Vivimos en una sociedad cada vez más globalizada que permite el conocimiento y contacto más o menos frecuente con personas con diferentes opiniones, creencias y formas de ver el mundo. Si bien por lo general esto genera una corriente de entendimiento entre las distintas culturas, en ocasiones también puede degenerar en violencia social.
Y es que el contacto con diferentes corrientes de pensamiento permite una evolución de la sociedad hacia valores como la tolerancia y el respeto mutuo, pero para algunas personas puede resultar aversivo al percibir las diferencias entre las formas de vivir y pensar con otros pueblos y colectivos, estando en algunos casos en oposición directa con las propias creencias y suponiendo la percepción de una desigualdad o la pérdida de poder social. Así, la pérdida de poder y la incomprensión de otros modos de ver el mundo considerando los propios ideales como los únicos o los más apropiados pueden degenerar en violencia.
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Violencia social: ¿qué es?
Se entiende por violencia social todo aquel acto con impacto social que atenta a la integridad física, psíquica o relacional de una persona o un colectivo, siendo dichos actos llevados a cabo por un sujeto o por la propia comunidad.
En algunos casos esta violencia es aplicada con el propósito de conseguir una mejora en las condiciones de vida o como forma de protesta por un trato que es considerado como vejatorio, como ocurre en algunos motines y revueltas. En otras ocasiones se pretende disminuir el poder de los demás con el fin de perjudicarles a ellos o a sus puntos de vista, o bien para aumentar la percepción de la propia autoridad.
Pero en general, podemos determinar que el objetivo de la violencia social como tal es la obtención o mantenimiento de poder y estatus social. Sin embargo, en muchas ocasiones esta va vinculada a la violencia política, en la que se realizan actos violentos con el objetivo de lograr un poder político o la violencia económica, en la que el objetivo es la obtención de capital.
Tipos de violencia social
Existen múltiples formas de violencia social, siendo algunas de ellas la violencia doméstica, las agresiones racistas y/u homófobas, los ataques terroristas, los secuestros, asesinatos u homicidios, las agresiones sexuales, el vandalismo, el acoso escolar o laboral o cualquier tipo de actuación que pretenda alterar el orden público mediante el ejercicio de la violencia.
Sin embargo, este tipo de violencia no abarca sólo actos criminales realizados de forma directa, sino que también entran dentro de dicha consideración aspectos como los valores, estereotipos, prejuicios y calumnias transmitidos culturalmente o a través de los medios que puedan incitar al odio o menosprecio a una persona o colectivo. Ejemplos claros de ello lo constituyen la promulgación y expansión de creencias que incitan al machismo, la homofobia o el racismo.
Factores asociados
La violencia social puede originarse en contextos muy diferentes y diversos, siendo incitada por la interacción de una gran cantidad de variables. Así, no existe una única causa de la violencia social sino que ésta tiene un origen múltiple, precisándose de una investigación de los diferentes factores que pueden acabar conduciendo a ella. Algunos de dichos factores son los siguientes
1. Percepción de desigualdad
En muchas ocasiones la violencia social es ejercida en condiciones en las que los individuos perciben la existencia de inequidad.
La observación o creencia de que otras personas que en principio deberían recibir el mismo trato que el propio sujeto reciben un trato de favor por parte de las instituciones o sociedades, o aún más importante que la propia persona o colectivo recibe un trato injusto o peor del que debería puede generar un agravio comparativo que puede terminar en algún tipo de violencia. La percepción desigualdad puede estar detrás de fenómenos de masas tales como motines y revueltas.
2. Amenaza a la propia posición
Como hemos dicho, el objetivos de la violencia social es mantener o aumentar el propio status o poder social. Uno de los principales motivos para ello es la consideración de que el propio poder se encuentra amenazado. El ejercicio de poder por parte de otros puede ser considerado como incompatible con la autonomía y el propio poder, con lo que el individuo o colectivo se ve frustrado y busca aumentar el control propio de los demás a través de la violencia.
Por otro lado, la idea de que hay una entidad externa a la sociedad que pone en riesgo su estabilidad suele ser usada como excusa para emprender medidas agresivas de control de la población, algo para lo que se necesita una justificación clara. Con tal de evitar este peligro, se puede comprometer el bienestar de minorías.
3. Exclusión social
Si bien se vincula a los anteriores factores, la exclusión social es por sí misma un factor importante a la hora de explicar algunos actos de violencia social. La sensación de no ser considerado por el conjunto de la sociedad como parte de ella genera frustración e ira respecto al mundo y la sociedad en la que se vive. Actos vandálicos, robos y agresiones son algunos de los tipos de violencia que suelen ser generados por este factor.
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4. Educación rígida y restrictiva
Los patrones educativos tienen una gran importancia a la hora de explicar la violencia social. Una educación excesivamente rígida y restrictiva puede provocar que la persona sea incapaz de flexibilizar sus puntos de vista, opiniones y creencias. Ello incita a pensar que la forma de hacer a la que el sujeto está acostumbrado es la única o la más válida, siendo otras opciones inconsistentes e inaceptables.
Por ejemplo, las políticas identitarias, basadas en el menosprecio a lo diferente, pueden basarse en una educación basada en el maniqueísmo y en la demonización de las personas que son percibidas como ajenas al colectivo al que se pertenece.
Grupos vulnerables u objetivo frecuente de violencia social
Por norma general, la violencia social suele ser aplicada contra las minorías, especialmente aquellas que tradicionalmente han sido perseguidas u oprimidas pero que con el paso del tiempo han aumentado su aceptación social, poder y derechos.
Dicho cambio es percibido por algunos individuos como una amenaza a su propio poder y creencias, intentando perpetuar los roles tradicionales a través de la violencia directa o indirecta. Sin embargo en otros casos es la minoría la que pasa a ejercitar la violencia, como forma de protesta o de reivindicación o con el fin de conseguir un objetivo concreto, tal y como ocurre en algunas revueltas populares.
Asimismo, en algunos casos otros colectivos son objetivo de violencia social indirecta con el fin de ser utilizados como medios para la perpetuación del propio poder, transformando en individuos originalmente neutrales o incluso a la propia persona objeto de violencia en un transmisor de dicha violencia. Veamos algunos de los colectivos que o bien son especialmente vulnerables o bien han sido objeto de violencia social a lo largo de la historia.
1. Infancia
Uno de los colectivos más vulnerables ante la violencia social, tanto si se da de forma directa sobre él o por el contrario lo observa de manera indirecta, es el de la infancia. Niños y niñas son especialmente vulnerables, teniendo en cuenta que están inmersos en un proceso de desarrollo que aún no les ha dotado de las suficientes herramientas ni físicas ni psíquicas para afrontar de forma eficiente situaciones violentas.
Por norma general, la violencia social ejercida sobre niños suele tener por objetivo el dominar a un ser más vulnerable con el fin de aumentar la propia percepción del poder, o bien como medio indirecto para dañar a una persona o institución.
Asimismo, la observación continuada de la violencia como método de control puede provocar el pensamiento y la creencia de que el ataque resulta una estrategia adecuada y adaptativa para lograr los propios objetivos.
2. Discapacitados
Las personas con discapacidad tanto física como intelectual pueden ser también objeto de violencia social, al no permitirles participar en la sociedad o bien ejercer diferentes tipos de acción sobre ellos como forma de dominación y ejercicio de poder.
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3. Clases populares
Las clases populares y la población con menos capacidad adquisitiva es a menudo objeto de violencia social e institucional, aprovechando su situación de precariedad e inestabilidad. Lo mismo ocurre en colectivos con elevado riesgo de exclusión social, como personas tuteladas por el estado o drogodependientes.
4. Mujeres
El papel de la mujer en la sociedad ha ido cambiando a lo largo de la historia, llegando en tiempos recientes a buscar la igualdad entre sexos. Sin embargo algunos individuos y sectores de la sociedad se resisten a la existencia de una igualdad, que en muchos casos supone una pérdida de poder y del rol tradicional asignado al hombre.
Algunos ejemplos de violencia social sobre este colectivo son la violencia de género, la perpetuación forzada de roles tradicionales, las dificultades de acceso al ámbito laboral o las desigualdades aún presentes.
5. Inmigración, minorías étnicas y religiosas
Otro objetivo clásico de violencia social son las minorías étnicas y/o religiosas. Si bien también en este aspecto la sociedad general busca la igualdad entre gente de diferentes etnias y culturas, algunos sectores no ven con buenos ojos la incorporación en la comunidad de individuos con características que no coincidan con lo más habitual. El tipo de violencia social que resulta más frecuente es el vinculado al racismo, que puede incluir agresiones físicas, vejaciones e incluso atentados.
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6. Comunidad LGTB
La comunidad LGTB es otro de los colectivos que tradicionalmente ha sido perseguido, vejado y minusvalorado. Con el paso del tiempo este colectivo está viendo como cada vez es más aceptado en la comunidad, consiguiendo poco a poco la igualdad de derechos con respecto a la población heterosexual. Sin embargo, igual que ocurre con la igualdad entre sexos y entre razas, algunos individuos y sectores de la sociedad consideran que la igualdad de derechos no debería darse, ejercitando diferentes tipos de violencia física, psíquica o social contra este colectivo.
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Efectos de la violencia social
Los efectos de la violencia social, al igual que sus causas, pueden ser múltiples y variados.
La persona, colectivo o institución agredida puede sufrir una profunda sensación de humillación que puede disminuir en gran medida su autoestima y autonomía, e incluso provocar el fallecimiento de la parte violentada.
En algunos casos la entidad agredida puede ser forzada o coaccionada a realizar determinadas conductas por miedo a las consecuencias de la oposición o bien debido a un cambio de actitud tras la vivencia del episodio violento. En otros, el despliegue de violencia puede despertar la reactividad del agredido y aumentar su determinación a perseguir sus ideales o a mantener su postura a pesar de los riesgos.
Del mismo modo, el conocimiento y observación de la conducta violenta puede despertar un efecto llamada y desencadenar nuevos ataques. En otros casos puede, como ocurre con los niños, enseñarles que la violencia es un mecanismo útil para lograr los propios objetivos.
Uno de los riesgos de la violencia social es que a menudo es minimizada, a través de mecanismos como la habituación, insensibilización, invisibilización y normalización. Estos mecanismos provocan que a la larga la población se despreocupe respecto a la comisión de actos violentos (por ejemplo, estamos acostumbrados a recibir noticias de agresiones, violencia o bajas en otros países debidos a guerras y desastres naturales, hasta el punto de que nos hemos insensibilizado y no solemos hacer nada al respecto).
Con el fin de evitar la repetición de actos violentos es necesario reconocer y luchar contra los mecanismos que la elicitan, como los mencionados anteriormente, y procurar que dichos actos de violencia no sean tapados ni ocultados, sino reconocidos y combatidos.
Referencias bibliográficas:
- Corsi, J. y Peyru, G.M. (2003). Violencias sociales. Ariel.