En 1881 se publica una curiosa noticia en el diario La Vanguardia de Barcelona. Un historiador ha conseguido encontrar el lugar exacto donde reposan los restos del teniente general Luis Lacy (1775-1817), el héroe de la Guerra de la Independencia cuyo cadáver se encontraba en paradero desconocido. Como las autoridades no saben muy bien qué hacer con los huesos, se los entregan a un notario de Barcelona, que guardará al general en su casa durante 22 años.
El lugar hallado por el historiador no había sido el único sitio de descanso del cadáver de Lacy, ni sería el último. Hoy te contamos la curiosa historia de Luis Lacy y Gautier, llamado ‘el general de las seis tumbas’ por las seis ocasiones en que fue enterrado.
Breve biografía de Luis Lacy, el general que fue enterrado seis veces
Para hablar de nuestro personaje debemos remontarnos a la Guerra de la Independencia Española, que, durante seis largos años (desde 1808 hasta 1814) enfrentó a los españoles contra las tropas invasoras de Napoleón Bonaparte. El general Luis Lacy participó en la contienda y se destacó en ella como un auténtico héroe. Sin embargo, no siempre había sido así.
Lacy era gaditano, hijo de padre irlandés y madre francesa. La familia de su madre, los Gautier (o Gauthier, según otras fuentes), formaban parte del ejército español, y en él se enroló un joven Lacy de trece años, rumbo a Puerto Rico. Hacia 1794 lo encontramos de nuevo en España, luchando en la llamada Guerra del Rosellón o de la Convención, que pretendía acabar con la recién nacida Francia revolucionaria. Sin embargo, asuntos turbios relacionados con ciertos amoríos con mujeres no indicadas desencadenaron su expulsión del ejército.
En estas circunstancias, Lacy se adhirió, en 1803, al ejército napoleónico. Cinco años le duró la aventura francesa; ante los hechos del 2 de mayo de 1808, que Lacy consideró abominables, desertó del ejército de Napoleón y volvió a España.
Masón, liberal y héroe de guerra
Durante los años siguientes, Luis Lacy luchó a favor de España y contra la invasión francesa, y llegó a destacarse como un auténtico héroe militar. Los nombramientos se suceden: en 1811, se le nombra Capitán General de Cataluña (a pesar de que fue sustituido rápidamente); en 1813, lo encontramos ocupando el cargo de Capitán general de Galicia, donde, y según el estudio llevado a cabo por el historiador Alberto Valín (n. 1953), se adhirió a la Logia Constitucional de la Reunión Española, una logia masónica fuertemente involucrada en temas políticos y especialmente favorecedora de la Constitución de Cádiz de 1812.
Lacy era, pues, un ferviente liberal que creía en los cambios que traía el nuevo siglo y que defendía a capa y espada la constitución gaditana, en cuya redacción, por cierto, participó. Podemos imaginar su desilusión (igual que la de tantos y tantos liberales españoles) cuando, repuesto Fernando VII en el trono, el monarca abolió la tan respetada constitución y restauró el absolutismo. Esto era algo que ni Lacy ni muchos de sus compañeros estaban dispuestos a tolerar.
Una oleada de pronunciamientos
Y es que, antes del exitoso pronunciamiento del general Rafael del Riego (1784-1823), acaecido en Cabezas de San Juan (Sevilla) el primero de enero del año 1820, se sucedieron otros intentos de devolver la constitución al país, todos ellos truncados.
En septiembre de 1814 (el mismo año del regreso del rey) Francisco Espoz y Mina (1781-1836) dirigió un levantamiento del que, milagrosamente, salió con vida, pues pudo escapar a Francia. A este siguieron varios más (exactamente, uno por año): en 1815, Juan Díaz Porlier (1788-1815), apodado El marquesito, se levantó con el ejército en La Coruña, y, en febrero del siguiente año, Vicente Richart (1774-1816) intentó secuestrar a Fernando VII para obligarle a jurar la Constitución de Cádiz. Ambos fueron capturados y ajusticiados.
En la noche del 4 al 5 de abril de 1817 le llegó el turno a Luis Lacy, que se levantó en Caldetas, no muy lejos de Barcelona, apoyado por el general Francisco Milans del Bosch (1769-1834), que se encontraba en la capital catalana. La operación fue, de nuevo, un fracaso; Lacy fue capturado y, bajo las órdenes del capitán general de Cataluña, Francisco Javier Castaños (1758-1852), trasladado a la fortaleza de Bellver, en Mallorca, pues se temía un levantamiento popular.
Allí, en el castillo de Bellver, donde años antes había padecido la prisión Gaspar Melchor de Jovellanos, Luis Lacy fue fusilado, y su cadáver, arrojado al foso. La historia del general podría acabar aquí... pero a su cuerpo todavía le quedaban muchas vicisitudes por protagonizar.
‘El general de las seis tumbas’
Al general Lacy, que falleció en Mallorca a la edad de 42 años, le costaría mucho descansar en paz. No en vano se le conoce como ‘el general de las seis tumbas’, puesto que su cuerpo cambió de lugar en seis ocasiones. La última (donde actualmente reposa), se encuentra en el cementerio de Sant Andreu de Palomar, en Barcelona; un pequeño nicho ubicado en el conocido como el Panteón del Soldado. Veamos cómo fue esta curiosa trayectoria post-mortem.
Primera tumba: la fosa del castillo de Bellver, Mallorca
Tras su fusilamiento, el cadáver de Luis Lacy fue arrojado sin ninguna contemplación al foso del castillo de Bellver, en Mallorca, una hermosa edificación gótica del siglo XIV que había acogido años atrás a un exiliado Jovellanos. Allí permanecieron sus restos durante tres años... hasta que el golpe de Riego triunfó y volvió la Constitución a España.
Segunda tumba: la capilla castrense de la Ciutadella, Barcelona
De ninguna manera iban a consentir Rafael del Riego y sus seguidores que los huesos de un general liberal que había muerto por defender la constitución permanecieran en el foso del castillo. Se inició entonces el proceso de recuperación del cadáver de Lacy, su traslado a Barcelona y su exhibición pública en la capilla castrense de la Ciutadella, donde sería enterrado por segunda vez y, en esta ocasión, con todos los honores.
Tercera tumba: el huerto de la capilla (bajo un olivo)
Los cambios que sufrió la España de principios del siglo XIX fueron constantes y bruscos. Apenas había entrado Lacy a la que parecía ser su tumba definitiva, cuando, tres años más tarde, a principios de 1823, la llegada del ejército francés, conocido como Los Cien Mil Hijos de San Luis, ponía fin al sueño liberal y devolvía el absolutismo a España. Riego fue ahorcado, los liberales perseguidos duramente y, por supuesto, se ordenó exhumar el cadáver de Lacy y, según palabras oficiales, ‘tirarlo a un estercolero’.
Sin embargo, el sacerdote encargado de la capilla desobedeció las órdenes. De noche, y con mucho sigilo, exhumó los huesos del general y los enterró en el huertecito que se encontraba pegado al muro del ábside. Para poder localizar, en un futuro, el lugar de descanso del militar, el cura depositó los restos al lado de un olivo. Y allí quedó, olvidado por todos, hasta el año 1881.
Cuarta tumba: la casa de un notario
Ese es el año que reseñábamos en la introducción, en que un historiador logró encontrar el lugar de reposo de Lacy gracias al testimonio del sacerdote, que lo confesó todo antes de fallecer. Se procedió a excavar bajo el famoso olivo y, en efecto, los huesos del general emergieron, por tercera vez, de la tierra.
Nadie sabía muy bien qué hacer con los restos, de modo que un notario de Barcelona, un tal Maspons, los custodió en su casa, en una caja ... ¡durante 22 años!
Quinta tumba: el cementerio de Montjuïc, Barcelona
A la muerte del notario, la viuda y el hijo se negaron a seguir guardando los huesos del general Lacy, por lo que los entregaron al gobernador civil de la ciudad para que hicieran con ellos lo que consideraran. Así, el malogrado militar llegó a la que sería su quinta tumba, un nicho del recién construido cementerio de Montjuïc, en Barcelona.
Sexta (y última) tumba: el Panteón del Soldado de Sant Andreu de Palomar
Parecía que el curioso peregrinaje post-mortem de Luis Lacy tocaba a su fin. Sus restos fueron depositados en el cementerio de Montjuïc en 1903, pero, pocas décadas más tarde, el nicho donde se encontraba empezó a derrumbarse. La Guerra Civil había terminado y Franco estaba ya al mando del país.
Cuando se consideró el lugar a donde trasladar los restos, se contempló su ubicación en el Panteón del Soldado, que en aquellas fechas estaba recién erigido en el cementerio de Sant Andreu de Palomar, en Barcelona. Se trataba de un panteón que pretendía dar sepultura digna a los soldados que no podían costearse su propio entierro.
Allí, en un modesto nicho y rodeado de soldados rasos, se depositaron los restos del teniente general Luis Lacy y Gautier, el que había sido héroe de la Guerra de la Independencia y se había enfrentado (infructuosamente) al absolutismo de Fernando VII. Parece ser (así lo esperamos) que esta sea su tumba definitiva.


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