Cada año, cuando está por terminar diciembre, nos proponemos una lista de acciones para el año nuevo que vendrá. Algunos ejemplos típicos son:
- Ir al gimnasio.
- Perder peso.
- Empezar a meditar.
- Acostarse y levantarse más temprano.
- Priorizar tareas.
- Hacer el curso que hemos pospuesto.
- Buscar un trabajo nuevo.
Y la lista sigue y sigue.
El estrés ante las resoluciones de año nuevo
En lo particular, a medida que diciembre llega a su fin, me he empezado a sentir más inquieta por mi salud y fortaleza física. Me encuentro diciéndome, “en enero empezaré actividades de alta intensidad”, “comenzaré una dieta para bajar los kilos que he subido” y “me iré a la cama más pronto para dormir 8 horas”. Son todas ideas muy buenas, pero el problema es que me estreso de solo pensar en todos mis propósitos de año nuevo. A lo mejor te pase lo mismo a ti, y es que el desafío empieza porque:
- Nos angustia sentir la falta de aquello que anhelamos, “qué triste no estar en forma”.
- Nos sentimos culpables por haber llegado a fin de año como estamos, “no he hecho ejercicio en todos estos meses y estoy fatal”.
- Nos agobia todo lo que “debemos” hacer, “tengo que dormir más”, “debo hacer más alta intensidad”, “debería dejar de picotear”.
- Nos asusta no lograr nuestras metas, “si no voy al gimnasio no estaré fuerte”, “si no estoy fuerte me voy a enfermar”.
- Nos empecinamos con el objetivo y olvidamos el disfrute del proceso, “tengo que dormir todas las noches 8 horas sí o sí”.
Los propósitos de fin de año pueden llegar a reforzar lo que en el presente percibimos como un fallo, carencia, o defecto nuestro. Si analizamos el ejemplo sobre mi propia vida, mis intenciones de organizarme más con mis horas de sueño y de tener más voluntad para ejercitarme, acentúan mi sensación de desorganización con mi descanso y descuido de mi cuerpo en el presente. Los propósitos, al final, pueden terminar siendo esa vocecita interior que nos machaca y avergüenza por cómo estamos.
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¿Qué podemos hacer?
Estos son varias pautas que pueden ayudarte:
1. Contactar con nuestro Yo más sabio para ver cómo alivianar toda la presión que nos auto-imponemos
“Vale, quiero bajar un poco de peso, pero lo principal es mi salud. ¿Es real que tengo que bajar esa cantidad de kilos para estar saludable? Si es así, ¿cómo puedo empezar a hacer cambios reconfortantes en mi rutina?”.
2. Adoptar una mentalidad de crecimiento
Tengo ganas de aprender, emprender, realizar estos cambios. Daré unos pasos hacia adelante y otros hacia atrás, pero es así como se avanza. “¿He tenido un tropiezo? Es normal, me levanto y sigo”.
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3. Ser auto-compasivos
Somos despiadados con nosotros mismos, nos decimos una retahíla de cosas horribles sobre cómo somos y como “deberíamos ser”. Así de bien como tratamos a quien amamos mucho y está pasando un momento difícil, nos podemos tratar a nosotros mismos, “sé que estoy dando lo mejor de mí y aun así no siempre es fácil, me valoro, me perdono, suelto tanta presión, confío”.
4. Reformular pensamientos
Reemplazar el “tengo que”, “debo”, y “debería” por “me inspira estudiar esto”, “me divierte hacer entrenamientos”, “me apetece estar más descansado”.
5. Tener una actitud de curiosidad por el proceso en vez de enfocarnos solo en la meta
“¿Qué es lo que más me gusta(ría) de ir al gimnasio?”, “¿qué es lo que más valoro de meditar?”, “¿Cómo me siento cuando vuelvo del curso?”.
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6. Formular los propósitos en afirmativo y en presente.
“Me encanta mi cuerpo y soy ágil”, “valgo mucho y me merezco este nuevo trabajo”. Si le dices a tu cerebro que no haga algo, tarde o temprano lo hará. Visualízate cómo quieres o haciendo lo que deseas ahora y el cerebro lo dará por hecho porque no distingue entre presente, pasado, o futuro.
7. Ser razonables con lo que deseamos y empezar dando un paso a la vez
Esto nos dará una sensación de logro que nos propulsará hacia adelante. El verano pasado me dolía la zona lumbar de una forma horrible. Había tenido un esguince y hacía meses que no ejercitaba. Re-empecé yoga un día a la semana. Es impresionante lo mucho que he mejorado. Si hubiera recomenzado más días de la semana, hubiera abandonado.
Concluyendo
En vez de enfocarnos en las conductas que no nos gustan, pongamos nuestra energía en crear nuevos hábitos que nos reconforten. Agradezcamos todo lo que somos, lo que hemos logrado, y de lo que somos capaces.
Como nos dice el Dalai Lama: “cada día, cuando te despiertes, piensa: hoy me siento afortunado de estar vivo, tengo una preciosa vida humana, no voy a desperdiciarla”.
Georgina Hudson
Georgina Hudson
Terapeuta Transpersonal, Coach Vida Y Estrategia, Coach Transformacional
El problema no radica en tener propósitos para el año nuevo, sino en las expectativas poco realistas que tenemos y el nivel de preocupación con el cual los planteamos. Siempre que empecemos sintiéndonos livianos, relajados, agradecidos, y valorándonos, estaremos en buen camino. ¡Qué tengas un excelente año nuevo!