El feminismo, entendido como un movimiento social y político que lucha por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, ha experimentado profundas transformaciones a lo largo de la historia. En la actualidad, vivimos en una sociedad marcada por cambios vertiginosos en lo cultural, lo tecnológico y lo ideológico, lo que ha llevado al feminismo a adaptarse y evolucionar constantemente.
Las demandas y desafíos de hoy no son los mismos que los de hace décadas, y el movimiento ha sabido incorporar nuevas voces, realidades y perspectivas para responder a un mundo cada vez más diverso y complejo. Sin embargo, esta evolución también ha dado lugar a debates internos y a la aparición de posturas que, aunque se presentan como feministas, no comparten los principios de inclusión y justicia social que caracterizan al movimiento. ¿Cómo ha cambiado el feminismo en la era actual? Aquí profundizaremos en su transformación y vigencia.
Breve historia y evolución del feminismo
El feminismo ha recorrido un largo camino desde sus orígenes en el siglo XIX, cuando las primeras activistas luchaban por derechos básicos como el acceso a la educación y el voto. A lo largo del tiempo, el movimiento se ha desarrollado en distintas “olas”, cada una con sus propias reivindicaciones y contextos históricos. La primera ola se centró en la igualdad legal y política; la segunda, surgida en los años sesenta y setenta, amplió el foco hacia la igualdad en el ámbito laboral, la sexualidad y la denuncia de la violencia de género.
Más recientemente, la llamada tercera ola introdujo la noción de interseccionalidad, reconociendo que las mujeres no son un grupo homogéneo y que factores como la raza, la clase o la orientación sexual también influyen en la discriminación. Esta evolución demuestra la capacidad del feminismo para adaptarse, enriqueciéndose con nuevas ideas y desafíos a medida que avanza la sociedad.
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El feminismo en la actualidad: nuevas luchas y desafíos
En la actualidad, el feminismo se enfrenta a una realidad profundamente marcada por la globalización, la revolución digital y la creciente visibilidad de identidades diversas. Uno de los mayores avances del feminismo contemporáneo es la incorporación de la perspectiva interseccional, que reconoce que la discriminación no afecta a todas las mujeres por igual, sino que se entrecruza con factores como la raza, la clase social, la orientación sexual, la discapacidad o la identidad de género. Así, el movimiento ha ampliado su mirada para incluir las luchas de mujeres racializadas, migrantes, indígenas, lesbianas, bisexuales y trans, entre otras.
Además, el feminismo actual ha puesto el foco en problemáticas que antes eran invisibilizadas, como la violencia digital, el acoso en redes sociales, la brecha tecnológica y la representación en los medios de comunicación. Temas como la corresponsabilidad en los cuidados, la igualdad salarial, la paridad política y el acceso a la salud sexual y reproductiva siguen siendo centrales, pero ahora se abordan desde una perspectiva más inclusiva y global.
La movilización social, potenciada por las redes, ha permitido que campañas como #MeToo o el movimiento Ni Una Menos trasciendan fronteras, generando conciencia y cambios legislativos en distintos países. Sin embargo, persisten desafíos importantes, como la resistencia de sectores conservadores, la violencia machista y la necesidad de garantizar la igualdad real en todos los ámbitos. En este contexto, el feminismo demuestra su capacidad de adaptación y su compromiso con la justicia social, manteniéndose como un motor de cambio imprescindible.
Cambios ideológicos y sociales: el feminismo plural
El feminismo actual se caracteriza por su pluralidad y su capacidad para dialogar con los cambios ideológicos y sociales de cada época. Lejos de ser un movimiento monolítico, el feminismo contemporáneo reconoce la diversidad de experiencias y perspectivas que existen dentro de su seno. Esta apertura ha permitido que se enriquezca con aportaciones provenientes de distintos contextos culturales, generaciones y realidades sociales, adaptándose a los desafíos de un mundo en constante transformación.
La pluralidad interna del feminismo se refleja en su rechazo a visiones dogmáticas y en su disposición al debate y la autocrítica. Esta actitud ha sido fundamental para que el movimiento siga vigente y relevante, permitiendo la revisión constante de sus objetivos y estrategias. Así, el feminismo ha sabido incorporar nuevas demandas y redefinir sus prioridades, manteniendo siempre como eje central la lucha por la igualdad y la justicia social. En un contexto de rápidos cambios sociales y tecnológicos, esta flexibilidad y capacidad de adaptación resultan esenciales para seguir avanzando hacia una sociedad más inclusiva y equitativa.
Diferenciando el feminismo de movimientos excluyentes (TERF)
Dentro del debate feminista actual, es importante distinguir el movimiento feminista de posturas excluyentes como la conocida corriente TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminism). Aunque este grupo se autodenomina feminista, sus planteamientos contradicen los principios de igualdad e inclusión que definen al feminismo contemporáneo. Las TERF se oponen a la inclusión de las mujeres trans en los espacios y derechos conquistados por el feminismo, argumentando una visión restrictiva de lo que significa ser mujer.
Sin embargo, la mayoría del movimiento feminista rechaza estas posturas, defendiendo que la lucha por la igualdad debe ser inclusiva y respetar la diversidad de identidades. El feminismo actual reconoce que la opresión de género afecta a todas las mujeres, incluidas las mujeres trans, y que la verdadera transformación social solo es posible desde la solidaridad y el respeto a la pluralidad. Así, el feminismo se distancia claramente de cualquier discurso excluyente o discriminatorio.

Esther Tomás Ruiz
Esther Tomás Ruiz
Psicóloga, coach y terapeuta de familia y parejas
En conclusión, el feminismo ha demostrado una notable capacidad de adaptación y apertura, integrando nuevas luchas y voces para responder a los desafíos actuales. Su apuesta por la inclusión y la justicia social lo mantiene vigente y necesario en la construcción de una sociedad más igualitaria, plural y respetuosa con la diversidad.


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