En mi práctica como terapeuta he escuchado muchas veces frases como: “Con lo que viví, no me queda otra que ser así”, o “Mi historia ya me marcó para siempre”. Y aunque entiendo de dónde vienen esas palabras —porque el dolor vivido es real y profundo— también he visto, una y otra vez, que esa no es la única verdad.
No eres la historia que te contaron, ni siquiera la historia que viviste; eres la persona que decides ser a partir de hoy.
Cuando el pasado parece una sentencia
Nuestro pasado nos marca, eso es innegable. Los recuerdos, los aprendizajes, incluso los silencios y ausencias, dejan huellas profundas. Algunas son suaves, como caricias que nos dieron fuerza. Otras son ásperas, como cicatrices que dolieron mientras sanaban.
A veces creemos que esas marcas son como muros que nos encierran, pero la verdad es que también pueden convertirse en puentes. La diferencia está en cómo las interpretamos. La historia que viviste no tiene por qué convertirse en la cárcel que habitas.
El instante en que eliges
Hay un momento —a veces silencioso, a veces acompañado de lágrimas— en el que te das cuenta de que puedes elegir. No puedes borrar lo que pasó, pero puedes decidir cómo seguir escribiendo tu vida.
Es como si un pintor recibiera un lienzo manchado. Tiene dos opciones: verlo como un desperdicio o usar esas manchas como base para crear algo único. La mancha no desaparece, pero se transforma en parte de la obra.
Ese instante de elección es uno de los actos más poderosos de libertad interior que podemos vivir.
Elegir quién ser: un acto diario
La psicología nos recuerda que nuestra identidad no es un bloque fijo e inamovible. Es un sistema vivo, moldeable, capaz de reinventarse. La neuroplasticidad demuestra que el cerebro puede aprender nuevas maneras de pensar, sentir y actuar, incluso después de años de hábitos y creencias limitantes.
Elegir quién ser no es un cambio instantáneo. Es una serie de pequeñas decisiones: - La manera en que te hablas a ti mismo.
- Las personas a las que decides acercarte.
- Las metas que te propones.
- Los pensamientos que decides alimentar.
Cada elección es como una semilla. Y lo que riegas cada día es lo que termina creciendo.
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Una historia que elige transformarse
Piensa en Alicia. Creció en un ambiente donde escuchar frases como "tú no puedes" o "no es para gente como nosotros" era lo normal. Durante años, esas palabras fueron parte de su verdad.
Pero un día, mientras escuchaba una charla sobre resiliencia, algo resonó en ella. Se dio cuenta de que había vivido en piloto automático, siguiendo un libreto que no había escrito.
Empezó por algo pequeño: se inscribió en un curso que siempre había querido tomar. Luego buscó un trabajo que le permitiera sentirse más independiente. Poco a poco, las frases que antes la limitaban dejaron de ser su voz interna. Su historia no cambió de la noche a la mañana, pero Alicia dejó de ser un personaje escrito por otros para convertirse en la autora de su propio camino.
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No se trata de borrar, sino de integrar
Reescribir tu historia no significa negar lo que viviste. Significa mirarlo de frente y reconocer que, aunque no elegiste todo lo que te pasó, sí puedes elegir qué hacer con ello ahora.
Puedes tomar tus heridas como razones para rendirte… o como razones para florecer. Puedes ver tu pasado como una sombra… o como el contraste que hace brillar tu presente.
El poder está en ti. Y esa es la mejor noticia.
Tu próximo capítulo empieza hoy
Tal vez tu pasado fue difícil, injusto o doloroso. Tal vez hubo momentos en los que sentiste que no había salida. Y es posible que ahora mismo, por más que escuches palabras de motivación, no logres creer que otro camino sea posible. No es falta de voluntad, es que tu corazón aún necesita sanar para poder creer.
He visto que cuando las heridas siguen abiertas, la mente puede abrumarnos con pensamientos que nos hacen sentir atrapados. En ese punto, el primer paso no es “pensar en positivo” sino permitirte sanar: reconocer el dolor, darle espacio y buscar apoyo para procesarlo.
Porque una vez que sanas, descubres algo poderoso: el límite ya no está en lo que viviste, sino en lo que tu mente cree posible. Y ahí, en ese momento, la elección de quién ser deja de sentirse como una carga y se convierte en tu mayor acto de libertad.


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