Por definición, los hooligans (ultras, barrasbravas, etc.) son personas que muestran un comportamiento agresivo en los eventos futbolísticos. Durante las últimas décadas, los psicólogos sociales y los sociólogos han prestado atención a este fenómeno que tuvo su auge en los años 80 en Europa, pero que a día de hoy sigue en el centro de la polémica a causa de altercados frecuentes, como los acaecidos hace solamente unas semanas entre aficionados radicales del Deportivo de la Coruña y del Atlético de Madrid.
En esta ocasión, perdió la vida una persona que fue lanzada al río tras una multitudinaria pelea. Estos encuentros violentos entre grupos de hooligans han dado lugar a numerosas muertes y tragedias a lo largo de la historia del fútbol. Una de las más sonadas ocurrió en 1985 en el estadio de Heysel (Bruselas) donde murieron 39 personas mientras se disputaba la final de la Copa de Europa entre Liverpool y la Juventus. Desde 2004 parece haber disminuido algo el nivel de violencia protagonizada por estos grupos, pero no ha desaparecido totalmente.
Hooligans: psicología de grupo y la violencia por consenso
Las unidades de policía especializadas en estos temas y la colaboración entre las fuerzas de seguridad a nivel internacional han dificultado la organización de estos grupos violentos. Sin embargo, todavía son frecuentes los enfrentamientos callejeros tras los partidos.
La violencia de los hinchas ha afectado también a otros deportes, pero el “hooliganismo” se ha asociado tradicionalmente al fútbol ya que es el deporte con más seguidores en el mundo. Ángel Gómez, profesor de Psicología en la UNED, afirma que “en España, entre los años 1975 y 1985 se produjeron 6.011 actos violentos relacionados con el deporte, el 90% de los cuáles estaban relacionados directamente con el fútbol”.
El término “hooligan”, nace en Inglaterra en los años 60 y parece proceder de una canción de 1899 inspirada en Patrick O’Hoolinhan, un portero (seguridad) y ladrón Irlandés que vivió en Londres. Su familia y él eran famosos por sus frecuentes peleas. Según informes de la London Metropolitan Police, O’Hoolinhan era el líder de una banda de jóvenes. Los jóvenes que pertenecían a su banda fueron bautizados como “hooleys” (en irlandés significa salvaje).
Tras sus inicios en Inglaterra, el auge del hooliganismo se produce en los años 80 debido a la notoriedad pública que alcanzaron los hooligans en distintos países europeos, amén de su alto colorido en la animación de los encuentros deportivos y la violencia que generaban dentro y fuera de los estadios. Según el colectivo y el país de residencia, parece haber ciertas diferencias entre estos grupos. Por ejemplo, en España e Italia suelen compartir los colores del club con la ideología política (fascismo o el radicalismo de izquierdas). No obstante, en Inglaterra, muchos grupos son apolíticos.
Hay que destacar que la ideología política es solamente en la muestra de símbolos, ya que estos grupos no pretenden un cambio social, es una ideología simbólica que forma parte de su componente lúdico. Otro ejemplo de las diferencias entre estos grupos de radicales son los “zulus”. La “hooligan firm” asociada al equipo del Birmingham City, es uno de los grupos más heterogéneos de ultras ingleses. Entre sus miembros coexisten multitud de etnias diferentes, algo que no es habitual entre los hooligans.
Los hooligans y el comportamiento grupal
Estos grupos ofrecen a sus miembros la posibilidad de acceder a un rol: el de ultras o hooligans. El joven hooligan encuentra en el grupo una identidad ya predispuesta con un conjunto de normas, valores, sensaciones, creencias, razones y modelos de acción. A través de un proceso de “culturalización” y asimilación del rol, el integrante de un grupo hace suyas las imágenes y reglas de conducta a través de las cuales puede ser confirmado por los otros y aprobado por el grupo.
Puede parecer que sus actos son una manifestación espontánea de exaltación de los colores del equipo pero son, en realidad, fruto de una meticulosa organización y de muchas horas de trabajo. Los grupos ultras son organizaciones. Como tales se financian de diferentes maneras (venta de merchandising, revistas, etc.) y requieren un trabajo organizativo que el líder y los ultras con responsabilidades llevan cabo durante la semana.
La violencia de los hooligans y su componente lúdico
Una de las características de la conducta de los hooligans que más ha llamado la atención de los sociólogos y los psicólogos sociales es la violencia lúdica que emplean estos grupos. Lo cierto es que el fútbol se transforma un conjunto de rituales, cánticos, símbolos y expresiones que definen al hincha radical. En el estadio, la emotividad se aleja de la racionalidad, el fútbol es un complejo ritual que incluye dos mundos paralelos: uno en el campo y otro en las graderías. Cuando los hinchas se reúnen para ir al estadio, lo hacen en masa. Entonces se inician una serie de procesos intragrupales e intergrupales.
Los actores producen conductas acerca de su identidad o pasión por el equipo, se producen conflictos con los hooligans del equipo rival, se busca la reafirmación propia (la del grupo) y se construye una auto-imagen que sea reconocible por los “otros”, a quienes se denigra. Los hinchas perciben mala intención en toda acción de sus oponentes (o hinchas rivales), aun cuando ella no existe. Reaccionan con odio y rabia pues se consideran víctimas inocentes del injusto árbitro o de la intimidante policía.
Violencia, identidad y refuerzo grupal
Esta violencia está orientada al mantenimiento de la cohesión interna del propio grupo. Los hooligans funcionan como sistemas sociales cerrados y tienen que desplazar la agresividad hacia otros grupos sociales. Los mecanismos que intervienen en este tipo de violencia tribal han sido analizados por la Teoría de la Identidad Social de Tajfel y Turner. Es una violencia que nace del grupo y que tiene como finalidad el reforzamiento grupal. La presencia de otro grupo es el desencadenante de un mecanismo de autorregulación que trata de reducir las diferencias internas reforzando la norma interna de la uniformidad. Es ésta una violencia aparentemente gratuita, que no tiene otro objetivo que la de humillar al contrario para proclamar la superioridad del propio grupo.
Marsh, Rosser y Harré en “The rules of Disorder” (1978) llaman a este fenómeno “la agresividad ritualizada”. Para estos autores, los enfrentamientos entre hinchas, aparentemente desordenados, son en realidad confrontaciones ordenadas y no exclusivamente violencia real. María Teresa Adán Revilla, invesigadora de la Universidad de Salamanca y experta en la violencia en el fútbol afirma:
“Dos grupos rivales de hinchas se intercambian insultos hasta que, por cada bando, se adelanta un individuo, enfrentándose en el espacio abierto que queda entre los dos bandos. Allí se intercambien nuevos insultos y se hacen gestos amenazadores, hasta que uno de ellos pierde el terreno y se retira. El resultado de una ‘pelea’ con éxito es la retirada del enemigo y el aumento de reputación del protagonista del bando que ha forzado al otro a echarse atrás”.
La agresividad ritualizada es simbólica porque supone el despliegue de armas, pero no su uso. Se trata de humillar y afianzar la sumisión de sus oponentes, pero no hacerles daño físico. Sin embargo, el ritual puede quedar interrumpido para dar paso a la violencia real. Esto sucede cuando algún miembro de uno de los grupos viola accidentalmente las reglas tácitas del ritual o cuando interviene un factor externo, como puede ser la policía.
La mayor parte de las “agresiones” ejercidas por los hooligans, por tanto, no tienen un origen ideológico, sino lúdico. Su finalidad es la de crear un clima de diversión y fiesta, romper la monotonía de la vida y acceder a emociones intensas.
El gamberrismo y los hooligans
El gamberro es una persona que se divierte ruidosamente, alborota o provoca escándalos en sitios públicos y, en general, obra con desconsideración hacia los demás. Lo que caracteriza al gamberro y, por tanto, lo diferencia del típico delincuente que actúa por móviles utilitarios, es el empleo de la violencia con una finalidad lúdica. Elias y Dunning, en su artículo “Deporte y Ocio en el Proceso de la Civilización” (1992) creen que la conducta de los gamberros se comprende mejor como una búsqueda de excitación en una sociedad nada excitante. La represión social de las emociones constituiría parte esencial del proceso de civilización.
La emoción lúdica ha aumentado su importancia en las últimas décadas como compensación del rígido control social de las expresiones emocionales. Las manifestaciones emocionales son permitidas en el deporte, los espectáculos, las fiestas y, en general, en los acontecimientos propios del tiempo de ocio. Se ha creado una sociedad que ha impuesto el freno emocional y que, en palabras Elias y Dunning, “Se han construido comunidades capaces de satisfacer todas las necesidades materiales, estables y seguras. Comunidades donde el trabajo cotidiano suele ser repetitivo y donde todo pretende estar previsto, de forma que la estimulante aparición de lo nuevo y sorprendente resulta poco probable”.
El sociólogo Pilz señala que este es un contexto propicio para que surjan fenómenos compensativos como la afición a deportes de riesgo, el cáracter excitante que presenta buena parte de la producción cinematográfica actual (thrillers, films de violencia, sexo y catástrofes), el sesgo sensacionalista de los medios de comunicación, el éxito de las revistas del corazón o el auge de morbosos reality shows televisivos.
El psicólogo John Kerr, intenta explicar el fenómeno hooligan a través de la Teoría de la inversión de Apter (1982, 1989) que centra su interés en el análisis fenomenológico de las motivaciones y emociones humanas. Esta teoría se centra en tres conceptos: estados metamotivacionales, el tono hedónico y los marcos protectores.
Motivaciones del hooligan
Los estados metamotivacionales son aquellos estados mentales básicos de carácter transitorio que subyacen a una motivación específica. Existen cuatros pares de estados metamotivacionales, télico/paratélico, negativismo/conformidad, dominancia/comprensión, autolic/alloic, que coexisten separadamente dentro de un sistema biestable, como por ejemplo el paso de encendido a apagado en un electrodoméstico, el on y el off.
En el estado télico, tendemos a actuar de forma seria y planificada, mientras que en el estado paratélico, que es más habitual en el hooligan, solemos comportarnos de forma espontánea y lúdica, estando orientados hacia el presente. Otro estado metamotivacional que predomina en el hooligan es el de negativismo que se define como resistencia o rebeldía contra las normas establecidas. En un momento dado, la influencia de diversos factores, como la incidencia de un acontecimiento inesperado, puede inducirnos a realizar una inversión, y pasar de un estado a otro.
El concepto de tono hedónico hace referencia al grado en que una persona siente que se encuentra excitado en un momento dado. El mayor o menor nivel de arousal que experimenta una persona puede suscitar emociones muy diferentes según el estado metamotivacional en que se encuentre. En el estado paratélico, un alto arousal produce una excitación que conlleva a sentimientos placenteros (es decir, tono hedónico alto) mientras que un bajo arousal genera aburrimiento y sentimientos displacenteros (tono hedónico bajo). En el estado télico, cambian las reacciones emocionales: el alto arousal provoca ansiedad y displacer, el bajo arousal produce relajación y sentimientos placenteros.
En estudios que utilizan la Escala de Dominancia Télica, como el de Murgatroyd (1978), que mide el estado metamotivacional que predomina en un individuo, se ha comprobado que las personas con dominancia paratélica son más propensas a participar en situaciones arriesgadas. Según Kerr, existen pruebas empíricas que asocian el comportamiento del delincuente y del hooligan a una orientación paratélica.
Por último, el concepto de marco protector hace referencia al hecho de que emociones negativas (ansiedad, la ira o el miedo) pueden ser interpretadas positivamente y experimentadas como placenteras si se dan en el estado paratélico. Esto parece explicar porque algunas personas disfrutan de una película de terror mientras están sentadas en una butaca en la que se sienten seguros o sean capaces de tirarse en paracidas por estar bien equipados.
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