Tal y como apunta Mercedes Sánchez, co-autora del libro “El español en la red”, Internet y los teléfonos móviles han contribuido a que la gente escriba más que nunca. Esta democratización de la escritura en Internet viene en gran parte dada por la irrupción de las redes sociales y de los servicios de mensajería instantánea, que forman cada vez más parte de nuestro día a día.
Solo por poner un ejemplo, los mensajes enviados mediante los servicios de mensajería WhatsApp y Facebook Messenger alcanzan de media los 60.000 millones al día. Esta cantidad equivale a 8 mensajes al día de media por habitante de la tierra, aunque esta media variará según países, teniendo en cuenta la tasa de alfabetización y la penetración de Internet. Este hecho supone un cambio gigante en nuestros patrones de comunicación y junto con el uso de las redes sociales, están afectando a cómo utilizamos el lenguaje, desarrollando nuevas conexiones neuronales y cambiando los patrones de aprendizaje.
Redes sociales: ¿pueden alterar nuestro cerebro?
Uno de estos cambios viene dado por la utilización de los llamados emoticonos que suma detractores y defensores por partes iguales. Por una parte, se teme que la utilización de estos “mensajes gráficos” empobrezca el lenguaje escrito al utilizar menos cantidad de palabras. Sin embargo, en eso se apoyan sus defensores que lo ven como una evolución del lenguaje, alegando que se utiliza como un mero elemento de respaldo para expresar más sentimientos en menos espacio y tiempo.
Y es que la utilización de los iconos viene dada por el auge de la comunicación escrita por internet. Esta nueva manera de transmitir información ha hecho que precisemos de elementos que permitan sustituir los gestos o el tono de voz que están presentes en la comunicación oral.
Un nuevo lenguaje, una nueva comunicación
Positiva o negativa, la influencia de los emojis es un hecho, ya que según algunos estudios sugieren tienen el mismo efecto que el de una cara real, haciendo que nuestro cerebro traduzca esa información no verbal en emociones. Así pues, el impacto de un mensaje negativo con “emojis” es menor que uno sin éstos, lo que lo hace más comprensible.
Por otra parte, la creciente utilización de redes sociales, de las que 1and1 nos hace un resumen de las más utilizadas, también comporta alteraciones en nuestro cerebro. Trabajos científicos han comprobado que una mayor utilización de éstas conlleva una mayor capacidad para realizar varias tareas a la vez y para buscar información para cuestiones específicas. Sin embargo, se pierde capacidad analítica para decidir la calidad de esa información y saber si las fuentes son fiables. Además, también las redes sociales contribuyen a una menor concentración y a una mayor dificultad para leer y escribir textos largos.
La ciencia detecta cambios en los neurotransmisores
También se han detectado transformaciones en ciertos neurotransmisores (moléculas que llevan a cabo la transmisión de información desde una neurona hacia otra neurona, célula muscular o glándula). Esto podría derivar en comportamientos más individualistas e introvertidos, a una mayor necesidad de comprar e invertir, y a una mayor influencia de la familia y de la pareja.
Otros aspectos se refieren a la propia salud, tal y como apuntan diferentes expertos sanitarios, ya que la utilización sin control de las redes sociales puede desencadenar trastornos psiquiátricos como distintas adicciones, además de aumentar la probabilidad de sufrir enfermedades inflamatorias o auditivas.
Sin duda la gran velocidad con la que irrumpen nuevas tecnologías en casi todos los campos de nuestra vida está transformando nuestra sociedad y a nosotros mismos como raza a pasos agigantados. Si vamos en la buena dirección o no, el tiempo lo dirá, pero si algo define al ser humano es su insaciable sed por avanzar y evolucionar, si rechazamos el progreso nos rechazamos a nosotros mismos.