Cuando hablamos de conflictos, nos podemos estar refiriendo a un sinfín de situaciones cotidianas en las que los intereses de una parte chocan de manera frontal con los de la otra. Esa es la gran certeza del conflicto, es decir, que existen dos o más implicados que enfocan una determinada situación desde diferentes perspectivas. He aquí el problema.
¿Por qué supone un problema en sí mismo enfocar un conflicto desde diferentes perspectivas? Al hilo de esta pregunta, creo que la respuesta puede resultar más o menos obvia. Difícilmente llegaremos a puntos de acuerdo si no vamos en la misma dirección. Esta es la clave de la resolución de conflictos.
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Tipos de conflictos
A poco que nos paremos a pensar, podríamos poner ejemplos de todo tipo. El estudiante enojado con sus compañeros porque no se involucran en las tareas encomendadas, a su mismo nivel de exigencia. El amo o ama de casa, sintiendo el cansancio de recoger una y otra vez los desastres que arman los miembros de su familia. El chico que se decepciona con sus amistades porque esperaba que hiciesen por él, al menos lo mismo que él estaría dispuesto a hacer por ellos. Los entrenadores de la escuela de fútbol que piensan de manera diferente respecto a la forma de gestionar la escuela. Los hijos de aquel matrimonio jubilado que les instan a disfrutar más de su existencia, incluso haciendo cosas que ni ellos mismos anhelan. O la pareja que no termina en ponerse de acuerdo respecto al nombre que le darán a su futuro hijo. La joven arquitecta, que mantiene una feroz disputa consigo misma respecto a sus capacidades, habilidades y/o valía. En definitiva, conflictos, conflictos y más conflictos.
Podríamos determinar en torno a este tipo de conflictos, diferentes niveles o gradientes de importancia subjetiva, porque cuando caemos en el conflicto, la dimensión de éste puede llegar a nublar nuestra percepción, ya que entran en juego otro tipo de factores subyacentes. Los principales son los que veremos a continuación.
1. La búsqueda de la verdad
Uno de los quizá más habituales, es el conflicto que se produce en términos de la posesión de la verdad, dando por hecho que la postura opuesta a la nuestra es por contraposición mentira. Recuerdo una foto de un vestido que se hizo muy popular, en la que se que ilustraba perfectamente este conflicto. Ante la misma, había quienes percibían el vestido de un determinado color, frente a otros que lo percibían de otro, estando paradójicamente todos en lo cierto. Y en la vida real no ocurre distinto. Son pocas las certezas que pueden zanjar el mencionado debate, fundamentalmente aquellas relacionadas con el campo de las ciencias exactas o de los hechos contrastados pero normalmente nos movemos, en términos generales, mucho más en el campo de las interpretaciones.
2. La empatía
Otra versión de esta terna, sería el clásico “yo tengo razón vs. tú no tienes razón”, que evidencia una gran ausencia de empatía, sobre todo cuando lo escuchamos en una cafetería en relación a las destrezas de un portugués o un argentino, de un equipo u otro o respecto a una determinada posición política. Cuando nos expresamos desde las opiniones, las preferencias y los gustos o los prejuicios personales (dotándolo de menor rigor si cabe), resulta un esfuerzo demasiado estéril para la posible recompensa.
3. El juez: inocentes y culpables
Encontramos otro prototípico conflicto en la atribución causal de culpas que se produce ante la comisión de errores o accidentes. Normalmente, nos expresamos en términos del yo vs. tú/otros, como manera de eximirnos del malestar que generaría resultar culpable. Pero cuanto más tiempo destinamos a identificar a los culpables, menos tiempo disponemos para solucionar el error.
4. La autoconfianza
El último de los conflictos habituales que analizaremos aquí, es el clásico conflicto de confianza, en el que expresamos pensamientos, en forma de creencias que nos predisponen para considerar si “soy o no soy” capaz, o en otra de sus variantes, de si “puedo o no puedo” cambiar o afrontar una determinada situación. Nuevamente, como si de cualquier otro de los conflictos evaluados se tratase, nos encontramos ante la vana dinámica paralizadora que nos mantiene en la duda, dificultando nuestros avances hacia los objetivos que de verdad anhelamos.
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Resolución de conflictos: sinergías propuestas integradoras
Para la resolución de cualquier tipo conflicto, resultan imprescindibles una serie de aspectos:
En primer lugar, saber identificar el objetivo común que pueda lograr la unificación de posturas. En el caso de los matrimonios que se divorcian y tienen hijos, podría ser el identificar como el bien común de ambos, el bienestar de éstos.
En segunda lugar, es fundamental adoptar una predisposición favorable para la asunción de compromisos de mejora por las partes, es decir, dejar de buscar culpables para analizar y asumir las responsabilidades de cada uno que contribuyan a superar el conflicto.
A partir de la identificación de objetivos generales y la asunción de responsabilidades, estaremos en disposición de construir los puentes necesarios o propuestas integradoras de solución, más que en disposición de derribar los argumentos o posiciones de la parte contraria, porque nos habremos identificado como dos partes de una misma cosa, el conflicto. Resolverlo será entonces el principal objetivo.
Un conflicto, difícilmente queda resuelto si una de las partes se siente agraviada, pues guardará su rencor o malestar para el futuro, posiblemente generando peores consecuencias. Es importante generar un sentimiento de ganancia mutua, el “win to win” que dicen los angloparlantes, para favorecer el compromiso de las partes a la hora de solucionar el conflicto.
Si somos capaces de interiorizar estos planteamientos, tal vez renunciemos a los malestares derivados de las peleas de tráfico, de las discusiones vacuas o de los debates internos, consiguiendo generar esfuerzos coordinados en forma de sinergias entre los distintos responsables del conflicto.
Si todo ello nos ofrece la posibilidad de acercarnos a nuestros objetivos, ¿serán crisis o serán oportunidades de mejora?