¿Has oído hablar alguna vez de la “espiral del silencio? ¿Te suena? El término apareció en la década de 1970; en concreto, en el libro La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social, de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann (1916-2010). La idea que recogía el libro había aparecido ya en un artículo de 1974, publicado en la revista Journal of Communication, en el que Noelle-Neumann analizaba cómo las personas nos adaptamos a la opinión de la mayoría para no resultar excluidas.
Puede que ahora te estés diciendo a ti mismo: “pero si yo tengo mis propias opiniones y nunca sigo la corriente mayoritaria”. Pero ¿de veras es así? Si nos tomamos un tiempo para reflexionar, puede que nos demos cuenta de que, en muchas ocasiones (probablemente, más de las que imaginamos), no nos atrevemos a dar nuestra opinión sobre algo si intuimos que no será igual que la opinión “oficial”. ¿Por qué? Porque tenemos miedo al rechazo y al aislamiento, dos de los terrores más primitivos del ser humano.
Hoy hablamos de la teoría de la “espiral del silencio” o, en otras palabras, cómo cada vez menos gente quiere destacar para no ser excluido. También intentaremos analizar qué problemas puede conllevar esta actitud, fuertemente ligada a la era digital, tanto a nivel individual como social.
¿Destacar en algo? Depende…
El miedo al abandono y al rechazo es algo que está muy presente en los seres humanos. Por supuesto, muchas veces este temor se convierte en trauma por alguna experiencia pasada, por lo cierto es que todos llevamos dentro esta inquietud, en mayor o menor grado.
La explicación es muy simple. Como muchas otras cosas, proviene del ser humano primitivo, cuando los grupos vivían en ambientes hostiles que podían acarrear la muerte. Formar parte de la comunidad era, por tanto, algo vital para permanecer con vida, pues un ser humano solitario era un ser humano muerto. El miedo a ser rechazado tenía entonces un sentido literal de supervivencia.
De alguna u otra forma, los humanos modernos tenemos todavía este miedo ancestral oculto en la parte más profunda de nuestra psique. Y, si bien hoy en día ser excluido de la sociedad no significa perder la vida, en muchas ocasiones todavía sentimos verdadero temor al rechazo social. La opinión pública se convierte así, como veremos a continuación, en algo que cohesiona a la sociedad y “protege” a los individuos. Destacar, en este sentido, no siempre es algo “bueno”.
La “espiral del silencio” o la tendencia a enmudecer
Así lo intuyó la politóloga Noelle-Neumann a principios de la década de 1970, precisamente cuando la televisión se convertía en el vehículo de masas por excelencia. De ninguna manera es casual que su obra apareciera en ese momento, cuando los medios de comunicación se consolidaban como entes cohesionadores de la opinión pública, que Noelle-Neumann llama “piel social”.
Pero ¿en qué consiste la “espiral del silencio” y cómo funciona? Noelle-Neumann parte de la idea de que las personas temen quedarse aisladas. A partir de este temor ancestral, observan cuidadosamente, a menudo de forma inconsciente, las opiniones y la conducta de los demás, con el objetivo de discernir la relación que mantienen sus propias opiniones con la opinión pública.
Cuando el individuo consigue descifrar esta información, según Noelle-Neumann pueden suceder dos cosas: Puede que la persona en cuestión vea que su opinión coincide con la opinión pública. En este caso, la expresará sin temor a ser rechazado, e incluso lo hará de forma vehemente, puesto que vincularse con la opinión “oficial” lo consolida en el grupo.
O puede que llegue a la conclusión de que su opinión no coincide con la de la mayoría, lo que la cohibirá hasta el extremo de no pronunciarse. Por eso la espiral imaginada por la politóloga alemana lleva el nombre de “espiral del silencio”: porque la tendencia de la espiral social es enmudecer al individuo y callar su propia opinión en favor de la que es considerada mayoritaria y, por tanto, “correcta”.
El peso de la sociedad digital: criticar y ser criticado
Así las cosas, un reciente estudio ha demostrado que cada vez menos gente quiere destacar, y que el motivo del “silencio” actual hay que buscarlo en la digitalización de la sociedad. En un mundo absolutamente digitalizado, donde las críticas son instantáneas y donde se priman los likes y los baños de masas, el viejo miedo a la exclusión ha aumentado hasta el punto de que cada vez son más las personas que no expresan su opinión en público por temor a ser ferozmente criticadas.
Esto es algo preocupante, puesto que va en detrimento de la originalidad y de la personalidad única de cada individuo. Las personas no solo tenemos cada vez más miedo a dar nuestra opinión, sino que nos autocensuramos para no contradecir lo que está públicamente aceptado como “correcto”. Esto, en nuestra sociedad de redes sociales y, por tanto, de instantaneidad, se ha convertido prácticamente en una paranoia colectiva.
La necesidad de aceptación, tan humana y tan antigua, ha llegado en nuestra época casi al paroxismo. Los estudios actuales prueban que las personas estamos enmudeciendo por temor a un ostracismo social que perjudique nuestra vida y comprometa nuestro bienestar. En consecuencia, las opiniones críticas han desaparecido prácticamente (el denominado “núcleo duro” en la teoría de Noelle-Neumann), lo que es realmente preocupante, puesto que daña al individuo y a la dinámica de lo social.
El poder de los narcisistas
Pero hay todavía más. En un mundo semejante, donde cada vez menos gente se atreve a dar su opinión, ¿quién puede, pues, manifestarse sin miedo al rechazo? Las personas con perfil narcisista, que buscan, precisamente, atención, bien provenga de una alabanza o de una crítica destructiva.
El narcisista de tipo grandioso necesita atención para alimentar su ego. La única recompensa que buscan es estar en boca de todos, y esto le resulta muy fácil en un mundo en que el ciudadano medio enmudece. En otras palabras, la voz del narcisista se escucha hoy con más fuerza.
El peligro real de que el narcisista tenga más espacio es que puede ser escuchado por más gente y, en última instancia, esto puede comportar la aparición de líderes peligrosos para el mantenimiento de una sociedad sana. Según el estudio Narcissism and Social Media: Should We Be Afraid? (ver bibliografía), existe una relación importante entre el “narcisista grandioso” y la frecuencia en la publicación de tweets y selfies, así como el tiempo destinado a las redes sociales. Así, los narcisistas grandiosos tienden a publicar más y con más frecuencia.
Es más, el citado estudio comprobó que las personas con rasgos narcisistas utilizaban plataformas como X (antiguo Twitter) cada vez con más asiduidad. Por otro lado, parece ser que, en general, cada tipo de narcisismo prefiere una plataforma social: mientras que los ya mencionados narcisistas grandiosos prefieren Twitter, los narcisistas “exhibicionistas” se mueven más cómodos en Facebook.
Pero no todo son malas noticias…
Los estudios recientes demuestran, pues, que la digitalización extrema del mundo en el que vivimos ha contribuido a fomentar la “espiral del silencio”, de la que ya hablaba Noelle-Neumann en 1974. Así, gran parte de la población “enmudece” por miedo a ser rechazada por su opinión.
Por otro lado, el “núcleo duro” que mencionaba la politóloga en su obra (es decir, las personas que se mantienen firmes en sus convicciones) ha disminuido drásticamente. La feroz crítica que fomentan las redes y las intensas polémicas que desatan son una de las causas de que cada vez existan menos personas que se atrevan a dar su opinión abiertamente.
Por último, el descenso del “núcleo duro” ha hecho que las personalidades narcisistas (especialmente, las de tipo “grandioso”) hayan acaparado las redes, con los peligros que esto comporta a nivel social. Sin embargo, no todo son malas noticias. Si bien la digitalización ha enmudecido a gran parte de la población, también ha generado una mayor autorreflexión. Actualmente, las personas pensamos más y mejor lo que vamos a decir, lo que, en última instancia, puede convertirnos en personas más críticas y sabias. Quién sabe.