Afrontar la ansiedad: desde la aceptación a la acción

Una reflexión sobre la gestión de la ansiedad a través de la aceptación de lo que sientes.

Afrontar la ansiedad desde la aceptación

La ansiedad, como probablemente has leído en otros artículos, es un estado emocional que genera nuestro cerebro como respuesta adaptativa al estar frente a situaciones estresantes y/o que son amenazantes porque podrían traer dolor, incomodidad, pérdida, inseguridad, carencias económicas, etc.

Ese estado se siente a nivel fisiológico con nervios, palpitaciones, respiración acelerada, sudoración, temblores, sensación de cansancio, debilidad, incapacidad para concentrarse o no poder pensar en otra cosa que no sea lo que nos preocupa, insomnio, problemas gastrointestinales, y evitación de la situación.

Así pues, la ansiedad es la respuesta del miedo que sentimos ante una situación o a la consecuencia de esta, de ese contexto de sucesos que lógicamente no queremos afrontar por los cambios que representa.

La relación entre la ansiedad y el miedo

El miedo es una emoción natural en todas las personas ante la sensación de incertidumbre. Suele ser el común denominador de las situaciones amenazantes, el no saber qué hacer, qué decir, falta de control, el no tener las herramientas, habilidades o capacidades para afrontar o solucionar esa situación; entonces sentimos preocupación y por ende no podemos dejar de pensar en eso, lo que nos genera malestar y no podemos pensar con claridad para buscar la forma de afrontarlo.

También está ese malestar producido por miedos que son más sutiles, más personales, y que cada uno siente de acuerdo con su experiencia y diferentes vivencias. Lo que ha sufrido en alguna situación que se asemeja a lo que ahora se presenta ahora y ante lo cual el cerebro nos envía esta alerta, porque por experiencia, en una situación similar, hemos sufrido mucho, y no lo queremos repetir.

Esa ansiedad también puede ser miedo a sentir tristeza o rabia, porque tenemos conceptos sobre estas emociones que relacionamos a personas a las que no nos queremos parecer, porque en su momento fueron catalogadas como víctimas o quejicas, o tener creencias como que hay que ser fuerte y las personas fuertes no se derrumban.

Estos miedos tienen la función de protegernos, porque nos están mostrando que hay una situación o un malestar emocional que ha de ser resuelta o atendida.

Una experiencia ligada al cambio

Por otro lado, la ansiedad se presenta como indicador de cambios a condiciones de vida que, por nuestro modo de ver la vida, los asociamos al fracaso, a los estados psicológicos que rechazamos porque las vemos como síntoma de debilidad o vulnerabilidad. Es posible sentirse ansioso por estar en una situación donde somos víctimas, y eso lo relacionamos con personas tóxicas o débiles, por ejemplo.

Además, la ansiedad puede incluso aparecer ante nuevas experiencias que son buenas y traen consigo cosas fantásticas: un nuevo amor, el emprendimiento, el embarazo… Situaciones en las que sentimos miedo por no saber responder ante ellas porque son nuevas, y no las sabemos afrontar porque no tenemos las herramientas o habilidades para responder y aprender a convivir con ellas, muy probablemente influidos con la idea de no ser capaces de afrontarlas, quizás también porque no nos sentimos completamente merecedores de lo que nos pasa.

Cada persona es diferente y no podemos generalizar con ideas y mensajes de otros que parecen solucionar mágicamente los estados ansiosos. Por eso es importante que, ante la presencia de la ansiedad, revisemos el contexto y entendamos si es una causa externa o interna la que la está provocando, y que preferiblemente acompañados por un psicoterapeuta, tratar de forma personalizada el malestar, para enfrentar la situación o la emoción que la está generando y emprender la mejor forma para solucionarlo.

¿Y qué hago si tengo ansiedad?

Ignorar la ansiedad y ponernos a hacer meditaciones es lo que no se debe hacer, porque al no querer asumir como nos sentimos y “gestionar inteligentemente la emoción” creyendo que “todo está en la mente” nos estamos invalidando a nosotros mismos, dejándonos en un segundo plano, afirmándonos que no somos lo suficientemente importantes para nosotros mismos, y esa forma de desatención y desamor causa mucho más dolor y más angustia.

Pon el foco en qué mensaje te está transmitiendo tu cuerpo a través de esa forma, en cómo se siente. ¿Te está indicando que hay un problema? ¿Que hay la posibilidad de un problema o que estás viviendo en una manera que no es coherente con tus valores y tu forma de sentir? ¿Que ¿estás enfrentando una situación donde no tienes el control? ¿O que estás delante de una nueva experiencia que no tienes las herramientas o habilidades para afrontar? ¿No te estás permitiendo sentir y llorar porque lo relacionas con debilidad?

La ansiedad como respuesta ante ciertas circunstancias se puede canalizar. Primero desde el entendimiento de la situación y la comprobación de que es normal sentirse de esta forma, dando espacio para drenar las emociones. Sentimos alivio cuando podemos responder ese porque de esto que nos afecta de este modo.

Es clave la aceptación. Aceptar que la vida es tener subidas y bajadas, que sentir es parte inherente del estar vivos y que no podemos controlarlo todo, que las situaciones inoportunas van a suceder porque la vida reparte al azar y que está bien no estar preparado para enfrentarlas, que eso no nos hace débiles. Poner atención a lo que nos causa el malestar y lo que nos hace daño es lo que debemos hacer, es como cuando nos duele el estómago y vamos al médico, se pone la atención en el dolor y el malestar para buscar el tratamiento adecuado.

El mejor antídoto para la ansiedad es prestarte atención con amor, como le prestas atención a un niño para entender qué le pasa, porque verle mal te duele y le quieres ayudar, además de tomar decisiones y accionar sobre ese contexto que causa el malestar.

Norma Conde

Norma Conde

Psicología, Psicoterapeuta Especializada en Estrés, Ansiedad, Depresión, Duelo, Autoestima, Gestión emocional, Terapia de pareja.

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