Aunque diciembre es mi mes preferido por su sabor a hogar, los momentos de reencuentro, las luces que nos recuerdan esa luz que llevamos dentro y el ritual de paso a lo nuevo… también es cierto que a veces me asalta una sensación agridulce. Una mezcla de nostalgia por quienes ya no están, añoranza de lo que fue, e incomodidad por eso que me había propuesto cambiar y que no siempre ha salido como esperaba.
Es un mes de balances silenciosos. De revisar el año como quien repasa un álbum lleno de momentos que nos hicieron crecer, decisiones que pospusimos, promesas que sí cumplimos y otras que aún duelen un poco al recordarlas.
En esta época es habitual sentir más confusión de la que nos gustaría admitir, justo cuando ahí afuera todo parece empujarnos a poner buena cara… aunque no siempre apetezca, ni sea lo que realmente sentimos por dentro.
Frases como:
- No entiendo por qué sigo bloqueada en lo mismo de siempre.
- Me propuse soltar ciertas cosas este año y sigo cargando más de lo que quisiera.
- No quiero arrastrar lo mismo al 2026, pero no sé cómo empezar a dejar ir.
Ese “atasco” tiene menos que ver con falta de voluntad y más con las preguntas que te haces. O, mejor dicho, con las preguntas que no te estás haciendo.
Igual que explicaba en mi artículo del mes de junio sobre los bucles mentales, gran parte de nuestro malestar nace de diálogos internos que repetimos sin darnos cuenta.
Lo que pensamos influye en cómo nos sentimos, y eso condiciona las acciones que tomamos. Pero estamos tan acostumbrados a reaccionar desde el piloto automático que no nos damos cuenta de que una simple pregunta puede cambiar por completo el camino y con ello nuestro bienestar.
Y diciembre es un buen mes para recordarlo.
Por qué el “por qué” te bloquea… y el “para qué” te abre caminos
A muchas personas el “por qué” les encierra en un bucle:
- ¿Por qué me pasa esto?
- ¿Por qué no puedo avanzar?
- ¿Por qué sigo igual que siempre?
Lo que parece una búsqueda de comprensión se convierte en una forma de dar vueltas y vueltas sin moverse del mismo lugar. El “por qué” nos lleva al pasado, a justificar, a explicar, a encontrar culpables. Es un análisis que rara vez transforma, nos victimiza y nos deja agotados.
En cambio, cuando te preguntas ¿Para qué…?, algo dentro de ti se orienta al presente y al futuro.
A la dirección. A la intención. A la acción.
El “para qué” abre espacios. Te convierte en protagonista colocándote ante la posibilidad y ante lo que sí depende de ti. Es una llave maestra del coaching: cuando cambias las preguntas que te haces, aparecen nuevas respuestas. Esa es la verdadera magia del coaching: nadie te dice qué o cómo hacer; te acompañan a formular preguntas capaces de desentrañar la verdad que ya estaba en ti.
Cinco preguntas poderosas para cerrar el año sin peso y empezar 2026 con claridad
Te propongo un ejercicio sencillo que suelo usar con mis clientes. Hazlo con calma, en un café, en tu habitación o después de una caminata. No necesitas más que honestidad.
¿Para qué quiero cerrar este año de otra manera?
No “por qué te sientes mal o bloqueada”, sino para qué quieres un cierre consciente. Tal vez para recuperar energía, soltar exigencias o escucharte más. Tu intención redefine tu camino.
¿Qué me estoy diciendo que me mantiene estancada?
Aquí toca mirar de frente esas voces que hablan bajito. Frases como: Ya soy demasiado mayor, no soy capaz, voy a fallar, no lo merezco, no puedo, qué van a pensar… Identificarlas es el primer paso para transformarlas. Como dice la tradición Vedanta: “un conflicto observado es un conflicto resuelto”.
¿Qué necesito soltar para avanzar con más ligereza?
Si observas los árboles en esta época del año, verás que la mayoría lucen desnudos. Han dejado caer el peso para afrontar el invierno con más ligereza y renacer en primavera. Tú y yo, sin embargo, tendemos a aferrarnos a lo que nos pesa. Y eso nos hace sufrir. Miedos que ya no nos corresponden. Exigencias que ya no sostienen nada. Responsabilidades asumidas hace años sin cuestionarlas.
Y aunque hay miedos que no vienen a bloquearte, sino a protegerte, necesitas mirarlos de frente y con cariño para entenderlos… y decidir qué parte ya puedes dejar atrás.
¿Qué quiero conservar y llevarme conmigo al nuevo año?
No todo es soltar. También es honrar, agradecer. ¿Qué hábitos, experiencias, relaciones, aprendizajes o sensaciones quieres que sigan contigo? Ahí está tu brújula interna. Tenla presente cuando el camino se desdibuje.
¿Cuál es el primer paso, pequeño, concreto y amable que puedo dar ya?
Sin grandilocuencias. Sin expectativas irreales. Solo un paso. Un gesto. Un movimiento. El cuerpo recuerda lo que la mente duda.
Si diciembre te remueve, no te preocupes. Es solo un recordatorio de lo que es importante para ti.
La vida no cambia porque cambie el calendario. Cambia cuando cambias la manera de hablarte y de mirarte. Cuando dejas de analizarte desde el juicio y empiezas a preguntarte desde la curiosidad, la honestidad y la amabilidad. Somos buscadores, y las preguntas son nuestro faro. Pero no cualquier pregunta: las que te devuelven a ti.
Este año, te invito a cerrar diciembre desde un lugar distinto: no desde lo que falta, sino desde lo que quieres crear. Hazte preguntas que abran, no que encierren. Preguntas que iluminen, no que confundan. Preguntas que te muevan, no que te paralicen. Porque cuando cambias la pregunta, cambia todo el camino. ¿Y si al empezar 2026 te regalaras un espacio para escucharte de verdad?
Un lugar donde tus preguntas tengan un sitio, donde lo que sientes importe y donde puedas avanzar a tu propio ritmo, sin exigencias.
Eso es lo que trabajamos cada día en Crearte: acompañarte a descubrir tus propias respuestas y a construir la vida que quieres vivir.
Si sientes que es tu momento, te dejo aquí el programa donde puedes empezar ese camino. Feliz Navidad.


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