no existiera y fuese una ficción alimentada por personas reprimidas.
También es frecuente que se tome como un síntoma de enfermedad, aunque no existan pruebas para sostener tal punto de vista, y se busque estigmatizar de algún tipo a la gente que no experimenta la sexualidad como el resto (algo que también ha sucedido históricamente con todos los colectivos LGTB).
La orientación sexual invisiblizada
Otras corrientes de opinión tienden a exagerar las características por las cuales las personas asexuales se diferencian del resto, como si fuese prácticamente una civilización aparte con maneras muy concretas y estereotipadas de vivir la vida y relacionarse con los demás. Los asexuales, sin embargo, tienden a poner énfasis no en las diferencias sino en todo aquello que los caracteriza como humanos. Se reivindican como personas totalmente capaces de relacionarse normalmente con todo el mundo y tener relaciones íntimas, aunque no necesariamente sexuales. Es fácil imaginar por qué estan en lo cierto: a fin de cuentas, creer que el simple hecho de no sentir deseo sexual significa quedar aislado socialmente o tiene que ser causado irremediablemente por una enfermedad es una buena muestra de por qué colectivos como AVEN tienen mucho trabajo por hacer.
Lo que está claro es que no hay nada malo en el hecho en sí de no experimentar deseo sexual y no hay ningún motivo para pretender luchar contra la asexualidad como si de una enfermedad se tratara. En todo caso, es el conjunto de la sociedad quien debe luchar por hacer que en él quepan todas las sensibilidades.
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