Estar celoso es tan común como sentir miedo. Estar un poco celoso no es tan desagradable para la persona que lo siente, porque reaviva el deseo, y tampoco es tan grave para el que recibe los celos, porque se siente valorado. Pero los celos pueden ser vividos como un infierno y llevarnos a delirar mientras imaginamos, a hundirnos en una angustia profunda, a volvernos locos de rabia, a los excesos y como consecuencia a las adicciones.
A veces, pensamos que los celos son la manera de darnos cuenta de que queremos al otro y que no queremos que nadie más lo quiera, ni que nuestro amor sienta deseos por otra persona y/o cosa.
- Artículo relacionado: "Los tipos de celos y sus diferentes características"
Envidia y celos
Lo cierto es que no se puede hablar de celos sin entender a su doble, la envidia. Sentimos envidia cuando estamos excluidos de la alegría, la cual queremos poseer. Los celos aparecen en un triángulo amoroso, mientras que, la envidia, puede llegar al odio hacia el otro. Todo aquello que hace más grande al otro, algunos lo viven como una disminución de uno mismo.
Podemos deducir, entonces, que la envidia puede aparecer después de los celos, porque ese otro tiene una alegría que nosotros no poseemos. La envidia apunta a lo imposible, que es poseer lo que el otro posee, mientras que los celos, nacen del miedo a perder lo que ya tenemos.
- Quizás te interese: "Psicología de la envidia: 5 claves para entenderla"
El alma del celoso
El alma del celoso oscila entre el amor, el odio y la envidia. Por eso, los celos son más complejos que la envidia. El celoso siente envidia de quien obtiene la atención de su objeto de amor, y odia a su enamorado porque siente algo por otro. Sin embargo, al mismo tiempo aumenta el deseo y quiere poseer más aún a su amado.
Por este motivo, que resulta a mi modo de ver enloquecedor, el celoso puede pasar de la unión más fuerte, a un abismo de separación inmenso, en cuestión de segundos. No soporta el celoso ni una mínima alteración en el lazo que lo une con la otra persona.
- Artículo relacionado: "Gestión emocional: 10 claves para dominar tus emociones"
Los celos son pasionales
Los celos nos hacen sentir humillados, doloridos y rabiosos. Sentir celos nos abre la puerta a la imaginación, el celoso busca pruebas concretas, en un teléfono, en un papel, en lo que sea, para poner fin al sentimiento de descontrol que lo invade. La pérdida de control es una sensación insoportable.
En lo personal, no soporto los celos ni la gente celosa, esto me motiva a trabajar con mis pacientes y ayudarlos a que estén seguros, independientes, con una estructura yoica definida, y acepten la obviedad de que no se puede actuar sobre la voluntad ni sobre el deseo del otro. Una vez que entienden esto, viven más tranquilos y felices.
El enojo del celoso
El enojo del celoso, provoca agitación en el cuerpo, y busca pruebas, mientras más busca, más cree que encuentra. La contracara de este enojo es que la persona amada se vuelve al mismo tiempo más deseable, porque la persona amada desea por fuera, y esto lo usan algunos perversos como un afrodisíaco, que les sirve para mantener la pareja, pero solo por un tiempo.
- Quizás te interese: "Gestión emocional: 10 claves para dominar tus emociones"
¿Los celos son una enfermedad?
Si bien los celos son normales en una relación de a dos, el descontrol que provocan si se convierten en algo permanente se asemeja más a la locura, ya que la imaginación puede volar muy alto o llevarlos directamente al odio.
Los celos llevan a una persona a depender de otra, a enfrentamientos tempestuosos, y hasta a una separación que puede llegar a la destrucción del otro o a un crimen pasional.
A veces, el celoso reflexiona y se siente ridículo; y aparece la culpa, sumada a los celos que no lo dejan en paz. Los celos están muy lejos de ser algo que se disfruta, nos devoran y nos terminan poniendo melancólicos.
Dolores M. Irigoin
Dolores M. Irigoin
Licenciada en Psicologia y Licenciada en Comunicaciones Internacionales, Posgrado en Harvard School of Humanities and Social studies
Querer a alguien siempre nos vuelve un poco más vulnerables y estamos expuestos a una angustia apasionada. Tenemos miedo que el otro desaparezca, por lo tanto, es normal sentirse celoso. Se vuelven patológicos los celos cuando se encierra al otro en un espacio donde no puede ver más que el reflejo de uno mismo y a su propia inseguridad.