Volver

Ha empezado septiembre, aquí, en España, la vuelta al cole acecha y yo ya he trabajado dos semanas después de las vacaciones de verano. La primera semana fue intensa la vuelta. Me encanta mi trabajo. No obstante, el primer lunes fue casi eterno.

Algunos reencuentros —lo mejor del día—, gente que aún está de vacaciones y yo. Yo de nuevo frente al ordenador, yo sentada en mi lugar en la reunión, yo escuchando activamente desde el sofá a una nueva persona a la que atender. Inmersa de nuevo y metida de lleno en mi rol, ejerciendo mi profesión. Así fue el lunes.

Aquella semana fue dura, asumir de nuevo una agenda completa y ponerme al día de mails y relaciones laborales. Lo hice sin queja, anestesiada. Incluso pensé que la vuelta no fue tan difícil ni tan dura. Paso a paso llegó el viernes. Primera semana, ¡check!

El viernes por la tarde sentía como si un camión me hubiera atropellado, me hubiera literalmente pasado por encima. Estaba agotada. No era un cansancio físico. No podía reír, conectar ni disfrutar. Tenía todos los ingredientes para desconectar y pasarlo bien, tenía una cita especial y deseada. Sin embargo, estaba out, KO, muerta... tanto que tampoco podía estar conmigo, no podía conectar con mis deseos ni con mi goce... me encontraba lejos de todo ello, desconectada, estaba en el limbo. Fue una cita descafeinada, vivida sin presencia.

A raíz de estas experiencias he pensado sobre el impacto que tiene el trabajo en mí. Creo que el viernes me faltaba el callo, venía muy naive de las vacaciones y tanto contacto con el sufrimiento me devastó. Casi nunca pensaba ya en estos términos de mi profesión, y lo volví a sentir así. Los psicólogos y psicólogas pasamos muchas horas en contacto con el sufrimiento, con historias duras y eventos traumáticos. Muchas horas de la mano de la tristeza, la ansiedad, la frustración, la exigencia, la vulnerabilidad y la agresividad. ¿Cómo iba a ser inmune a todo ello?

Vuelve a ser viernes y, oye, estoy fuera del trabajo y me siento contenta, con ganas y motivada. Tengo ideas e ilusiones, siento que vuelvo a ser yo. ¿Qué me ha pasado? ¿Podríamos hablar, de repente, en una semana, ya de callo? ¿También os pasa? ¿Cómo os adaptáis vosotras a la vuelta de las vacaciones? ¿Qué sensaciones tenéis?