El reino animal es muy variado, con todo tipo de especies con capacidades bien distintas. Sin embargo, en más de una ocasión podemos ver a dos animales que tienen extremidades u órganos que comparten la misma función, pese a no parecer estar relacionados.
La evolución, pese a que es diversa en cada especie animal, puede dar lugar a un mismo resultado, haciendo que dos o más especies desarrollen partes con funciones similares. A esto se le denomina convergencia evolutiva, proceso el cual veremos en profundidad a continuación.
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¿Qué es la convergencia evolutiva, y cuándo se da?
La convergencia evolutiva es el proceso evolutivo a partir del cual dos organismos o más que están filogenéticamente separados dan origen a estructuras similares, con una morfología parecida. Es decir, se trata de que dos especies tengan un órgano o extremidad que les sirve para la misma función, pese a que ambas especies no parezcan estar cercanamente emparentadas en el árbol evolutivo.
Por poner algunos ejemplos, tenemos el caso de los murciélagos y los extintos pterosaurios, que ambos poseen alas, pese a que uno no desciende del otro y su ancestro común carecía de estas extremidades. El antepasado de los murciélagos y las aves ni siquiera tenía alas, con lo cual en algún momento estos animales tuvieron que desarrollar alas pero por separado.
Otro ejemplo lo tenemos con los tiburones, los delfines y el ictiosaurio, animales que comparten una morfología muy similar, pero que resultan ser muy diferentes y filogenéticamente lejanos. Estos animales marinos tienen forma de huso o de torpedo, lo cual los hace más hidrodinámicos, haciendo que su desplazamiento en agua sea mucho más rápido y eficiente. Pese a su similitud morfológica no tienen un ancestro en común con esa forma.
¿Por qué ocurre?
La convergencia evolutiva es un fenómeno que se da debido a que dos o más especies tienen la necesidad de resolver un mismo problema, aunque por su propia cuenta. Estas especies tienen la necesidad de adaptarse a sus nichos ecológicos con tal de sobrevivir y, para ello, tienen que desarrollar las debidas capacidades para conseguir garantizar su supervivencia.
La naturaleza dota a las especies convergentes de la mismas solución para el mismo problema, pero en cada una de las ramas evolutivas. Así pues, si dos especies necesitan volar, tendrán que desarrollar extremidades que les permita tal objetivo, o si necesitan nadar, su cuerpo deberá ir adquiriendo una forma más hidrodinámica y desarrollar aletas.
Ejemplo: el caso del sargo chopa y los humanos
El pez sargo chopa (Archosargus probatocephalus) y los humanos son un ejemplo de cómo se da la evolución convergente.
El pez tiene una dentadura que nos puede parecer tan cómica como perturbadora, dado que sus dientes son muy similares a los de los seres humanos. Queda claro que los peces no descienden de los monos, con lo cual, ¿cuál es la explicación evolutiva para un rasgo tan llamativo?
Una cosa que compartimos con el sargo chopa es que nosotros también somos omnívoros, y nuestra dentadura así lo demuestra. Tenemos dientes para desgarrar la carne, como los caninos y dientes para aplastar nueces y mordisquear raíces, como los molares.
El sargo chopa también tiene una dieta que, a grandes rasgos, se asemeja a la humana y, por este motivo, su dentadura ha evolucionado de una forma tan parecida a la nuestra.
La situación contraria: la divergencia evolutiva
Como hemos comentado, hay especies que, pese no estar emparentadas cercanamente llegan a desarrollar extremidades y órganos con funciones similares. Pero, además, en la naturaleza se puede dar la situación contraria, es decir, que dos o más organismos con un antepasado común cambien algunos de sus rasgos compartidos, adaptándose a las demandas ambientales. Este fenómeno, llamado divergencia evolutiva, es uno de los casos más estudiados en las extremidades de los mamíferos.
Por ejemplo, si comparamos el brazo de los seres humanos, las alas de los murciélagos, las pezuñas de los caballos y las garras de los tigres veremos que son bien distintas. Nuestras manos sirven para agarrar cosas, las alas de los murciélagos para volar, las pezuñas de los caballos para caminar y las garras de los tigres para atacar y desgarrar carne.
Estas especies tienen un ancestro en común, del que hemos heredado los mismos huesos en las extremidades, aunque con algunas diferencias en su forma. La divergencia evolutiva ha sido el fenómeno que ha hecho que cada especie le haya dado una función distinta.
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La convergencia evolutiva y la inteligencia animal
En el mundo animal existen muchas especies. Lo curioso es que, y gracias a los estudios en primatología y antropología, se ha visto que los seres humanos, pese a que podemos asegurar que somos la especie más inteligente hasta el momento, no somos los únicos que presentamos aptitudes intelectuales llamativas. La primatología se ha encargado de demostrar que otros primates, con los que estamos emparentados, muestran una inteligencia bastante sofisticadas. Esto tiene su sentido, dado que son especies que nos son próximas en el árbol evolutivo.
Sin embargo, también sorprende que especies muy alejadas de la nuestra, como son los pulpos, los loros y los cuervos presenten una inteligencia bastante destacada en el mundo animal. No descendemos de, por ejemplo, los cuervos, ni los pulpos descienden de nosotros, con lo cual nuestra inteligencia y la suya no está directamente relacionada. Sus aptitudes intelectuales son debidas a procesos de convergencia evolutiva, para poder resolver de forma eficiente diferentes demandas ambientales.
El estudio de la inteligencia animal es bastante antiguo, remontándonos a Charles Darwin y el momento en el que publicara su más famosa obra, El Origen de las Especies (1859). Desde entonces, los científicos han tratado de comprender cómo funciona el pensamiento de los animales, y sus similitudes o diferencias con la capacidad intelectual del ser humano.
Entendemos como inteligencia animal al conjunto de habilidades y capacidades que permiten a los animales sobrevivir a las demandas ambientales, adaptándose a sus nichos ecológicos.
Entre los animales más inteligentes, aparte de la especie humana, tenemos los siguientes.
1. Los pulpos
Los pulpos son moluscos cefalópodos, animales invertebrados que demuestran poseer una inteligencia muy llamativa. Se ha experimentado mucho con ellos y se ha visto que pueden llegar a ejercer tareas complejas como abrir un bote para conseguir lo que tiene en su interior. Tienen una gran memoria a corto y largo plazo y gran capacidad de aprendizaje.
Uno de los pulpos más destacados es el pulpo mimo (Thaumoctopus mimicus) que tiene la capacidad de imitar a otras especies de animales, para camuflarse o hacerse pasar por un animal más peligroso y así protegerse de los depredadores.
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2. Los delfines
Es conocido en la cultura popular que los delfines son mamíferos cetáceos muy inteligentes y sociables. Han desarrollado unas capacidades de adaptación asombrosas, y son capaces de transmitir información entre ellos, ayudarse si están heridos o enfermos e, incluso, pueden emitir sonidos propios para cada individuo, como si fueran nombres.
Pese a que no se ha logrado enseñarles lenguaje de forma completa, sí que se les ha enseñado algunos conceptos, siendo destacables los experimentos de Louis Herman en los años ochenta con las delfines Akeamakai y Phoenix.
Akeamakai fue entrenada en un lenguaje hecho a base de gestos con los brazos y piernas de su cuidador. Phoenix fue entrenada en un lenguaje artificial de tipo click que podía oírse por altavoces subacuáticos. Cada lenguaje contenía entre 35 y 40 palabras, que se referían a objetos de la piscina, acciones, ubicación y dirección.
Si bien 40 palabras son muy pocas, saber qué significan y llegar a hacer estructuras sintácticas con ellas es algo realmente sorprendente, haciendo que los delfines estén en el grupo de los animales más inteligentes del mar, junto con los pulpos.
3. Los chimpancés
Como hemos comentado, no resulta sorprendente que los chimpancés y los simios en general manifiesten aptitudes intelectuales avanzadas, teniendo en cuenta su cercanía con nosotros.
Sus capacidades sociales, junto con su capacidad para utilizar herramientas, como palitos para extraer termitas de los troncos o piedras para abrir frutas y su gran memoria, los convierten en la especie animal no humana más inteligente hasta la fecha.
4. Los cerdos
Por sorprendente que pueda parecer, los cerdos son animales muy inteligentes. De hecho, investigaciones sugieren que un cerdo adulto tiene más o menos la inteligencia de un niño de tres años, muy por encima de la inteligencia de otros animales domésticos.
5. Los loros
Los loros son aves inteligentes, y no por el hecho de que puedan repetir palabras del lenguaje humano. Estos animales tienen la capacidad de diferenciar y reconocer diferentes rostros humanos, y, aunque su capacidad del “habla” es más bien por imitación, sí que poseen una gran memoria que les permite recordar cómo emitir tales sonidos.
Aún así, y dado que son capaces de repetir sonidos humanos, la ciencia no perdió la oportunidad de tratar de enseñarles a hablar, siendo muy famoso el caso de Irene Pepperberg y su loro gris Alex (Psittacus erithacus).
Tras 13 años experimentado con Alex, Pepperberg consiguió enseñarle 80 palabras y que entendiera su significado, en las que se incluían nombres de objetos, formas, números y algunas frases verbales, además del uso funcional de “sí” y “no”.
6. Los elefantes
Los elefantes son ampliamente conocidos como animales muy inteligentes, y su cerebro es, de hecho, el más grande sobre la tierra. Si bien en el mundo animal un mayor tamaño no necesariamente significa una mayor inteligencia, cabe destacar que en el caso de los elefantes sí que parece haber cierta relación.
Tienen una capacidad de socialización asombrosa, además de sentir empatía y sentimientos que hasta hacía relativamente poco se consideraban puramente humanos, como la compasión, el luto o el altruismo.
Son capaces de, cuando ven los huesos de un elefante, pararse y rendirle homenaje, reconocer que esos huesos tuvieron vida y fue un congénere suyo. Además, son conscientes de sí mismos.
7. Los cuervos
Estas aves son conocidas en la cultura general por ser inteligentes, maquiavélicamente inteligentes. Son capaces de construir herramientas, utilizarlas y conservarlas para otras ocasiones.
Además, pueden resolver problemas y razonar, lo cual las hace especialmente listas a la hora de intentar robar cosas. Tienen consciencia de sí mismos y de los demás y pueden recordar a otros individuos de su especie. También son capaces de acordarse de un ser humano concreto si les resulta peligroso.
8. Las ratas
Por último tenemos al animal más usado en experimentación: las ratas. Estos roedores tienen capacidades intelectuales bastante desarrolladas, motivo por el cual son tan utilizadas en los laboratorios de psicología. Tienen capacidades empáticas bastante destacables, usándolas con sus congéneres, incluso son capaces de sacrificarse por el bien común.
Se ha visto que sueñan de manera muy parecida a las personas, además de poder salir de los más complicados laberintos gracias a su capacidad para analizar situaciones con los diversos estímulos sensoriales que reciben.
Conclusiones
Tanto de la convergencia como de la divergencia evolutivas podemos analizar que no siempre los rasgos de los organismos nos sirven para conocer fácilmente cuál fue su antepasado común. Puede darse el caso de que dos especies estén muy alejadas filogenéticamente, pero usen una misma extremidad para lo mismo, es decir, que hayan vivido un proceso de convergencia evolutiva.
En cambio, puede darse el caso de que dos especies estén cercanamente emparentadas en el árbol evolutivo y, sin embargo, por demandas ambientales, unos hayan optado por usar un órgano o extremidad para una función mientras que los otros han optado por usarla para otra cosa.
Por último, tenemos que la inteligencia en el mundo animal, en concreto la de especies como las ratas, los cuervos, los delfines, los loros, los cerdos y los pulpos se puede relacionar con la humana.
Esto no es debido a que estemos filogenéticamente cercanos unos de los otros, cosa que no es así, sino al hecho de que estas especies, ante una determinada demanda ambiental, se han visto obligadas a mostrar capacidades intelectuales avanzadas con tal de poder sobrevivir.
Referencias bibliográficas:
- Cortès-Colomé, M. (2016). Psicología de la comunicación lingüística. Madrid: Síntesis.
- Fontdevila, Antonio y Andrés Moya. (2003). Evolución: Origen, adaptación y divergencia de las especies. 591 págs. Editorial Síntesis. ISBN 849756121X
- Arendt, Jeff y David Reznick. (2008). Convergence and parallelism reconsidered: what have we learned about the genetics of adaptation?. Trends in Ecology and Evolution 23: 26-32. ISSN 0169-5347