Cuando pensamos en el concepto de familia, normalmente nos viene a la cabeza un grupo de personas que se apoyan las unas a las otras y adoptan una serie de normas para hacer posible la convivencia. Ahora bien, precisamente porque el trato entre estas personas es muy habitual e involucra varias de los aspectos más íntimos y personales de cada uno, es relativamente común que surjan desavenencias y discusiones.
Existen diferentes tipos de conflicto familiar, según el tipo de vínculo entre las personas o según la causa que lo origine. Aquí encontrarás un resumen de estas variantes de conflictos que pueden darse dentro de las familias, y sus características.
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Discusiones y disputas en la familia
El término familia comprende a un grupo de personas integrado por personas unidas por relaciones filiales, es decir, padres, hijos y hermanos o por vínculos de pareja. Este sistema es comprendido como una totalidad abierta, en la que todos los componentes están estrechamente relacionados.
Debido a esta estrecha e íntima relación, la conducta de cualquiera de ellos puede afectar a la dinámica de la familia. Como es natural, las disputas y conflictos familiares forman parte de estas dinámicas.
Los conflictos o disputas constituyen un elemento inseparable del hecho de vivir en sociedad, dado esta está compuesta por muchos y diferentes individuos con diversas opiniones y formas de pensar. Además, un conflicto bien gestionado se establece como un medio para la el desarrollo y progreso, por lo que es necesario afrontarlo para poder aprender de él.
Evidentemente, el conflicto familiar es algo natural, puesto que en la convivencia de los miembros de una unidad familiar, con diferentes edades, pensamientos y formas de ver la vida el conflicto es algo inevitable. No obstante, lo fundamental no es evitar el conflicto a toda costa, puesto que eso es imposible, sino evitar la escalada de agresividad y manejarlo de forma inteligente y asertiva.
En el momento en el que en una familia o unidad familiar aparece un conflicto, aparece también una inestabilidad que puede acarrear frustraciones y preocupaciones desmesuradas en algunos miembros. Además, pueden comenzar a resurgir antiguos problemas que no fueron solucionados y que solamente contribuyen a hacer la bola del conflicto más grande.
Cualquier clase de crisis familiar requiere de la cooperación de todos los integrantes, así como de una transformación y adaptación a una nueva situación; puesto que durante una disputa familiar las reglas impuestas en el contexto familiar se vuelven inciertas y es necesario volver a trabajar en ellas.
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Tipos de conflictos familiares
Existen varias formas de categorizar los diferentes tipos de conflictos familiares. Esta categorización puede ir en base al tipo de relación que existe entre los agentes implicados en la disputa o en base al foco o causa del conflicto.
1. Tipos de conflictos familiares según el tipo de relación
Dependiendo del tipo de relación o parentesco que exista entre los miembros de la familia se pueden diferenciar cuatro tipos de conflictos familiares.
1.1. Conflictos de pareja
Es irremediable que surjan disputas o crisis en el contexto de pareja; sin embargo, si las personas son capaces de manejarlos de manera adecuada estos conflictos pueden servir para favorecer el refuerzo del vínculo de pareja.
Habitualmente estas dificultades surgen de forma natural a raíz de problemas de comunicación o de malos entendidos. Las causas más comunes de los conflictos cotidianos en la pareja son:
- Problemas de comunicación: expresiones incorrectas, reproches, discurso emocional, insultos, etc.
- Sensación de pérdida de libertad y autonomía por parte de uno de los miembros de la pareja.
- Tratar de cambiar la manera de ser de la otra persona.
- Falta de habilidades de resolución de problemas.
1.2. Conflictos entre padres e hijos
Según la etapa del desarrollo en la que se encuentren cada uno de las partes implicadas en el conflicto se pueden subdividir en tres categorías:
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Conflictos durante la etapa infantil: los conflictos suelen girar en torno al desarrollo de la autonomía del niño. En estos casos o bien los padres no tiene claro cómo conceder esa autonomía, o bien no creen que el hijo se esté orientando hacia la dirección que ellos creen correcta.
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Conflictos durante la adolescencia: es la etapa en la que mayor número de conflictos surgen. Estos aparecen cuando los hijos tienen entre 12 y 18 años y vienen dados por las fluctuaciones o altibajos emocionales propios de este período.
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Conflictos con hijos adultos: cuando los hijos alcanzan la mayoría de edad supone el comienzo de la convivencia entre personas ya adultas. Las cuales suelen tener diversas maneras de pensar y de entender cómo vivir u organizar su vida, por lo que esta época también es susceptible de provocar algunos conflictos familiares.
1.3. Conflictos entre hermanos
Este tipo de conflictos son de los más habituales y los que más perduran independientemente de la etapa vital en la que se encuentren cada uno de ellos. Estos altercados suelen mantenerse durante muy poco tiempo y la mayoría de las veces no es obligatoria la intromisión de los padres.
La cara positiva de este tipo de conflictos es que constituyen un preludio de los conflictos que pueden aparecer en la edad adulta, y por lo tanto sirven de iniciación y aprendizaje para la vida adulta.
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1.4. Conflictos con la tercera edad
Cuando una persona adulta ingresa en la etapa de la tercera edad los cambios que experimenta son sumamente trascendentales. Tanto a nivel biológico, cuando la persona advierte el propio deterioro corporal; como a nivel social, en el que aparecen acontecimientos como la jubilación, la pérdida de amistades o seres amados, etc.
Este conjunto de cambios pueden ser experimentados de manera muy dramática por la persona, dando lugar a conflictos con el resto de componentes del núcleo familiar.
2. Según el foco del problema
Estos conflictos se categorizan según la fuente o foco del problema, y aunque se describen de forma separada pueden darse más de un tipo al mismo tiempo.
2.1. Crisis propias del ciclo vital
Cada cambio o salto de una etapa del ciclo vital a otra suele venir acompañado de algún conflicto, esto es debido una serie de factores como nuevas responsabilidades, asimilación de nuevos roles o acontecimientos como matrimonios, jubilaciones o defunciones.
Si estos conflictos intentan ser neutralizador o son gestionados de forma poco perspicaz, pueden llegar a transformarse en auténticas crisis familiares.
2.2. Crisis externas
El origen de estas crisis se encuentra en** la aparición repentina de un acontecimiento inesperado**. Estos acontecimientos abarcan desde la pérdida de un empleo, alguna clase de accidente, el fallecimiento de una persona querida, etc.
Lo que suele caracterizar a estas crisis es la búsqueda de culpables por parte de la persona más afectada, en vez de procurar acostumbrarse a las nuevas circunstancias.
2.3. Crisis estructurales
En esta clase de dificultades se repiten y renuevan antiguas crisis o sucesos, haciendo que los conflictos reaparezcan entre los miembros de la familia.
2.4. Crisis de atención
Estas crisis son propias de unidades familiares en las que residen personas dependientes o desvalidas. En estos casos los conflictos aparecen cuando las personas encargadas de su cuidado ven limitadas o restringidas sus actividades habituales o sus libertades.
Consejos para manejar los conflictos familiares
Es necesario comprender que en una situación de conflicto familiar no todo es negativo. Un conflicto puede suponer una ocasión perfecta para aprender nuevas formas de resolver problemas. Antes que nada hay que identificar las causas concretas del conflicto para así poder trabajar los posibles cambios sobre ellas.
Algunas tácticas o estrategias para manejar las disputas de forma eficaz son:
1. Practicar la escucha activa
Atender plenamente a aquello que el otro está intentando trasladar, así como asegurarse de haber entendido sus demandas y de que la otra persona sea consciente de que se le ha entendido.
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2. Vigilar la forma de hablar
Utilizar un lenguaje cuidado y unas expresiones correctas son esenciales para mantener una buena comunicación.
Una buena forma de expresar los sentimientos de una forma adecuada es reemplazando los reproches por manifestaciones de lo que se está sintiendo o de aquello en que la persona se siente lastimada o dolida. Asimismo, es necesario plantear o sugerir soluciones alternativas a los problemas que han causado la crisis.
3. Permitir la intervención de todos los implicados
Es muy frecuente que en cualquier tipo de disputa las personas implicadas se quiten la palabra entre ellas, o que no quieran que algunos de los otros implicados intervengan en la solución del problema.
No obstante, este es un grave error. Puesto que no se debe priorizar a ninguna de las partes implicadas y todas ellas tienen el derecho y obligación de intervenir al mismo nivel.
4. Manifestar afecto
A pesar de estar experimentando una situación de conflicto que puede resultar estresante, es importante continuar expresando muestras de cariño y afecto; ya que estas rebajan los niveles de tensión en las relaciones.
5. Encontrar el lugar y momento idóneo
Debido al componente emocional de los conflictos familiares, en muchas ocasiones las personas tienden a discutir en cualquier momento y lugar. Sin embargo, es mejor posponer la discusión para cuando los ánimos estén más calmados y el contexto acompañe y facilite el diálogo.