Según algunos testimonios contemporáneos, Njinga Mbandi, la intrépida reina de Ndongo (actual Angola) tenía un aspecto terrible en la batalla, y su grito de guerra era escalofriante. También se cuenta de ella que tenía un profuso harén masculino con el que saciaba sus elevadas ansias sexuales, y que mató a su propio hermano para hacerse con el trono (aunque, para ser justos, hay que decir que el hermano había matado primero al hijo de Njinga, para asegurarse que nadie le usurparía el poder).
Leyendas o no (pues, como suele ser costumbre, existen muchas habladurías en las biografías de esta reina africana), lo que sí es cierto es que Njinga Mbandi fue una de las mujeres más importantes de Angola, actualmente reivindicada a lo largo y ancho del país africano. Si te interesa conocer más sobre ella, sigue leyendo. Hoy te contamos la apasionante vida de la reina que plantó cara a la invasión portuguesa, Njinga Mbandi.
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Biografía de Njinga Mbandi, la reina africana que plantó cara a los portugueses
En las fuentes aparece con diversos nombres: Njinga Mbandi, Zinda, Ginga, e incluso Ana de Sousa, su nombre cristiano tres recibir el bautismo. Poco se sabe de los primeros años de vida de la futura reina; se conoce que era hija del ngola Mbandi Ngola Kiluanji, monarca de Ndongo, en la actual Angola. El vocablo ngola quiere decir rey, y los portugueses, cuando llegaron a la región en 1576, tomaron la palabra para denominar al territorio (Angola).
Educada para ser guerrera
A pesar de que Mbandi Ngola Kiluanji tenía un hijo varón, parece ser que enseñó el arte de la guerra a su hija preferida, que no era otra que Njinga. Así, la muchacha aprendió desde muy pequeña a manejar armas y algunas tácticas de gobierno, por lo que puede ser que fuera la sucesora que su padre tenía pensado designar a su muerte.
En todo caso, no fue así. Cuando Mbandi Ngola Kiluanji falleció, en 1617, no fue Njinga quien heredó la corona, sino el hijo varón, Ngola Mbandi, que, en un acto de crueldad extremo, y según algunas fuentes, mandó asesinar al hijo de Njinga y a su propia madre, así como esterilizar violentamente a sus otras hermanas. El objetivo: eliminar cualquier posibilidad de engendrar un nuevo heredero que pudiera usurparle el trono. Puede que Njinga fuera también esterilizada, o puede que se salvara por su edad ya madura para concebir (tenía unos cuarenta años).
Njinga nunca perdonó a su hermano. Sin embargo, durante algunos años permaneció a sus órdenes, quizá como método de supervivencia, o puede que para ganar tiempo mientras maquinaba su venganza. En todo caso, los registros de esta época son confusos. La primera información fehaciente que tenemos de la futura reina está fechada en 1618, cuando el hermano, consciente de sus dotes para la diplomacia (y, sobre todo, su capacidad de comunicarse en portugués, aprendido de los misioneros) envía a Njinga a Luanda, sede de la colonia portuguesa, para negociar la paz.
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Entre el odio y la negociación
Así pues, Njinga parte con su séquito hacia la ciudad lusa, donde al llegar se encuentra con un ingente tráfico de esclavos que la asquea en extremo. Incapaces de encontrar las supuestas minas de oro que existen en el lugar, los portugueses han variado el objetivo, y ahora se dedican a comerciar con personas, que envían a sus nuevas colonias de Brasil.
Njinga deberá tragarse la repulsión para poder resolver de forma exitosa su misión pacífica. Pero la altiva hija del rey no ha perdido (ni desea hacerlo) su dignidad. Se cuenta una curiosa anécdota acerca de su entrevista con el gobernador portugués.
Parece ser que, cuando Njinga llegó al lugar de la reunión, descubrió al hombre sentado, pero no había en la sala ningún otro asiento para ella. En el suelo, una alfombra indicaba cuál era el lugar que debía ocupar; a los pies del portugués. Irritada en extremo por esta muestra de poder, Njinga ordenó a una de sus criadas que se arrodillara ante el gobernador y, acto seguido, ella se sentó encima de la mujer.
En cualquier caso, la inteligencia de Njinga surtió efecto. Las negociaciones se saldaron con un tratado de paz que permitía a Portugal comerciar en Ndongo, pero sin anexionar el territorio y respetando su autonomía. Es durante su estancia en Luanda cuando Njinga recibe el bautismo y un nombre cristiano, Ana de Sousa. No sabemos si su fe era sincera, aunque todo parece apuntar a que solo era una estrategia política.
La hora de la venganza
En 1624 fallece de forma sospechosa el hermano de Njinga, hecho que los historiadores han apuntado como una posible venganza de la mujer. Ante un pueblo perplejo y con la oposición tanto de angoleños como de portugueses, Njinga se corona reina de Ndongo. Para legitimar su posición, se viste con la ropa ceremonial de su padre. En lo sucesivo, nada podrá detenerla.
Su largo reinado, de nada menos que cuarenta años, vio tanto periodos de guerra como de paz. Njinga alternó las hostilidades con los portugueses con periodos de negociación, tiempo en el que, además, tuvo tiempo de conquistar el reino fronterizo, Mutamba, y unirlo a su corona. La reina protagonizó también una coalición con los recién llegados holandeses, deseosos de obtener su parte del pastel africano, con los que se alió en contra de su siempre odiado Portugal.
En 1657, finalmente, la corona portuguesa rehúsa anexionar los territorios de Njinga. La reina ya es una anciana de casi ochenta años, todavía al mando de sus reinos. Incombustible, falleció en 1663. Había entregado su vida por mantener a su pueblo a salvo de los colonizadores.
Njinga Mbandi ¿una ninfómana asesina?
De la reina valiente y heroica a la asesina fría y salvaje. Existen muchas historias acerca de Njinga, pero ¿cuáles son ciertas, y cuáles no?
Sabemos que muchos de estos testimonios escalofriantes provienen de fuentes enemigas, por lo que debemos poner sus afirmaciones entre muchas comillas e interrogantes. No es nada raro encontrar personajes históricos vilipendiados a posteriori para desprestigiar su memoria, más si se trata de mujeres que han transgredido los roles que supuestamente les tocaban por ser mujer. Tenemos otro ejemplo en Livia Drusila, la esposa de Augusto, cuyo inusitado poder en la misógina sociedad romana alentó historias de envenenamientos, traiciones y demás maldades.
Puede que este sea también el caso de Njinga, o puede que no, quién sabe. No contamos con suficientes documentos históricos para aseverarlo. En todo caso, las historias que se cuentan de ella son cuanto menos inquietantes. Su fama de lujuriosa insaciable llegó hasta la Francia del XVIII; el mismísimo marqués de Sade la incluye en su obra La filosofía del tocador, donde dice de ella que era de una “lujuria salvaje”. Entre las muchas perlas que se cuentan de la reina está la de que, tras pasar una noche con uno de los hombres de su harén, lo hacía asesinar a la mañana siguiente. La verdad es que el hecho resulta demasiado novelesco para ser cierto…
En cualquier caso, Njinga Mbandi, Zinda, Ginga o Ana de Sousa fue una mujer sorprendente que se convirtió en referente para el pueblo angoleño, y de la que todavía queda mucho por descubrir y contar.
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