Todos los seres humanos que posean un funcionamiento psicofisiológico normal (dentro de la media) habrán llorado y lo harán múltiples veces a lo largo de su vida. De hecho, cuando nace un bebé es lo primero que se espera de él y la primera señal de que su organismo funciona correctamente.
Todos sabemos que llorar es natural y que nos sucede cuando nos pican los ojos o cuando estamos tristes, pero a continuación vamos a preguntarnos qué mecanismos y que utilidad hay detrás de esto.
Tipos de lágrimas…
En primer lugar habrá que diferenciar las lágrimas fisiológicas de las emocionales o psicológicas.
Lágrimas fisiológicas
Las lágrimas fisiológicas son aquellas que sirven para proteger nuestro sistema visual (los ojos), las hay reflejas y lubricantes.
Las lágrimas lubricantes son aquellas que se originan en la córnea, limpian y protegen al ojo de agentes medioambientales externos (polvo, baterías etc.). Al día, se producen una cantidad de lágrimas lubricantes de aproximadamente 1 ml. Las lágrimas reflejas son aquellas que protegen de ataques externos tales como gases o substancias químicas irritantes, son las que aparecen al pelar una cebolla por ejemplo, estas contienen una gran cantidad de anticuerpos que protegerán al ojo de agresiones bacterianas.
Lágrimas emocionales
Por último tenemos las lágrimas emocionales, en las que vamos a centrarnos.
Éstas aparecen ante una emoción fuerte, el hipotálamo interviene en la interpretación emocional y es quien envía las órdenes a los órganos oculares para la fabricación de lágrimas. Según un estudio (Walter & Chip, 2006) con una muestra de más de trecientas personas, por término medio los hombres lloran derramando lágrimas emocionales una vez cada mes, y las mujeres al menos cinco veces cada mes, la diferencia entre ambos sexos se explica por las variaciones hormonales durante la menstruación.
¿Por qué motivo lloramos cuando algo nos emociona?
Y ¿para qué nos sirve producir lágrimas ante una situación de intensidad emocional? Habitualmente se dan ante una situación dolorosa, en este caso segregar lágrimas parece que tiene una función análgesica y paliativa del dolor.
Según demostró William H. Frey, bioquímico en el Centro Médico St. Paul-Ramsey de Minnesota, las lágrimas emocionales que derramamos ante una situación dramática propia o ajena arrastran consigo fuera del cuerpo una buena dosis de cloruro de potasio y manganeso, endorfinas, prolactina, adenocorticotropina y leucina-encefalina (un analgésico natural).
El cerebro cuando lloramos
Además, al llorar el cerebro desgasta una gran cantidad de glucosa y el terminar de hacerlo nos sentimos cansados y más relajados como si hubiéramos hecho deporte, cosa que puede favorecer el descanso corporal en situaciones de estrés. Además, el mero hecho de estar llorando, nos hará recogernos en nosotros mismos, introspectar y nos permitirá cubrir la necesidad de escucharnos y cuidarnos por unos instantes, dejando de lado las otras cosas externas que nos atañen en el día a día.
La función social del llanto
Por descontado, derramar lágrimas cuenta con una función social adaptativa muy importante, cuando vemos a otros llorando sabemos que pueden necesitar ayuda o un trato diferente al habitual.
Así, si sumamos la función biológica con la intrapersonal y la relacional, derramar lágrimas después de una pérdida por ejemplo, nos ayudará travesar la emoción de una forma mejor.
¿Y por qué a veces lloramos cuando estamos contentos?
Cuando experimentamos una emoción de alegría extrema, nuestro cuerpo a veces la interpreta como “excesiva” y nuestro sistema emocional como una pérdida de control, en estas circunstancias, el llanto ayuda a restaurar el equilibrio emocional.
¿Qué pasa si no puedo llorar cuando estoy triste?
Algunas personas sufren de una enfermedad autoinmune, el Síndrome de Sjören, en la cual existe una sequedad permanente en el lacrimal.
Pero dejando de lado los posibles problemas fisiológicos para la producción de lágrimas, algunas personas tienen problemas para llorar cuando tienen una pérdida o una fuerte emoción, generalmente esto va acompañado de la incapacidad para sentir tristeza. Esto puede ser fruto de múltiples causas y en muchas ocasiones tiene que ver con una mala experiencia de gestión emocional en un determinado momento (por ejemplo haber sufrido una depresión severa o tener una persona cercana que la padezca), a través de la cual se desencadene un miedo irracional al llanto.
También influyen las normas sociales en determinadas culturas donde llorar está “mal visto”, en muchas culturas, algo tan natural e innato como es el llanto esta “reprimido” y es importante reaprender a llorar cuando es necesario, pues como se ha comentado unas líneas más arriba, posee múltiples ventajas para nuestra salud emocional.
Referencias bibliográficas:
- Baños Díez, March Pujol. Farmacología ocular. Univ. Politèc. de Catalunya; 2004.
- Walter, Chip. Why do we cry?. Scientific American Mind. 2006 Dec; 17(6):44.
- William H. Frey, Muriel Langseth. Crying: The Mystery of Tears. Minneapolis: Winston Press; 1985.