Hace algunos meses, en la cúspide del dolor más grande que haya experimentado personalmente, recibí una de esas frases bienintencionadas que removió emociones que no había experimentado antes; “qué bueno que como tanatóloga no te dolerá tanto y lo superarás más pronto que el resto de nosotros”. Aún siento el eco de estas palabras taladrando en mi cabeza.
La muerte es una de esas experiencias con las que lidiamos los psicólogos, tanatólogos, médicos, y profesionales de la salud en general de manera artificialmente desarrollada y llamada profesional y vicaria, pero que no escapa a la experiencia de vida que se tiene o tendrá en algún momento de la propia vida, pues morir es la consecuencia natural de estar vivo, y por eso es importante saber gestionar el duelo por muerte de un ser querido, o al menos poder contar con los recursos para pasar por esos momentos del mejor modo posible.
- Artículo relacionado: "El duelo: afrontando la pérdida de un ser querido"
Dolor emocional
Perder a un ser querido cercano no solo trastoca lo que se piensa de uno mismo y del propósito de vida, sino que también compromete la estabilidad de lo construido a lo largo de una experiencia acompañando procesos de duelo. Pero ¿qué sucede cuando el experto en pérdidas no acepta tus pérdidas? ¿Qué sucede cuando el dolor replantea la propia forma de afrontar una ausencia? ¿Qué hacer cuando la medicina no reconforta al mismo médico que la recomienda?
Por supuesto, parte del tratamiento es solicitar el propio tratamiento. Sin embargo, esto no evitará el dolor mismo de la pérdida; y en carne propia, descubrir que tampoco, necesariamente, evita que cada una de las etapas del duelo, que cada uno de esos pensamientos oscuros y que cada una de esas etapas de ira contra la vida aparezcan y dejen su huella al pasar.
- Artículo relacionado: "Tanatología: el estudio de la muerte"
¿Qué puede hacerse ante la necesidad de consuelo en esta situación?
La herramienta más poderosa que tenemos las personas para repararnos, reconstruirnos, reorganizarnos y consolarnos es la cercanía emocional y física de otro ser humano. La confianza en el contacto, la privacidad que provee la intimidad y la certeza de ser escuchado es la medicina más eficaz aunque no necesariamente inmediata para ir suavizando los estragos de lo irremediable.
Si alguna vez, tienes a tu lado alguien que se relacione de alguna forma con el dolor de otros profesionalmente de forma directa o indirecta, puedo decirte que necesita el mismo abrazo reconfortante y el mismo oído interesado que cualquier otro humano atravesando por la experiencia de perder un ser amado como cualquier otra persona, sin relación directa con el tema de forma profesional.
Si alguna ocasión te sucede a ti, recuerda que la experiencia de duelo no obedece a vivencia estándar o generalizable. La vivencia del duelo por muerte es única, incomparable e inevitable en algún momento de la vida, así que apoyarte en un ser querido y empático, será el mejor remedio.
Sobrellevar el duelo por muerte
Si tienes el honor y la oportunidad de acompañar a alguien en este proceso de forma directa, profesional o no profesionalmente, es necesario tener apertura para que la expresión libre de prejuicios fluya y las emociones cumplan su función de comenzar a organizar el interior resquebrajado por el trauma. Y, sobre todo, toma en cuenta que el sentido común, el respeto por lo único de la experiencia, así como el silencio compartido, aunque en lo cotidiano son desestimados, en estos casos, son el jarabe que facilita la digestión de lo más amargo de la experiencia de una perdida por muerte.
Por supuesto, el apoyo tanatológico o psicoterapéutico es deseado aunque no indispensable para superar una pérdida por muerte. Acude al profesional si te es posible, de no ser así, busca la compañía de alguien de tu confianza para apoyarte en los momentos más difíciles del duelo. En caso de que en no encuentres consuelo alguno o tu duelo se torne cada vez más sofocante, debes acudir con un profesional debidamente preparado para acompañarte con respeto, dignidad y apertura.
Alva Ramirez Villatoro, Psicóloga.