Soledad y vacío existencial: cuando el ruido externo no silencia el eco interno

Dos fenómenos interrelacionados pero distintos en su impacto emocional.

Soledad y vacío existencial

Desde una perspectiva psicológica, la soledad y el vacío existencial son dos conceptos que, aunque pueden parecer similares cuando los escuchamos, tienen significados y manifestaciones diferentes.

Desde el punto de vista de la biología, la soledad puede vivirse como dolor físico, ya que el sentimiento de soledad activa las mismas áreas cerebrales que el dolor. También se amplifican respuestas emocionales como la ansiedad y el estrés, haciendo que las personas se sientan más vulnerables. Hay una menor activación de circuitos asociados con la dopamina, lo que lleva a una menor sensación de placer al realizar actividades que normalmente serían gratificantes. El resultado de estas coincidencias puede llevar al aislamiento.

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La consecuencia de estos valores alterados y sostenidos en el tiempo puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y depresión. La soledad afecta negativamente a neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, relacionados con el bienestar y la regulación del estado de ánimo, y disminuye la oxitocina, conocida como la hormona del vínculo social. El estrés crónico derivado de la soledad puede dañar las conexiones neuronales, especialmente en el hipocampo, que es crucial para la memoria y el aprendizaje.

Las diferencias entre la soledad y el vacío existencial

Desde el punto de vista psicológico, la soledad se refiere más a la percepción subjetiva de estar solo o desconectado de los demás, ya sea en un sentido físico, emocional o social. Podemos pensar en la soledad social, entendiéndola como la ausencia o falta de interacción con otras personas, o como la deserción en las relaciones uno a uno o incluso en redes sociales. También puede estar vinculada a situaciones de aislamiento o exclusión. Pero el aspecto de la soledad más significativo es la sensación de no tener una conexión cercana con otros, incluso cuando se está rodeado de personas. Es una experiencia más profunda que la soledad social y está relacionada con la falta de apoyo emocional o de intimidad.

La soledad no necesariamente es positiva o negativa, pero en su forma poco beneficiosa puede generar sentimientos de tristeza, desesperanza, ansiedad y depresión. La falta de relaciones satisfactorias puede generar una sensación de vacío y de estar desconectado del mundo. En su forma positiva, la soledad puede ser una oportunidad para la reflexión personal, el autoconocimiento y el desarrollo de la independencia emocional y, también, por qué no, de un espacio necesario para vincularse con uno mismo a modo de sanación.

La conexión humana es fundamental para el bienestar emocional. El ser humano es un ser social por naturaleza, y cuando se percibe la falta de relaciones significativas puede activarse una sensación de desajuste interno.

El vacío existencial, en cambio, es un concepto profundamente relacionado con la filosofía y la psicología humanista, particularmente en las teorías de Viktor Frankl, creador de la logoterapia. El vacío existencial se refiere a una sensación interna de falta de sentido o propósito en la vida. Es una experiencia de desconexión con uno mismo y con el mundo, una sensación de que la vida carece de dirección, de valor o de objetivos claros.

Este vacío no necesariamente está relacionado con la soledad social o emocional, sino más bien con una falta de significado. Las personas que experimentan vacío existencial pueden sentir que sus esfuerzos no tienen propósito, que sus vidas carecen de dirección o que no hay un objetivo mayor por el cual vivir. Se caracteriza por una sensación de náusea existencial, como la que describe el filósofo Jean-Paul Sartre, que surge cuando uno se enfrenta a la realización de que la vida no tiene un significado intrínseco. Puede manifestarse como una crisis o darse en momentos de duda profunda, donde la persona se cuestiona su propósito y la validez de sus experiencias. A menudo, esto ocurre en etapas de la vida en las que hay grandes transiciones, como la adolescencia, la mediana edad o el envejecimiento, o como resultado de experiencias de sufrimiento o pérdida.

Desde la psicología, el vacío existencial es considerado una ansiedad existencial o una forma de angustia que puede derivar en trastornos psicológicos como la depresión o la ansiedad generalizada. La logoterapia de Frankl propone que el sufrimiento humano puede ser superado cuando se encuentra un propósito personal que dé sentido a la vida, aun en circunstancias difíciles.

Aunque la soledad y el vacío existencial son fenómenos distintos, pueden estar interrelacionados. La soledad social o emocional puede contribuir al vacío existencial, ya que una persona que se siente desconectada o aislada puede empezar a cuestionar el propósito de su vida y su sentido de pertenencia. Por otro lado, una persona que experimenta un vacío existencial profundo puede sentir también una soledad interna, incluso si está rodeada de personas. Sin embargo, el vacío existencial no necesariamente depende de la soledad física; es más una cuestión de sentimiento de desconexión interna, mientras que la soledad suele estar más relacionada con la falta de relaciones externas o significativas.

El impacto en nuestra salud emocional

Ambos fenómenos pueden tener un impacto significativo en la salud mental y emocional, pero mientras que la soledad se centra en la desconexión con los demás, el vacío existencial se refiere a una desconexión interna o a la ausencia de propósito en la vida. En general, las personas mayores que sufren de soledad no suelen comunicarlo para no preocupar o por temor a no encontrar respuesta a su problema, o a que se interprete como un reclamo y eso haga que la familia o los conocidos se alejen.

El hecho de que en esta sociedad se produzcan situaciones de aislamiento y desconexión entre las personas, no solamente mayores —lamentablemente esto se está viendo en jóvenes con más frecuencia de lo esperable—, nos invita a reflexionar sobre nuestra escala de valores o prioridades para la vida. Existen culturas donde la aparición de patologías como la depresión o el aislamiento se encuentran en primer orden, pero no existen suficientes planes para corregir el estilo de vida y el individualismo. Las personas confían en promesas de salvación de esa existencia sin rumbo y en la inútil búsqueda de evitar el sufrimiento en cuestiones externas. En esa desesperación se aferran a comunidades o creencias que pueden resultar perjudiciales y se convierten en adictos a una fe de la que no se puede dar mucha cuenta. Necesitamos ofrecer soluciones y conocimiento sobre lo que nos pasa y herramientas para no aferrarse a salidas ilusorias.

La misma soledad, la falta de compañía y ese mismo sentimiento interno los dejan a merced de cazadores y depredadores. Ponemos muchas barreras físicas y mentales que nos llevan a la desvinculación y desinterés por el prójimo.

Mientras las pantallas y los dibujos sustituyan el contacto físico entre padres y adolescentes, más desconectados de la relación física se encontrarán; serán más dependientes de las redes sociales y los medios de conexión entre ellos, pero sobre todo mucho más vulnerables a nuevas formas de dolor emocional y, especialmente, a parámetros externos muchas veces irreales.

La soledad se encuentra en todas las relaciones humanas; no solo se trata de personas que se encuentran viviendo solas o sin pareja, ya que este no es el dato que nos permite medir el grado de soledad. En las parejas también hay gente sola debido a distancias o desencuentros afectivos. En los vínculos de amistad, cuando estos son superficiales y se hace hincapié solo en las partes buenas de la vida —como si estos encuentros fueran un reflejo de una red social—, es allí donde se pierde ese sentido real de la amistad. Somos seres con buenas y malas situaciones reales, aprendizajes y vivencias de todo orden.

Las nuevas pautas culturales muchas veces confunden el respeto del espacio individual con desinterés, contribuyendo a hacer una sociedad más dividida, más independiente y menos interdependiente.

La época de Navidad o de inicio de año es tierra fértil: acrecienta el sentimiento de soledad, ya que esos momentos de alegría y comunidad, muchas veces poco sinceros, hacen que la siguiente semana del año se convierta en una clara muestra de lo solos que estamos. Vemos a muchos familiares visitar a sus mayores en los asilos o casas de retiro el día de Navidad solo para cumplir y despejar la conciencia. Quienes trabajan con adultos mayores refieren la tristeza post-visita durante esas fechas, donde insisten en olvidar o tapar el vacío.

Una nueva esperanza

Cuando las personas se sienten solas suelen buscar maneras de llenar ese vacío y, según las posibilidades tanto internas como externas, suelen o no lograrlo. Necesitamos ser conscientes de esto para no juzgar y sí ayudar, por si los caminos que eligen no son del todo seguros.

Hoy en día, para quienes esto es una posibilidad, unirse a comunidades en línea como foros o redes puede ayudar a paliar este sentimiento de ausencia; para otros, salir de casa, como ir a parques, pasear a su mascota o participar de talleres o cursos, es una forma de entretenimiento. Cuidar de sí mismos o encontrar un nuevo hobby también es una posibilidad efectiva.

La soledad no solo es una experiencia emocional, sino que afecta profundamente el cerebro y el cuerpo, aumentando el estrés, reduciendo el bienestar y contribuyendo al desarrollo de trastornos psicológicos y físicos. Desde la neurociencia, abordar la soledad implica fortalecer las conexiones sociales y trabajar en la resiliencia emocional para contrarrestar estos efectos negativos.

La soledad y el vacío existencial son parte natural de la vida y, en ciertos momentos, pueden ser una oportunidad para la reflexión y el crecimiento personal. Sin embargo, cuando se prolongan o generan sufrimiento, es importante reconocer que no se trata de un destino inevitable, sino de una experiencia que puede abordarse con ayuda profesional. En la actualidad, tanto las personas jóvenes como quienes entran en la madurez enfrentan esta desconexión, convirtiéndola en uno de los grandes desafíos emocionales de nuestra época.

Buscar apoyo psicológico no solo permite comprender mejor estos sentimientos, sino también desarrollar herramientas para fortalecer el bienestar emocional y reconstruir vínculos significativos. La soledad no tiene por qué ser una condena; con el acompañamiento adecuado, puede transformarse en un puente hacia una vida más plena y con sentido.

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Silvana Weckesser. (2025, marzo 19). Soledad y vacío existencial: cuando el ruido externo no silencia el eco interno. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/soledad-y-vacio-existencial-ruido-externo-no-silencia-eco-interno

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Buenos Aires

Silvana Weckesser es psicóloga especializada en el ámbito clínico y docente universitaria, así como escritora. Su consulta se encuentra en Buenos Aires.

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