En su libro El arte de amar, Erich Fromm reflexiona sobre las dificultades que nos encontramos en las relaciones de pareja, entre otros motivos porque no nos planteamos el amar como una acción (un arte, según él) que requiere de un aprendizaje previo).
Nos enredamos en relaciones tortuosas y tóxicas que acaban produciéndonos más dolor que bienestar porque nunca nadie nos enseñó cómo comportarnos dentro de la pareja. Cómo manejar el torbellino de emociones que genera nuestro cuerpo cuando nos enamoramos, cómo dar espacio a la otra persona cuando lo que más queremos es estar a su lado las 24 horas del día, cómo manejar el miedo a la ruptura o al engaño... en resumidas cuentas, cómo conseguir amar sanamente, y no locamente como nos enseña que debemos hacer la sociedad.
Sólo hace falta coger un par de canciones al azar para darnos cuenta de que los mensajes que recibimos respecto al amor son tremendamente dañinos, y hacen apología del amor dependiente, simbiótico y enfermizo. Si cogemos por ejemplo la canción de The Police “Every Step You Take” y la leemos en vez de cantarla es probable que nos diagnostiquen de trastorno afectivo obsesivo o nos tachen de acosadores:
Cada día, cada palabra que digas
Cada juego que juegues
Cada noche que te quedes
Estaré observándote
¿No puedes ver que me perteneces?
¿Cómo mi pobre corazón duele con cada paso que das?
Dependencia emocional y amores patológicos
Teniendo en cuenta que las películas de Hollywood, los libros o las series de televisión también fomentan este amor patológico, es normal que nos veamos envueltos en conductas insanas de apego y dependencia que le quitan todo el sentido a estar en pareja. Debemos aspirar a un amor libre, por nuestra salud psicológica y la de nuestra pareja, y porque la única manera de ser feliz es desprenderse del miedo.
Las relaciones se mueven en el ámbito de la incertidumbre, y no aceptar o no querer ver esta realidad nos lleva inevitablemente al miedo, al sufrimiento y a la frustración, al tratar de controlar lo incontrolable. Si queremos disfrutar sanamente de nuestra persona amada tenemos que estar dispuestos a perderla, por mucho que nos duela este pensamiento.
La dependencia afectiva
La dependencia afectiva no es “exceso de amor” sino exceso de miedo. Es una adicción en la cual el individuo se siente literalmente incapaz de vivir sin el otro (lo cual también está bien visto en nuestra sociedad, todos hemos escuchado frases como “lo eres todo para mí”, “no sé qué haría sin ti”, “sin ti no soy nada…”) y posee todos los componentes de cualquier otra adicción a sustancias: urgencia por “consumir” nuestra droga vinculada al amor, síndrome de abstinencia cuando estamos sin ella, irritabilidad, compulsividad, sensación de incomprensión a nuestro alrededor, dejar de hacer las cosas con las que disfrutábamos anteriormente para estar a solas con nuestra “droga”.
Según Walter Riso, el esquema central de todo apego es la inmadurez emocional, entendida como una “perspectiva ingenua e intolerante ante ciertas situaciones de la vida, generalmente incómodas o aversivas”. Las manifestaciones más importantes de inmadurez emocional relacionadas con el apego afectivo serían bajos umbrales de sufrimiento, baja tolerancia a la frustración y la ilusión de permanencia, es decir, la incapacidad e imaginar el fin de la relación. La persona inmadura emocionalmente (que puede ser madura en otras áreas de su vida) requiere de los cuidados de su amado igual que un niño de su madre. Sin su figura de protección se siente perdida, asustada y desprotegida.
¿Cómo aprender a amar sanamente?
El primer paso es ser conscientes del amar como verbo y no como sustantivo, como acción y no como sentimiento o pensamiento. Amar es una conducta que llevamos a cabo cuando realizamos acciones que repercuten en el bienestar del otro, cuando nos alegramos por sus logros, cuando respetamos sus motivaciones, cuando le damos espacio para crecer.
Como solemos estar más centrados en ser amados que en amar, vivimos pendientes de las demostraciones de amor de nuestra pareja o la ausencia de las mismas. Esto es totalmente improductivo, ya que no podemos meternos en la piel del otro y comportarnos de manera que cumpla nuestras expectativas. Es recomendable abandonar la orientación receptiva y empezar a tener conductas proactivas.
En vez de quejarnos porque nuestra pareja no es cariñosa, ser nosotros los que iniciemos el acercamiento, en lugar de quejarnos porque no es detallista, tener nosotros algún detalle con ella. En el fondo la mejor manera de empezar a recibir es empezar a dar.
Para comenzar a sanear nuestra relación debemos desprendernos de los viejos patrones de pseudoamor que muchos llevamos incorporados y que nos impiden disfrutar de las relaciones en su plenitud. Pasar de la dependencia emocional a la autonomía afectiva.
Alcanzando la autonomía afectiva
Lo que se busca con la autonomía afectiva no es la indiferencia o la frialdad, sino una manera sana de relacionarse de forma independiente, no posesiva y no adictiva.
La autonomía promueve esquemas anti-apego y produce maneras más sanas de relación, además de un mayor bienestar individual. Las personas autónomas adquieren más confianza en sí mismas al ver que no necesitan de nadie para resolver sus asuntos, por lo que aumenta su sentimiento de autoeficacia y por lo tanto su autoestima. Se vuelven más maduras emocionalmente y manejan mejor la soledad, perdiéndole el miedo a la misma.
Merece la pena aprender a disfrutar de los ratos que pasamos a solas tanto como de los ratos que pasamos con la pareja, y no quedarnos en estado momificado cada vez que nos separamos de ella hasta que volvemos a verla. Mantener la vida que hay más allá de la pareja: el propio espacio, los propios amigos, las aficiones, los momentos de soledad. En una relación es mucho más sano echar de menos que “echar de más”.
No se necesita ser débil para que nos quieran. Si la pareja nos ama de manera sana estará dispuesta a ayudarnos a que desarrollemos una personalidad independiente, lo cual no significa que la queremos menos, sino que le queremos mejor. Las personas que han encontrado su vocación y su propia manera de vivir la vida se hacen inmunes a la dependencia emocional. Lo más positivo es centrarse en cultivar y cuidar otras áreas de nuestras vidas. La clave siempre está en el equilibrio.
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