El fútbol y la confrontación: psicopatía social

Cuando el fútbol deja de ser un deporte para convertirse en canalizador de odio.

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Hace poco se retransmitió el derbi en el que jugaron el FC Barcelona contra el Real Madrid, y los bares se llenaron de confrontación. Gente posicionada con uno u otro equipo que discutía las tácticas empleadas por los entrenadores, se debatía acerca de quien era la estrella entre los jugadores destacados de ambos bandos, etc.

Fútbol y confrontación

En este tipo de acontecimientos podemos ver fácilmente el posicionamiento de las personas según como se sienten identificados con los ideales de un club entre otras razones, pero es más difícil ver a alguien que vaya a ver el partido para disfrutar de un encuentro entre jugadores de máximo nivel deportivamente hablando. Cada persona muestra un sentimiento de pertenencia en función de su historia vital hacia unos u otros, y esto hace que la objetividad pierda peso frente a la visión subjetiva de cada uno.

Este fenómeno es fácil de ver cuando ocurre alguna jugada polémica o a la hora de evaluar el trabajo de un equipo aunque sea el contrario. Podemos observar cómo el conflicto gana terreno frente a la repercusión educativa que tiene para las personas que ven el partido. Se venden miles de camisetas de los jugadores denominados estrella, explotan la imagen mediática de estos jugadores para vender un producto determinado... 

Sin ir más lejos, solo hay que fijarse en las botas de fútbol que demandan los jóvenes, o en el nombre que quieren estampado en sus camisetas. Durante este conflicto abierto olvidamos, tanto espectadores como periodistas deportivos, la relevancia mayor que tiene el juego en equipo frente al peso decisivo que puede tener uno u otro personaje destacado. Olvidamos en el fragor del partido que un jugador no puede competir solo contra once jugadores contrarios: este no es el mensaje que llega, sino la jugada estrella o el gol que ha podido marcar independientemente de como esté transcurriendo el partido o si ha existido ese concepto de justicia para el equipo que trabaja mejor para conseguir su objetivo. Esto se puede traducir en la búsqueda de la recompensa rápida por encima de los valores colectivos propios de un equipo.

Cultura de la confrontación

En el transcurso de la búsqueda la meta, y sobretodo en partidos donde se ha dedicado tiempo semanas antes para calentar el ambiente y propiciar la presa rosa deportiva, existen rifirrafes entre jugadores. Vemos como se exageran las caídas o como se faltan el respeto unos a otros con pisadas, o con declaraciones en la prensa, vemos también como la tolerancia a la frustración de algunos jugadores queda en entredicho por la formación de tanganas, pero lo que no vemos tan fácilmente es la repercusión mediática que tiene en la educación de las personas como comentaba anteriormente.

Se consideran medios educativos también a la televisión, internet, prensa, etc. Pero parece ser que el objetivo más lucrativo no es el espectáculo del deporte en sí, sino en fomentar la individualidad y la creencia de que un jugador solo puede contra un equipo entero, y esto se ve reforzado por el ambiente futbolístico que se puede respirar en el bar más cercano.

El objetivo de este artículo es cuestionar el papel de los medios de comunicación en eventos que mueven masas, y que son referentes para muchas personas de todas las edades, y que en vez de unir por el placer de ver un partido de máximo nivel, alimentan la confrontación y enfatizan los atributos que precisamente menos benefician a un deporte de equipo o a las relaciones grupales entre un equipo y entre ambos. Ojala podamos ver un partido en el que no se busquen las entradas más fuertes, ni los piscinazos más espectaculares, sino un espejo donde las personas puedan reflejarse y sentirse parte de ello de una forma positiva, sin violencia ni discriminaciones raciales, y con el respeto como bandera. 

Fair play no debería ser una etiqueta vacía, sino una herramienta educativa para los jóvenes y no tan jóvenes que pueda aplicarse en nuestro día a día. Además, por qué considerar a los dos equipos como contrarios o como algo que no puede mezclarse como el agua y el aceite. Por qué no cambiar el enfoque y considerarlo como dulce y salado, con lo bueno que es el melón con jamón, o el chocolate con naranja. Todo depende del punto de vista del que partamos. 

Aboguemos por transformar lo negativo o diferente en oportunidades creativas y positivas que aporten recursos para transformar la sociedad en un lugar mejor.

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