Las bases neurológicas de la lectura han sido de gran interés para la comunidad científica, en especial en lo que concierne a los trastornos de la lectoescritura.
Desde que se realizaron los primeros estudios neuroanatómicos sobre las zonas implicadas en esta capacidad tan destacable de la especie humana, se ha planteado que hay muchas áreas y vías implicadas en la identificación, codificación y pronunciación de las letras y las palabras.
A continuación hacemos un breve repaso sobre las bases neurológicas de la lectura, qué datos se han recopilado a lo largo de los años y qué afectaciones habrían a nivel cerebral en las personas que presentan dislexias.
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¿Cuáles son las bases neurológicas de la lectura?
La lectura y escritura son habilidades que nos distinguen mucho del resto de las especies animales. Estos dos son componentes muy interesantes del lenguaje, habilidad que siempre ha sido objeto de estudio dentro de la comunidad científica al tratar de ver si en otras especies se podría replicar una capacidad que en nuestra especie está tan normalizada.
Como cabría esperar, los científicos han puesto el foco de atención en el cerebro, tratando de ver qué áreas están implicadas en el lenguaje y en específico en la lectoescritura.
Hipótesis neurológicas de la lectura
Uno de los primeros investigadores en hacer descripciones de los procesos neurológicos detrás de la escritura y la lectura fue Joseph Jules Dejerine, quien obtuvo valiosos datos a través del estudio de casos clínicos de personas con trastornos de lectoescritura. Estos estudios se realizaron a finales del siglo XIX y se le atribuye a Dejerine el haber identificado los síndrome de alexia con y sin agrafia en 1892, estudiando a pacientes que presentaban lesiones vasculares debidas a infartos en las áreas parietal y occipital izquierda.
Gracias al trabajo de Dejerine se pudo realizar las primeras sistematizaciones de las áreas cerebrales y, siguiendo un modelo conexionista, con el tiempo se iría sugiriendo la implicación de varias zonas.
Entre estas se encontraría la participación de la corteza occipital izquierda, implicada en el procesamiento visual; el área temporo-parieto-occipital izquierda, la cual se encargaría de la integración visuo-verbal; el giro angular, con la habilidad de la codificación lingüística; la corteza temporal posterior, encargada del acceso semántico; y la corteza frontal inferior izquierda, encargada del habla motora.
Pero no todo el mérito es de Dejerine. Otros muchos investigadores a lo largo de los dos últimos siglos han contribuido a esclarecer las bases neurológicas de la lectura. Entre ellos tenemos a Norman Geschwind, quien estudió la convergencia de la aferencia visual bihemisférica en la corteza occipital izquierda desde la cual se proyectaría la información al giro angular ipsilateral, región que se considera el centro de las imágenes visuales de las palabras. Luego, esta información pasaría a la corteza temporal posterior y, de ahí, al área de Broca a través del fascículo arqueado.
La corteza occipital izquierda realizaría el análisis visual. En esta área se reconocerían las características ortograficas de las letras y las palabras, esto es, es aquí donde se encontraría el componente léxico-ortográfica o visual del lenguaje.
Gracias a este análisis se accede a la semántica, esto es, el significado de las palabras, y también se activaría la fonología correspondiente. En otras palabras, todo este proceso permite expresar lo leído mediante el habla, entendiendo lo que se lee.
Pero además de esta ruta para la lectura, denominada como clásica, léxica, transléxica o semántica, se han planteado otros caminos alternativos que se activarían en función de diferentes circunstancias. Una de estas situaciones sería leer sin acceder al significado de las palabras, en donde se implicaría la ruta léxico-fonológica o directa, activándose directamente el componente léxico-fonológico desde el visual. También tendríamos la ruta fonológica o subléxica, activada cuando se leen pseudopalabras o palabras desconocidas.
Es normal que, cada día, al leer cualquier texto, usemos una u otra vía en función de las necesidades que tengamos en ese momento. Si tenemos que leer un texto en profundidad entendiendo lo que leemos y estudiándolo, usaríamos la vía clásica, en la que se aplicarían todas las regiones anteriormente mencionadas. Ahora bien, estas rutas pueden varían en función de si estamos ante una palabra conocida o desconocida, si tenemos que leer rápido o con precisión, si la palabra forma parte de nuestra lengua materna o si es extranjera...
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Patologías asociadas a las alteraciones en la lectura
Como comentábamos, el estudio de las bases neurológicas de la lectura bebe mucho del estudio de personas que han padecido algún tipo de alteración en su capacidad para leer y escribir. En las personas que sabían leer y escribir antes de manifestar el problema suele suceder que el trastorno surge por algún tipo de lesión a nivel cerebral, mientras que en los casos en los que parece haber problemas ya desde que se empezó a escribir el origen del problema estaría en alguna alteración heredada.
Los trastornos de la lectura y la escritura se conocen como disgrafías y dislexias, términos preferidos antes que los de agrafia y alexia, usados más en textos clásicos. Estos trastornos se pueden clasificar en función de si el problema se encuentra en una alteración puramente lingüística, como sería el caso de las dislexias y disgrafias centrales, o bien se halla en los subsistemas aferentes o eferentes implicados en el proceso de la lecto-escritura, hablando en este caso de dislexias y disgrafías periféricas.
A continuación vamos a hablar en profundidad de las dislexias periféricas y las centrales, qué áreas están implicadas y algunas variedades dentro de estos dos grandes grupos.
Dislexias periféricas
Las dislexias periféricas son las alteraciones de la lectura que se dan por algún daño en las áreas implicadas en el proceso que va desde el análisis de la información lingüística al proceso léxico-visual. Un ejemplo clásico de este tipo de alteraciones lo tenemos en la alexia pura o sin agrafia, descrita originalmente en casos de lesión occipital izquierda o bien de la aferencia desde la corteza occipital contralateral, a nivel del esplenio del cuerpo calloso.
Se produce la pérdida en la conexión entre el procesamiento visual de la imagen y el componente léxico-ortográfico, de tal forma que el proceso de la lectura no dispone de reconocimiento lexicológico. Esto da como resultado que el proceso se haga letra por letra, haciendo del proceso de la lectura algo más lento y poco funcional. El afectado puede leer, pero lo hace usando solamente la vía subléxica, por lo cual accede a la semántica una vez a alcanzado el estadio fonológico. Es decir, primero lee los sonidos de las letras, y luego capta su significado.
Hay otros casos en los que sucede que el análisis visual de las palabras y las letras está dañado, de manera que se producen fenómenos extraños como, por ejemplo, omitir las letras al comienzo de las palabras, como sucede en la dislexia por negligencia. Otros casos son el de la dislexia atencional, en el que se cambian letras entre las palabras vecinas, y luego tenemos también la conocida como dislexia visual, en la que se sustituyen palabras por otras al tener un aspecto parecido.
Dislexias centrales
En las dislexias centrales la alteración en la lectura se debe, generalmente, a un fallo en los estadios de reconocimiento lexicológico, al acceso semántico y el procesamiento fonológico previo a la producción del habla. Son síndromes cuya causa puede afectar a alguna de las diferentes vías para la lectura una vez se ha superado el análisis visual del texto que se está leyendo.
En caso de encontrarse el daño en la vía fonológica, normalmente ocasionado por una lesión en la corteza perisilviana izquierda, se da la dislexia fonológica. Esta modalidad de dislexia central se caracteriza por una dificultad para la lectura de palabras desconocidas o pseudopalabras y, también en cierta medida, hay dificultad para leer las palabras funcionales (artículos, determinantes, pronombres, preposiciones, conjunciones o nexos). Al afectado por esta condición le resulta difícil convertir lo grafológico (lo escrito) en fonológico (pronunciado).
La dislexia superficial es aquella que podemos observar en personas que presentan problemas para la lectura de palabras irregulares. En esta condición se le añade una cierta tendencia a regularizar los grafemas de fonología ambigua (error de regularización) y generando palabras que no existen. Esto da lugar a muchos errores de omisión, adición, sustitución o translocación. Algunos investigadores sitúan el problema en la incapacidad para acceder al léxico por medio de una estrategia de reconocimiento de palabras completas.
Por último, podemos comentar el caso de la dislexia profunda. En esta alteración de la lectura se puede observar dependencia de la categoría gramatical y semántica, viéndose afectada sobre todo la lectura de palabras como verbos, adjetivos y partículas funcionales en comparación con la lectura de sustantivos. También se dan problemas para leer palabras abstractas frente a las concretas. La dislexia profunda se ha relacionado con múltiples lesiones a diferentes niveles en las vías implicadas en la lectura en el hemisferio izquierdo.
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