Las amistades sanas constituyen un vínculo conformado por un sentido profundo del compromiso y de la intimidad, en el cual dos seres humanos expresan su individualidad sin temor a que sus respectivas vulnerabilidades queden dañinamente expuestas.
Se trata de un espacio afectivo en el que la confluencia de dos personas da lugar a algo más que una simple suma, pues aporta como resultado la oportunidad para el desarrollo de los aspectos emocionales esenciales.
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En este artículo exponemos diez claves sobre cómo tener relaciones sanas de amistad, considerando siempre que cada caso es único y que las necesidades sociales de cada cual son también diferentes.
Cómo tener relaciones sanas de amistad
Una relación sana de amistad es aquella que propicia oportunidades para la comunicación, que comparte el tiempo, que se cimienta sobre expectativas realistas, que elude las mentiras destructivas, que facilita espacios para la resolución de los conflictos, que respeta la individualidad, que se ampara en la libertad, que reconoce lo que la hace única y que se proyecta hacia el futuro.
Seguidamente detallamos cada una de estas características, todas ellas importantes.
1. Comparte lo que sientes
Compartir lo que sucede en nuestro interior es el camino más sencillo para forjar una relación de confianza con otra persona. Se trata de crear un espacio común en el que la intimidad pueda desplegarse de un modo genuino, sin necesidad de coacción o presión social. En el momento en el que se cuenta lo que se siente, incluso cuando se trata de algo en apariencia negativo, se avanza en la misma dirección.
Aunque se reserve mucho tiempo y espacio para estar juntos, imponiendo una barrera de silencio para los sentimientos promovemos un distanciamiento progresivo, mucho mayor que el existente entre las personas que se separan físicamente. Y es que cuando se comparte lo que se siente, el mundo interior se construye sobre un hilo conductor común, y se asume un menor riesgo de que el transcurso de los años genere discrepancias insalvables entre las personas.
2. Permanece tiempo junto a esa persona
El tiempo es clave en todas las relaciones. No obstante, en cuanto a este asunto, la calidad debe priorizarse sobre la cantidad. Construir actividades que resulten agradables para las dos partes es fundamental, pues al reír juntos se estrechan los lazos invisibles de la amistad. Este fenómeno se sustenta sobre factores fisiológicos y endocrinos, como la producción de oxitocina o de dopamina en el sistema de recompensa cerebral.
En la actualidad son muchísimas las personas que, pese a encontrarse juntas en una misma habitación, están absurdamente distanciadas de los demás. Este hecho puede explicarse, sobre todo, por el abuso que suele hacerse de los dispositivos móviles y de otras tecnologías afines. Y es que las conversaciones que se llevan a cabo a través de estos medios limitan muchos componentes del lenguaje no verbal, los cuales contienen gran parte del sustrato emocional de una interacción social (sonrisas, abrazos, miradas, etc.).
3. Haz planes, demuestra compromiso
En una relación entre amigos, y en la vida en general, es importante mantenerse unidos a lo que sucede en cada instante. No obstante, es también crucial proyectar expectativas hacia el futuro, construyendo escenarios en los que la relación tenga oportunidades de crecimiento. Con esta actitud constructiva demostramos compromiso, una de las materias primas con las que se borda el tejido de cualquier relación sana.
Los planes compartidos también promueven la sensación de que las personas se asemejan, lo que acaba estimulando la búsqueda de una proximidad tanto física como emocional (a la que solo se accede con el salvoconducto de la confianza). El refrán que reza el “roce hace el cariño” no es en absoluto baladí, pues resume toda una serie de hallazgos científicos sobre los vínculos, aunque traducidos a términos operativos.
4. Regula las expectativas
Todas las personas albergamos necesidades que proyectamos hacia el entorno social. El deseo de ser aceptados y/o comprendidos es casi universal, y a través del mismo surgen las expectativas sobre lo que queremos encontrar entre quienes nos rodean. Así, posiblemente busquemos a alguien en quien confiar cuando nos encontramos en momentos difíciles, con quien pasar un buen rato, que nutra nuestra sed intelectual o que sepa guardar un secreto.
A veces llegamos a pensar que una verdadera amistad es aquella con las que satisfacemos todo cuanto anhelamos, sin darnos cuenta de que con ello aspiramos a alguien idealizado e imposible. El riesgo de mantener esta postura es doble: o bien acabamos frustrados (por no hallar a nadie que cumpla estos requisitos) o bien condenamos a otra persona a actuar de una forma imposible de mantener a largo plazo (por su proximidad a una asfixiante perfección).
Es importante reconocer que la amistad con alguien aporta cosas importantes, y valorarlas exactamente por lo que son, sin la necesidad de que satisfaga todo aquello que buscamos en nuestra vida social. Para lograr esto último, lo más adecuado es tener una red amplia de personas en las que confiar, donde cada una pueda contribuir genuinamente con su forma de ser y de hacer.
5. Evita mentir
La mentira es uno de los grandes enemigos de las amistades. Quien la recibe puede vivirla como una traición, y de ello se desprende una distancia emocional importante. En general, la lealtad es uno de los atributos más valorados en una persona que es considerada amiga, y el recurso de la mentira puede erosionar todo el esfuerzo por cosechar una relación basada en la confianza mutua. Para algunos, incluso, una mentira es una afronta irreversible.
6. Aprende a perdonar
Perdonar es básico en una relación entre dos personas. Debido a que una buena amistad se suele forjar con el transcurso de los años, no es extraño que atraviese momentos en los que una de las partes decepciona a la otra de alguna manera. Se trata de un hecho natural, resultado de las fricciones entre dos seres humanos que en esencia son distintos, pero que buscan un espacio en el que crear un “nosotros” que concilie sus discrepancias de manera armónica.
Pedir perdón y perdonar implica reconocer la propia imperfección en el primero de los casos, y vencer al orgullo en el segundo. Ambas suponen un reto evidente a dos de las más poderosas resistencias que se debaten en nuestro fuero interno: el deseo de poseer la verdad y la dificultad para tolerar agravios. En cualquier caso, si la situación es reversible y puede ser superada, este perdón abre nuevos escenarios en los que puede fortalecerse el vínculo.
7. Huye de las generalidades sobre la amistad
Existen ciertos mitos que en absoluto encajan con la realidad de una relación sana entre dos personas. Uno de los más conocidos es el de la media naranja, en el cual se anticipa que un individuo es un ser incompleto por naturaleza hasta que coindice con otro, el propósito del cual es completarle y ser completado. Tales creencias pueden conducir a una relación de codependencia, tanto en la amistad como en la pareja.
Es necesario tener en cuenta que los dichos populares dependen del contexto histórico en el que fueron formulados, y que lo que resultó "cierto" en un momento pudiera no serlo en la actualidad. Asimismo, toda amistad es única e irreductible a los estereotipos, los mitos o las ideas prefabricadas; por lo que avanza desde su individualidad transitando a través de un proceso de exploración y autoexploración.
8. No trates de acaparar
Ciertas personas, cuando forjan una relación de amistad con alguien, pueden actuar de un modo muy posesivo. Esto se debe al temor a perder la posición que ostentan en el vínculo, por lo que se percibe cualquier aproximación de terceros como una amenaza que debe ser resuelta con vehemencia y decisión. Este tipo de inercias conducen a relaciones totalmente herméticas, en las que una de las partes teme ser abandonada y la otra teme decepcionarla de algún modo.
El mantenimiento de este tipo de relaciones se sustenta más sobre el miedo a la soledad que sobre el disfrute de la compañía. El tiempo se comparte con el fin de no perder, obviando lo positivo que un amigo puede proporcionar. Al mismo tiempo que esto sucede, el resto de las relaciones se debilitan o incluso desaparecen. Ninguna relación de amistad puede brotar en la coacción o el chantaje. Solo la libertad, y la capacidad para decidir dónde se desea estar, permiten que un amistad crezca y florezca.
9. Crea un espacio emocional propio
Cualquier relación entre dos seres humanos está construida por experiencias compartidas, de las que surgen sus peculiaridades (que se reconocen como propias y distintivas). Puede tratarse de una vivencia del pasado, o incluso de bromas que se sienten como personales, y que acaban moldeando un microcosmos en el que se refuerza el sentimiento de unidad. La confección de este espacio es única, y supone una parte clave del componente emocional del vínculo.
La ligazón emocional es lo que distingue una amistad sana de la simple confluencia de dos personas en un mismo lugar, y es por tanto muy importante contribuir a ella buscando y subrayando qué momentos fueron únicos en el camino que se recorrió hasta el presente.
10. Los conflictos no son negativos
Son muchas las personas que albergan la creencia de que los conflictos son tóxicos para una relación, y viven haciendo malabares para evitar que estos emponzoñen su amistad o su pareja. Esta evitación se opone al principio de que, tarde o temprano, surgen dificultades con las que habremos de lidiar. De hecho, hoy en día sabemos que las amistades más fuertes no son las que menos fricciones vivieron, sino las que aprendieron a solucionarlas.
Toda crisis puede suponer un periodo idóneo para reorganizar prioridades, y aprender algo que nos proporcione fortalezas para superar la adversidad. Y si esto es así para la vida en general, también lo es para la amistad.
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