Cuando nos piden que describamos lo que se siente al experimentar el amor, la mayoría decimos, no sin razón, que es algo que va mucho más allá de las palabras.
El enamoramiento llega acompañado de un torrente hormonal, y en cierto modo, nuestro cerebro reacciona como si consumiésemos una droga cada vez que esa persona señalada está cerca.
Pero en los fundamentos de las relaciones de pareja no solo hay una cascada de hormonas: hay, además, expectativas. Se trata de un componente de la vida afectiva que sí puede ser expresado en palabras, ya que son ideas simples, acerca de cómo es o cómo debe ser un noviazgo.
Sin embargo, a pesar de estar en el reino de las palabras, muchas veces ignoramos nuestras propias expectativas, y eso es justamente lo que puede hacer que se transformen en una trampa mental. Y es que las expectativas nos pueden transformar en esclavos de nuestra propia relación de pareja, hasta el punto en el que la persona que da sin recibir siempre seamos nosotros.
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Las relaciones asimétricas y sus efectos
Antes de entender el papel que juegan las expectativas en todo esto, podemos detenernos a ver qué es lo que hace que esforzarse demasiado por una relación de pareja cause tanto malestar.
Si algo caracteriza las relaciones asimétricas, es decir, aquellas en las que siempre es la misma persona la que se esfuerza y se sacrifica, es una mezcla de fatiga, estrés e impotencia. La fatiga se debe a que, material y psicológicamente, hacer que la relación "funcione" siempre depende solo de nosotros. No hay nadie a nuestro lado en una experiencia que, paradójicamente, tiene su razón de ser en el hecho de compartir algo ilusionante.
Esto no significa solo que haremos esfuerzos para afrontar situaciones difíciles, sino que además nos tocará a nosotros decidir en todo momento qué decisión tomar, elegir la opción menos mala para que ese noviazgo de un paso más hacia adelante sin haber resuelto el problema de fondo y sabiendo que volverá a aparecer tarde o temprano. Es esto último lo que genera estrés: la ansiedad anticipatoria de saber que tan solo hemos conseguido un alivio momentáneo.
La impotencia va de la mano de la desesperanza, y en ellas se da una paradoja: las expectativas que causan estas sensaciones son, a la vez, la lente a través de las que examinamos nuestro problema amoroso para ver si podemos encontrar una salida.
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Por qué las expectativas pueden crear un atolladero emocional
Para entender cuál es el impacto psicológico de darlo todo por una relación de pareja, hay que entender que las expectativas acerca de un noviazgo siempre estarán ahí. Tener creencias acerca de cómo será o cómo deberá ser un compromiso de este tipo nos permite hacer que este gane un significado, que apunte en una dirección. Eso significa que las relaciones asimétricas en las que alguien se sacrifica constantemente por la otra persona no aparecen simplemente por la existencia de esas expectativas.
¿Cómo nace el problema, pues? Las personas que apuestan demasiado por una relación lo hacen en parte por tener un sistema de valores en el que el puro sacrificio es visto como algo bueno, dignificante. Desde esta perspectiva, las situaciones de aprovechamiento constante y de abuso de poder por parte de nuestra pareja no solo no nos advierten de que estamos en una relación tóxica, sino que dan más motivos para seguir sacrificándose por ella, a seguir poniendo a prueba esa capacidad de sacrificio sin ceder por las adversidades.
En estas relaciones-trampa el problema está en que el largo historial de sacrificios personales hechos para que la relación funcione es una razón para seguir haciéndolo de forma indefinida. Se trata de un bucle, un fenómeno en el que las causas de este constante apostar por la relación son, a la vez, el efecto de seguir haciéndolo a costa de nuestra salud.
¿Por qué nos sacrificamos de esta manera por la relación?
Ya hemos visto que las relaciones asimétricas en las que una persona lo da todo y la otra apenas se esfuerza se deben en buena parte al efecto que tienen ciertas expectativas sobre nosotros: en concreto, la expectativa de seguir hacia adelante a pesar de las adversidades que puedan surgir, sean cuales sean y sin pensar demasiado en su anticipación.
Pero... ¿qué mecanismos psicológicos explican que nos podamos comportar de un modo tan absurdo en uno de los ámbitos de nuestras vidas más importantes? Fundamentalmente es uno que se llama "disonancia cognitiva".
La disonancia cognitiva y los sacrificios que nunca acaban
La disonancia cognitiva es una sensación de malestar que aparece cuando tenemos en mente dos ideas o creencias que se contradicen entre sí y a los que damos importancia. Para hacer que esa sensación desagradable (y que puede transformarse en una obsesión que ocupe nuestra atención de manera constante), una de las ideas debe "ganar" a la otra.
Sin embargo, esta batalla de creencias casi nunca llega a su fin a través del uso de la razón. De hecho, normalmente hacemos chapuzas" para hacer que la disonancia cognitiva se vaya.
Por ejemplo, en el caso de las relaciones asimétricas, estas ideas suelen ser las siguientes:
- Las relaciones de pareja verdaderas no terminan, y hay que sacrificarse por ellas.
- Ese malestar que me produce la relación es evitable.
En esta lucha de creencias, podría decirse que la segunda opción es más atractiva, ya que ofrece una salida y está vinculada a una sensación de bienestar. Y, sin embargo, mucha gente opta por la primera. ¿Por qué? Porque es la que hace que nuestras creencias y nuestra visión de las cosas se tambaleen menos.
En caso de asumir que una relación en la que a otra persona no pone de su parte no es una relación que nos convenga, tendríamos que afrontar otras muchas disonancias cognitivas, porque nuestra autoimagen habría quedado muy tocada: se demostraría que ese sacrificio por algo que ha formado parte de la propia identidad no ha tenido sentido y habría que construir una nueva visión de las cosas que permita sentirnos bien con nosotros mismos y con nuestras decisiones.
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Cuanto antes se corte, mejor
Es por eso que es importante detectar las situaciones en las que nuestras expectativas actúan como una cárcel para nuestra vida afectiva.
A pesar de que las relaciones son cosa de más de una persona, la disonancia cognitiva hace que seamos nosotros mismos quienes nos boicoteemos, transformando el malestar producido por expectativas poco saludables en un motivo por el que seguir apostando por esa fuente de malestar.