Desde la psicología encargada de estudiar cómo pensamos, cómo tomamos decisiones y cómo buscamos explicaciones sobre lo que percibimos, se dice muchas veces que los seres humanos intentamos hacer encajar entre sí las ideas hasta alcanzar un todo coherente que no deje lugar a la ambigüedad o la contradicción.
Es lo que sugieren, por ejemplo, estudios sobre el Efecto Forer o el sesgo de confirmación. Sin embargo, en lo tocante a nuestra manera de recordar las cosas, este sistema de organizar coherentemente la realidad va mucho más allá de eso: intenta trabajar no sólo con las ideas, sino también con las emociones. Es lo que sugieren los estudios del famoso psicólogo cognitivo Gordon H. Bower.
Recuerdos y emociones
En los años setenta, Bower realizó investigaciones sobre nuestra manera de almacenar y evocar los recuerdos dependiendo del estado de ánimo. Pidió a una serie de personas que memorizasen listas de palabras pasando por diferentes estados de ánimo. Luego, observó sus diferencias a la hora de recordar estas palabras, mientras pasaban también por diversos estados de ánimo.
De esta manera encontró una tendencia a recordar con mayor facilidad los elementos memorizadas en un estado de ánimo semejante al que tenemos en el momento de evocarlas. Estando tristes, evocaremos más fácilmente ideas o vivencias que se guardaron en la memoria estando nosotros tristes, y lo mismo pasa con otros estados de ánimo.
Del mismo modo, nuestro estado de ánimo afectará en el momento de seleccionar qué es lo que guardamos en la memoria: cuál es aquella información que será más importante para su posterior recuperación. Así, estando de buen humor prestaremos más atención a las cosas que valoramos como positivas, y serán estos recuerdos los que más fácilmente se evoquen después. Bower llamó a todo este fenómeno “mood-congruent processing“, o “procesamiento congruente con el estado de ánimo”.
La huella en la memoria
En definitiva, alguien podría decir que tendemos a evocar recuerdos que no entren en contradicción con lo que se estamos pensando o percibiendo en un momento determinado… Y, sin embargo, esta sería una explicación incompleta, porque no va más allá de explicar aquella coherencia que tiene que ver con la estructuración lógica de las ideas, lo racional.
Los trabajos de Gordon H. Bower nos hablan de un tipo de coherencia que se adentra en el terreno de las emociones. El estado emocional, definitivamente, deja su huella en la memoria.