Estamos transitando las últimas semanas del año y son momentos en que generalmente hacemos balances de lo vivido y proyectamos hacia adelante. Este puede ser un buen momento para reflexionar acerca de lo que sucedió, el camino que recorrimos y también mirar hacia adelante buscando emprender nuevas rutas. Es en esas reflexiones, es que se vuelve más necesario que de costumbre practicar la compasión y la gratitud. Aquí te cuento por qué.
El sesgo negativo del cerebro
Las emociones de gratitud y compasión no aparecen genuinamente tanto como desearíamos. Por el contrario, nuestro cerebro tiene un sesgo hacia lo negativo, ¿qué quiere decir ésto? Nuestra mente está diseñada para poner el foco en aquellas situaciones amenazantes que vivimos ya que registrándolas y teniéndolas presente podríamos evitar una nueva aparición de las mismas o prepararnos para afrontarlas.
Esto se consolidó hace miles de años en el diseño de nuestro sistema nervioso y tiene una función evolutiva ya que nos prepara para afrontar posibles peligros futuros en pos de la supervivencia. El problema está en que hoy en día se activa mucho más frecuentemente de lo que lo necesitamos.
El reconocido neurocientífico Rick Hanson, lo describe de esta manera: ¨nuestras mentes tienen velcro para lo negativo y teflón para lo positivo¨. Esto, posiblemente lo podemos vislumbrar en nuestras experiencias personales. Algunas personas notan que por estas fechas aumenta la autocrítica, el miedo a la insuficiencia, la ansiedad por compensar lo no logrado y la percepción puesta en la falta. Si comprendemos que estas actitudes son parte de una tendencia de nuestra mente, tal vez podemos tomar un poco de perspectiva y abrirnos gradualmente a ejercitar algo diferente que nos traiga bienestar.
Cómo cultivar el bienestar
Aún cuando la tendencia sea el apego hacia lo negativo, en nuestro organismo tenemos también la capacidad de contactar con una genuina apreciación y compasión por todo lo que está vivo y nos rodea. Podemos aprender a equilibrar el sesgo negativo inclinando nuestra mirada hacia lo agradable, hacia lo que es estable y a lo que sostiene nuestras vidas. Esto tiene importantes beneficios en nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental, permitiéndonos mayor seguridad, alegría, contentamiento y liviandad.
Una de las maneras de practicar la apreciación en la vida cotidiana es llevar un diario (journaling). Aquí te cuento algunas ideas para hacerlo. Antes de irte a dormir, escribe en un papel o en una nota aquello por lo que estás agradecido/a de tu día. Puedes hacerlo diariamente o semanalmente.
- Ábrete a la percepción de aquellas pequeñas cosas como la luz del sol, las plantas que te rodean, el aire fresco por la mañana.
- Reconoce y registra aquello que permanece invisible y que hace a tu cotidianeidad: el agua caliente de tu hogar, la comida con la que te has alimentado, la conexión a internet con la que estás leyendo éste artículo.
- Ten en cuenta a las personas con las que has compartido tiempo en tu día, ya sea a través de un mensaje de texto, una conversación, o quizás la chófer del colectivo que te llevó a tu trabajo. Anota aquellos gestos o interacciones que aportaron a tu bienestar.
- Agradece por las situaciones difíciles que has atravesado, o incluso aquello que despertó tu miedo o enojo. Puedes verlos como parte de tu crecimiento.
- Percibe también aquellas cualidades personales por las que estás orgulloso/a. Ten en cuenta tus habilidades, tus formas naturales de ser y las aptitudes físicas que tienes, ya sea la posibilidad de caminar e incluso tus sentidos: la mirada, la escucha, etc. Ésto puede resultar más difícil, pero ¡vale la pena intentarlo!