A menudo nos enorgullecemos de los pasos que España ha dado en materia de derechos LGBTIQ+, especialmente en el reconocimiento de las familias. Y es cierto, hay mucho que celebrar. Pero, si miramos de cerca, la realidad cotidiana de muchas familias LGBTIQ+ sigue mostrando fisuras.
¿Qué retos persisten? En este análisis, veremos los importantes avances logrados y, al mismo tiempo, los desafíos que aún están por resolver para alcanzar una igualdad real.
Avances de las familias LGBTIQ+ en España
España lleva casi dos décadas reconociendo legalmente el derecho de las personas del mismo sexo a casarse y adoptar. Esta legislación, que se aprobó en 2005, marcó un antes y un después para miles de familias que, por fin, podían contar con respaldo jurídico y social para criar a sus hijas e hijos con igualdad de derechos. Desde entonces, se han producido muchos cambios, tanto en las leyes como en la forma en que se perciben estas familias.
Ahora bien, lo legal no siempre va de la mano con lo cotidiano. Por eso es importante ver tanto lo conseguido como lo que todavía falta para que todas las familias LGBTIQ+ puedan vivir con la misma seguridad, estabilidad y dignidad que cualquier otra.
Matrimonio igualitario y adopción
La ley de 2005 permitió que más de 50.000 parejas del mismo sexo se casaran y accedieran a la adopción conjunta. Antes de esa fecha, muchas personas se veían obligadas a utilizar mecanismos legales poco claros, como la adopción individual o la coadopción, para poder proteger a sus hijas e hijos. Hoy, ambas personas pueden aparecer como progenitores legales desde el nacimiento, lo que evita conflictos y vacíos jurídicos.
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Reconocimiento social en aumento
El cambio no ha sido solo legal. Según diferentes estudios, el apoyo social al matrimonio igualitario y la adopción por parte de parejas del mismo sexo ha crecido de forma muy significativa. La percepción social hacia las familias homoparentales ha cambiado mucho en las últimas dos décadas.
En 2004, cuando se empezó a debatir públicamente la legalización del matrimonio igualitario en España, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ya mostraba un 66% de apoyo social general a esta medida, aunque seguía habiendo una fuerte oposición en ciertos sectores, especialmente entre personas creyentes.
A día de hoy, según datos del CIS más actualizados, ese respaldo ha aumentado hasta cerca del 80%, y España se mantiene entre los países europeos con mayor aceptación del matrimonio y la adopción por parte de parejas del mismo sexo.
Este cambio no solo se refleja en las encuestas, sino también en el día a día: muchas familias homoparentales se sienten más visibles y mejor reconocidas en sus entornos escolares, sanitarios y sociales.
Además, un alto número de personas (especialmente en las nuevas generaciones) se identifica como parte del colectivo o tiene vínculos cercanos con personas LGBTIQ+.
Visibilidad y representación
Hoy hay mayor presencia de familias diversas en medios de comunicación, redes sociales, entornos escolares y espacios públicos. Esto ha contribuido a que se normalice cada vez más la existencia de familias LGBTIQ+, especialmente entre niñas, niños y adolescentes, que crecen viendo que hay muchas formas válidas de formar una familia.
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Hasta ahí bien, pero, ¿qué falta por hacer?
Aunque el avance es evidente, no se puede ignorar lo que sigue sin resolverse. Las leyes existen, pero su aplicación no siempre es efectiva. Y hay desigualdades estructurales que afectan directamente a las familias LGBTIQ+, tanto en el acceso a derechos básicos como en el reconocimiento social completo.
1. Diferencias legales entre comunidades autónomas
Un ejemplo muy claro está en la ley de reproducción asistida. En teoría, las parejas de mujeres tienen derecho a que ambas madres sean reconocidas legalmente desde el nacimiento de sus hijas o hijos. Sin embargo, en la práctica, esto no ocurre siempre.
En algunas comunidades, como Cataluña o Galicia, todavía encuentran trabas si no están casadas o si el procedimiento no sigue ciertos protocolos administrativos específicos. Es decir, si bien la legislación lo permite, su aplicación varía y no siempre se garantiza de forma automática, especialmente en casos de parejas no casadas. Esto provoca inseguridad jurídica y obliga a realizar trámites adicionales que otras familias no tienen que enfrentar.
2. Discriminación cotidiana y económica
Aunque la ley reconoce los mismos derechos para todas las personas, la situación económica cuenta otra historia. El informe “Estado Socioeconómico LGTBI+ 2023”, elaborado por 40dB para FELGTBI+, muestra que las familias LGBTIQ+ ingresan de media 26.076 € al año, casi un 19 % menos que los 32.216 € de los hogares heterosexuales.
Además, alrededor del 20 % de esas familias dicen tener dificultades para cubrir gastos básicos del hogar, una realidad asociada a la discriminación en el trabajo, la ruptura familiar temprana y la falta de redes de apoyo
Esta precariedad no viene de la nada, pues un importante número de personas LGBTIQ+ vive discriminación en su día a día. De hecho, según datos de la FRA, más de uno de cada tres (entre el 36 y 40 %) enfrenta actitudes discriminatorias diarias, ya sea en el entorno laboral o al acceder a servicios. Eso no solo afecta sus ingresos, sino también su salud mental, sus decisiones sobre la maternidad o paternidad y su capacidad para ofrecer estabilidad a sus familias.
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3. Violencia y falta de apoyo
Aunque se hable más del tema, la violencia hacia personas LGBTIQ+ sigue existiendo. El último estudio de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea muestra que más de la mitad de las personas de dicha comunidad han vivido situaciones de acoso en el último año. En el caso de personas trans o intersex, esa cifra sube aún más. Además, muchas de estas agresiones se dan dentro del entorno más cercano, incluso en la propia familia de origen.
En paralelo, la salud mental es otro gran tema pendiente. En 2025, una encuesta que publicó la Agencia de los Derechos Fundamentales mostró algo que duele leer: uno de cada tres adolescentes LGTBIQ+ de entre 15 y 17 años ha pensado en quitarse la vida en el último año (2024).
Además, cuando se trata de personas trans o no binarias, esas cifras suben todavía más. En muchos casos no son solo pensamientos, también se habla de intentos. Esto no son números cualesquiera, son señales de que algo no está funcionando como debería en el entorno que les rodea.
Entonces, ¿qué podemos reflexionar al respecto? Que, si bien es cierto que la visibilidad es necesaria, no es suficiente sin recursos concretos. Hace falta apoyo psicológico, recursos sociales, y entornos seguros, también en el ámbito escolar y familiar.
4. Falta de denuncias por desconfianza
Aunque existe conciencia sobre organismos de igualdad y protección, muchas personas no denuncian los abusos porque creen que no servirá de nada. Solo el 11% ha denunciado incidentes de discriminación. Eso habla de una falta de confianza institucional que también debería ser abordada con urgencia.
5. Educación inclusiva: aún pendiente
Otro punto clave es la educación. Aunque se han dado pasos, todavía hace falta una educación afectivo-sexual realmente inclusiva en las escuelas. Es decir, que no solo nombre la diversidad, sino que la integre como parte del currículo y de la convivencia diaria. Que no se limite a campañas sueltas, sino que se trabaje con continuidad, con formación para el profesorado y con materiales adecuados para todas las edades.
¿Qué caminos podrían abrirse?
España ha hecho mucho, eso está claro, pero también es evidente que no basta con ser referente en derechos si esos derechos no se sienten en lo cotidiano. Las familias LGBTIQ+ necesitan igualdad real, no solo reconocimientos simbólicos.
Para avanzar, hace falta:
- Asegurar que todas las leyes se apliquen de forma equitativa en todas las comunidades autónomas.
- Reforzar la lucha contra la discriminación laboral y garantizar el acceso a vivienda digna para todas las familias, sin importar su estructura.
- Acompañar a las familias en contextos de violencia o rechazo, incluyendo medidas de protección real en los ámbitos familiares y escolares.
- Mejorar los sistemas de apoyo a la salud mental para personas LGBTIQ+, especialmente adolescentes y jóvenes trans.
- Invertir en campañas educativas que construyan empatía, respeto y comprensión, más allá de lo que se considera políticamente correcto.
Hay quienes creen que porque ya existe el matrimonio igualitario ya está todo hecho, pero las vidas no cambian solo por firmar una ley. Cambian cuando las personas sienten que pueden vivir, amar y formar una familia sin miedo, sin obstáculos ni explicaciones innecesarias. Y eso, aunque parezca básico, todavía no es una realidad para muchas familias LGBTIQ+ en España.

Bárbara Zapico Salomón
Bárbara Zapico Salomón
Psicóloga De Pareja, Familia, Niños Y Adultos
Así que, sí, hay motivos para reconocer lo que se ha conseguido. Pero también hay razones suficientes para seguir empujando. Porque la igualdad, cuando no se cuida, se estanca. Y hay demasiadas vidas esperando algo más que un gesto simbólico.


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