Viktor Frankl es una de las figuras más destracadas de la historia de la psicología. Como creador de la logoterapia, Frankl abordó el tratamiento de alteraciones mentales desde una perspectiva y existencialista que décadas más tarde sirvieron para reforzar una corriente conocida como Pscología Humanista, a la que pertenecieron Carl Rogers y Abraham Maslow entre otros.
Muy centrada en la fenomenología y lo subjetivo, la logoterapia de Viktor Frankl es difícilmente comparable con formas de intervención psicoterapéutica cuya eficacia ha sido demostrada en estudios independientes, y actualmente su estatus científico está seriamente cuestionado. Pero, para entender bien los orígenes del trabajo de Viktor Frankl hay que tener en cuenta el contexto histórico en los que se dieron.
Viktor Frankl y la lucha existencial
El dolor y la tristeza son dos de los fenómenos más estudiados por la psicología, por una buena razón. Son muchos los senderos de la vida que parecen conducir hacia ellos, y cuando los experimentamos todo lo que sentimos y hacemos tiende a girar alrededor del hecho de que nos sentimos mal. En algunos casos, incluso, el desasosiego puede tener tanto poder sobre nosotros que nos impide disfrutar de la vida y puede jugar un importante papel en el suicidio. Es por eso que una vertiente de la psicología se ha volcado en el tratamiento de estos problemas, y se han ido desarrollando numerosas propuestas terapéuticas para paliar el sufrimiento.
Pero no todas estas terapias parten de unos supuestos filosóficos que pretendan abarcar todos los aspectos sobre cómo vivimos nuestra vida: algunas tienen como objetivo ser de utilidad en unos contextos muy concretos y no en otros y utilizan criterios de medición de resultados que pueden resultar demasiado rígidos. Es por eso que entre los partidarios de utilizar una psicología más basada en la filosofía que en las ciencias naturales se siente un gran respeto por Viktor Frankl, un psiquiatra vienés nacido a principios del siglo XX, construyó un enfoque terapéutico a partir de sus experiencias como superviviente en los campos de concentración del régimen nazi.
Los inicios del joven Viktor Frankl
Viktor Frankl nació en el seno de una familia judía vienesa en el año 1905, cuando el psicoanálisis de Sigmund Freud empezaba a ganar popularidad entre los psiquiatras europeos. Es por eso que durante su juventud, cuando empezó a interesarse por la psicología y la salud mental, su formación autodidacta sobre el tema incluía muchos textos sobre psicoanálisis.
Sin embargo, también desde muy joven empezó a desarrollar un notable interés por la filosofía, característica que definiría su personalidad y su manera de plantearse preguntas existenciales sobre el sentido de la vida. De hecho, siendo menor de edad empezó a dar sus primeras charlas en las que compartía algunas de sus reflexiones.
La universidad y su especialización en psiquiatría
Cuando Viktor Frankl entró a la Universidad de Viena para terminar especializándose en psiquiatría a mediados de los años 20, los trabajos de Freud sobre la salud mental y el funcionamiento de la psique habían ganado tanta notoriedad que el joven alumno no tuvo problemas para moverse como pez en el agua en una disciplina que combinaba el estudio de lo orgánico (el sistema nervioso) con la utilización de una meta-psicología muy cercana a la filosofía que tanto interesaba a Frankl.
No obstante, terminó distanciándose del psicoanálisis ortodoxo al considerarlo demasiado reduccionista y empezó a formarse en la corriente psicodinámica de Alfred Adler. Esta perspectiva no estaba marcada por la visión pesimista de que cada persona está atada a las fuerzas inconscientes que emergen de su estructura mental, y por eso encajaba mejor con la manera en la que Viktor Frankl entendía la vida.
La importancia de la filosofía en la búsqueda de la felicidad
Porque el joven Frankl sabía que el sufrimiento y el conflicto existe, pero creía que mediante una combinación entre filosofía y conocimientos en psicología es posible lograr un ajuste entre lo que se experimenta y el modo en el que se piensa en ello para no caer en la infelicidad. Durante sus años de formación entre los seguidores de Adler, Viktor Frankl entró en contacto con Rudolf Allers, lo cual le llevaría a desarrollar un tipo de psicología existencial que hoy conocemos como logoterapia.
Así, aunque Viktor Frankl terminase su relación académica con Adler años después, la idea de que el bienestar y la salud mental tienen mucho que ver con el modo en el que se le da sentido a la existencia vital quedó muy arraigada en la filosofía de este psiquiatra. Pero lo que le llevaría a reafirmarse en sus convicciones fue una experiencia terrible y potencialmente traumática: su paso por los campos de concentración nazis.
Viktor Frankl como superviviente del holocausto
Durante sus años como estudiante, Viktor Frankl tuvo muchas ocasiones para irse familiarizando con el dolor. De hecho, se quiso especializar en el estudio y el tratamiento de la depresión y la prevención del suicidio, lo que le llevó a ofrecer servicios de apoyo a estudiantes con exceso de estrés y, durante los años 30, trató a muchos pacientes en riesgo de cometer suicidio. A partir de 1938, sin embargo, empezó a estar cada vez más acorralado por el ascenso del nazismo.
En 1942, después de ser obligado a trabajar en el único hospital de la zona en el que podían trabajar judíos, Viktor fue deportado a un gueto, y de allí a una serie de campos de concentración, incluido Auschwitz. La mayor parte de su familia, incluida su mujer, murió en la red de campos de exterminio, y Viktor Frankl tuvo que trabajar en condiciones de esclavitud hasta que el campo en el que se encontraba fue liberado en 1945.
El hombre en busca de sentido
Después del final de la guerra, Viktor Frankl fue descubriendo que muchas de las personas a las que quería habían muerto, pero encontró una manera de encajar estas pérdidas. Según él, el simple hecho de descubrir el sentido del sufrimiento hace que este se experimente de una manera mucho más llevadera, haciendo que este pase a incorporarse a la narrativa de la propia historia vital como un elemento más, algo que no impide que se pase página y se pueda tirar para adelante.
Esta idea, que de hecho coincide en gran parte con los principios de la filosofía existencialista de Jean-Paul Sartre y otros pensadores, fue plasmada por Viktor Frankl en su obra más conocida: El hombre en busca de sentido, publicado en 1946, que también es un libro que sirve como introducción a la logoterapia.
Las teorías de Viktor Frankl, hoy
La obra de Viktor Frankl bebe de influencias que pueden ser rastreadas hasta hace cientos de años, cuando líderes religiosos orientales hablaban sobre cómo enfrentarse al sufrimiento cambiando el modo en el que se piensa en él y cuando los ascetas de la Grecia antigua enseñaban a renunciar a las ideas preconcebidas sobre lo que genera deseo y lo que no. De hecho, sus aportaciones a la psicología son menos importantes cuanto más nos ceñimos a la idea de que la psicología debe ser una ciencia basada en la medición y la experimentación.
Sin embargo, el filtro intelectual que supuso Viktor Frankl no ha tenido la logoterapia como su único producto: también puede considerarse que sus primeras obras sobre análisis existencial han sentado las bases de la psicología humanista que popularizaron personas como Carl Rogers o Abraham Maslow y que más recientemente ha alumbrado la psicología positiva, orientada a investigar temas como la autorrealización, la consecución de objetivos vitales y la felicidad.
Puedes consultar los libros que escribió Viktor Frankl a través de este enlace.
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