Aunque en el contexto actual la ansiedad parezca un problema convertido en epidemia, lo cierto es que este estado de activación psicológica y fisiológica no en malo de por sí. La evolución ha hecho que aparezca en nuestras vidas como mecanismo para afrontar situaciones en las que debemos actuar proactivamente, saliendo de nuestra zona de confort.
Ahora bien, para aquellas personas acostumbradas a un ritmo de vida muy frenético, o a situaciones en las que hay alto riesgo de perder algo, la ansiedad puede terminar desgastando su salud; y es que nuestro cuerpo no está preparado a someterse a esas presiones durante muchos días seguidos.
La cuestión es que, muchas veces, una buena parte del problema que supone la ansiedad es que esa sensación nos la despierta la ansiedad misma, su presencia. Por eso, si aprendemos a domarla, no solo reduciremos sus inconvenientes, sino que podremos hacer que su efecto juegue a nuestro favor.
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¿Por qué deberíamos aprovecharnos de la ansiedad?
La ansiedad cronificada no es una simple molestia, puede llegar a tener repercusiones graves sobre la salud. Por ejemplo, se ha comprobado que cuando se vuelve crónica, el sistema inmune queda en una situación especialmente vulnerable. Esto causa una reacción en cadena que puede terminar en infecciones, fallos en la cicatrización de heridas y en la defensa del organismo contra virus, etc.
Del mismo modo, la ansiedad puede llegar a hacer que nuestra memoria funcione de una manera anormal. Por ejemplo, situaciones altamente estresantes pueden ir acompañadas de la incapacidad por recordar bien lo que pasó, a pesar de que no se llegó a perder la consciencia. Esto ocurre porque, temporalmente, ciertas sustancias químicas que son segregadas por el organismo cuando hay un pico de ansiedad actúan bloqueando las funciones del hipocampo, la parte del cerebro encargada de almacenar recuerdos.
La ansiedad también puede hacer que aparezcan problemas a la hora de gestionar bien la focalización de la atención, por lo menos si el estrés es constante durante varias horas.
Así pues, interesa gestionar los niveles de ansiedad de un modo inteligente para que ni interfiera con nuestra salud ni lo haga con los procesos mentales que necesitamos para pensar bien y para hacer que nuestras acciones nos acerquen a nuestros objetivos. ¿Por dónde empezar?
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Tómate lo estresante como un reto
Una investigación cuyos resultados han sido publicados recientemente en la revista científica Journal of Individual Differences revela que la ansiedad no tiene por qué perjudicar a nuestro rendimiento en todas las situaciones posibles, y en ciertos contextos incluso lo potencia. El secreto está, aprece ser, en cómo vinculamos la ansiedad a nuestros objetivos.
Esta investigación muestra que los individuos que ven la ansiedad como parte de un reto, y no como una amenaza, se sienten motivados por ella, ya que la interpretan como un signo de que se está progresando. Dicho de otro modo, transforman su ansiedad en energía bien canalizada.
Así pues, el secreto está en aceptar la ansiedad, no transformarla en un drama. Las personas acostumbradas a lidiar con situaciones complejas saben que el estrés es una parte de estos retos, y por eso no le temen, sino que la reconocen como un aspecto normal de su lucha por llegar a la situación en la que quieren estar.
Hacer lo contrario tan solo puede llevarnos a permanecer en la zona de confort, interpretar el más mínimo roce con las dificultades como un ataque personal, algo que hay que evitar a toda costa. Este último estilo de pensamiento puede parecer más cómodo, pero en realidad no lo es, ya que nos obliga a permanecer en una actitud pasiva y evitadora, siempre concentrados en lo que puede ir mal o en lo que ya está yendo mal (por no intentar solucionarlo).
En definitiva, un nivel moderado de ansiedad no solo es normal, sino que también es deseable: es una evidencia de que estamos mejorando en algún aspecto, enfocándonos hacia un objetivo que poco a poco vamos superando gracias a una buena gestión de la motivación y de los tiempos de trabajo. Mientras sepamos dónde está el límite entre lo sano y lo insano, el estrés puede ayudarnos a desarrollarnos como personas y miembros útiles de la sociedad.
Referencias bibliográficas:
- Stack, J., Lopes, P., Esteves, F. y Fernández-Berrocal, P. (2017). Must We Suffer to Succeed? When Anxiety Boosts Motivation and Performance. Journal of Individual Differences, 38, pp. 113 - 124.
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