La gestión emocional es un factor fundamental para cualquier atleta, desde el amateur hasta el profesional. Además del estado físico, cualquier deporte de alto rendimiento exige un equilibrio emocional que permita al deportista enfrentarse a situaciones de presión y exigencia, que le permita lograr su mayor potencial sin comprometer su salud mental.
En un estudio realizado en 2013 para examinar las diferencias en estrés y recuperación en jugadores de baloncesto amateur de la liga italiana, evidenció que los niveles de fatiga aumentan durante la pretemporada y los de estrés se elevan durante la fase de campeonato. Estos resultados nos cuentan dos historias. Por un lado, muestran cómo el cuerpo de los jugadores va adaptándose poco a poco a las exigencias físicas de la temporada. Y por otro, revelan cómo la carga emocional propia de la competición también va creciendo a medida que avanzan los partidos.
Por eso, es clave que los jugadores aprendan a manejar esa presión psicológica, igual que entrenan para adaptarse físicamente al aumento de la actividad. El cuerpo sabe ajustarse a distintos niveles de esfuerzo y desarrollar herramientas mentales para acompañar ese proceso puede marcar una gran diferencia en su rendimiento y el bienestar general. En este artículo exploramos algunas estrategias psicológicas pueden ayudar a los atletas a mantener el equilibrio mental, incluso en los momentos más complejos.
La gestión emocional en el deporte
La gestión emocional en el deporte consiste en reconocer y regular lo que sentimos antes, durante y después de competir. No se trata de eliminar el miedo, los nervios o la frustración, sino de aprender a tramitarlos para que no nos bloqueen. En el deporte de alto rendimiento, esta habilidad puede ser decisiva. Quien convierte la presión en enfoque, la rabia en impulso y las derrotas en aprendizaje mantiene con más facilidad su bienestar y sus posibilidades de llegar lejos.
Las emociones nacen de los significados que damos a lo que vivimos, por eso, no todas las situaciones pesan igual. Por ejemplo, perder en casa contra un rival más débil suele doler mucho más que caer ante un equipo claramente superior. En el primer caso, la afición esperaba la victoria y la decepción es mayor; en el segundo, es más fácil aceptar que “se hizo lo que se pudo”.
En el deporte, como en la vida, las emociones pueden ser poderosas aliadas o grandes obstáculos y desarrollar inteligencia emocional se vuelve indispensable. En un momento de triunfo, una emoción positiva puede potenciar la motivación y la confianza, pero en un momento de derrota o mal rendimiento, una emoción mal gestionada puede desembocar en ansiedad, frustración e incluso en una crisis deportiva. Esta última es una etapa que muchos atletas viven cuando sienten que sus resultados o su estado mental están fuera de control, y la forma en que se gestionan esas emociones marcará la diferencia entre salir reforzado o hundirse el todo.
¿Cómo afecta una mala gestión emocional en el rendimiento deportivo?
Una mala gestión emocional infiere directamente en la capacidad de un deportista de rendir óptimamente y de disfrutar del proceso. La ansiedad excesiva, por ejemplo, puede causar tensiones musculares, pérdida de concentración, bloqueo mental, disminución de la confianza y aumento de la autocrítica. Esto puede crear un círculo vicioso difícil de romper.
Por otro lado, la frustración por errores o malos resultados puede traducirse en desmotivación o en una mayor presión interna que, en vez de ser un impulso, termina siendo una carga. Este desgaste emocional prolongado es una de las causas frecuentes de agotamiento mental o “burnout” deportivo, que puede llevar a abandonar la disciplina.
Finalmente, la falta de control emocional puede hacer que el atleta sea más vulnerable a las crisis deportivas, que pueden surgir por lesiones, cambios en el rendimiento o situaciones personales y conllevan una fuerte carga emocional negativa. Sin habilidades para gestionar estas emociones, el deportista puede verse consumido por la ansiedad y la frustración y ver su carrera disminuida en posibilidades.
Estrategias de la psicología que ayudan en la gestión emocional en el deporte
La psicología deportiva ha desarrollado una serie de técnicas y estrategias que permiten a los atletas reconocer, comprender y regular sus emociones para que estas trabajen a su favor y no en su contra.
1. Entrenamiento en mindfulness y técnicas de respiración
El mindfulness, o atención plena, consiste en entrenar la mente para estar en el momento presente sin juzgar lo que ocurre. En el deporte, esto se traduce en mayor concentración y reducción de pensamientos negativos o distracciones. Complementado con técnicas de respiración profunda y controlada, se puede disminuir la ansiedad y el estrés, ayudando al deportista a mantenerse calmado incluso en situaciones de alta presión.
2. Reestructuración cognitiva
Esta técnica consiste en identificar pensamientos automáticos negativos o irracionales, como “no voy a poder” o “si fallo, todo está perdido”, y transformarlos en ideas más equilibradas y realistas. Por ejemplo, cambiar “he fallado, soy un desastre” por “fallar es parte del proceso, puedo aprender y mejorar”. Esto ayuda a reducir la autocrítica destructiva y fomenta una mentalidad de crecimiento.
3. Visualización y ensayos mentales
La visualización es una herramienta poderosa que permite al atleta imaginarse ejecutando movimientos con éxito, enfrentándose a situaciones difíciles o incluso manejando emociones complejas. Esto crea un entrenamiento mental que refuerza la confianza y prepara al cuerpo y la mente para actuar con seguridad.
4. Establecimiento de rutinas psicológicas
Tener rituales antes de la competición, como repetir frases positivas, hacer ejercicios de respiración o seguir una secuencia concreta, ayuda a crear un estado emocional estable y una sensación de control. Estas rutinas funcionan como anclas que mantienen al deportista centrado y preparado.
6. Apoyo psicológico profesional
En muchos casos, el acompañamiento de un psicólogo deportivo es fundamental para que el atleta pueda identificar sus patrones emocionales, entender sus reacciones y construir herramientas personalizadas para su gestión emocional. Este apoyo es especialmente valioso en momentos de crisis deportiva, donde la carga emocional puede ser abrumadora.
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